Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
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domingo, 18 de marzo de 2012

CAPÍTULO 54: CONTRA EL VIENTO

Habían pasado varios días desde que salieran del castillo.
Karoth comenzaba a impacientarse, cuando al fin obtuvo respuesta por parte de los Gatos. Un mensaje firmado de puño y letra por el propio Valiant Cross, aseveraba que Kamilla se reuniría (como era ya costumbre) con ellos en su nombre, mientras siguiera impedido por las heridas. El joven resopló. Dejó la carta sobre la enorme mesa del despacho. Hubiera preferido tratarlo todo con el Príncipe de los Gatos, pero no estaba en posición de exigir. Tampoco podían acercarse demasiado a su territorio sin levantar sospechas de los Titanes. Empezaba a creer que incluso era buena idea que acudiese la chica. Una furcia de más o de menos no resultaba tan llamativo.
Para cuando alzó la vista, Sayra estaba delante de él, silenciosa. Lo escrutaba con una mirada interrogante que parecía estar preguntando cuál sería su lugar, ahora que Gremmet había muerto. Karoth suspiró por la nariz y arqueó las cejas.
-Tuviste algo con ella... -musitó la joven, visiblemente dolida al decir aquello. El muchacho frunció el ceño. Tardó en comprender que se refería a Yaraidell. Que le cortaran un dedo si los días del encierro de la muchacha no le parecían ya lejanos.
-Nada relevante -admitió él. -Quizá menos de lo que me hubiera gustado. -Sayra apretó los labios, furiosa. Cruzó la sala y le propinó una sonora bofetada que lo hizo girar el rostro. Los ojos de Karoth se encendieron. No de ira, sino de amor. Se regodeaba sabiendo que Sayra sufría por él, como él había sufrido tanto tiempo al verla en los brazos de otro.
-Te odio, Karoth. ¿Por qué no me ayudaste? ¿Por qué no me liberaste? Cada noche anhelaba que al amanecer su garganta se hubiera abierto en dos y dejado escapar su alma bajo tu cuhillo. Me dejaste sufrir.
El Rey se puso en pie, con los penetrantes ojos negros hendidos en ella. La piel morena y olivácea resplandecía ligeramente de sudor a la luz del candil. No se le habría ocurrido jamás rescatarla. Para él, ella no era una prisionera, sino una privilegiada en el oscuro mundo de las calles. Tenía una cama, un techo, comida caliente todos los días. Llevarla con él habría sido arrastrarla a la inmundicia y la incertidumbre.
-No soy un santo, no te puedo ofrecer lo que no tengo. Pero te amo. Quédate a mi lado -probablemente era lo más hermoso que pudiera salir de sus labios. Todos los sentimientos que le subían por el pecho parecían perderse a mitad de camino en su garganta, y al final sólo restaban escombros en forma de palabras escuetas. Sayra estrechó los ojos. Estaba molesta con él pero solo el demonio sabría cuánto había anhelado aquello. Se puso de puntillas y se lanzó a sus brazos, buscando un beso que le pertenecía a ella, y sólo a ella. Karoth la rodeó por la cintura; la hizo pequeña entre sus brazos. Quizás cualquier hombre se habría sentido despechado por toda aquella historia; pero un rata de la calle no podía pedir más.
No tenía derecho.

Cuando Kamilla bajó a la entrada del burdel, Lloth la estaba esperando. Al verle, ella bufó y se dio la vuelta para volver a subir las escaleras, pero el muchacho salvó la distancia entre ellos en pocas zancadas y la agarró de la muñeca.
-Eh, espera, Gata. ¿Adónde vas?
-Ya está bien, Cuervo. ¿Qué pretendes con este jueguecito absurdo? -el muchacho arqueó las cejas, con aire inocente. Kamilla estaba cansada. Durante los últimos días, Lloth la había buscado incesantemente, la había hecho llamar. Pony siempre entraba sonriente en la habitación y anunciaba que "aquél chico guapo" había venido otra vez a verla. Pero la joven, una y otra vez, rechazaba la simple idea de volver a tenerlo cerca. Recordaba su último -y primer- encuentro con el rata, y el vello se le ponía de punta. De ninguna de las maneras, podía repetirse.
-No es un juego absurdo; te estoy cortejando -puso cara de autosuficiencia. Kamilla chistó, con desagrado.
-¿Eres idiota? ¿Qué parte de que no me interesas no captas...?
El chico negó con la cabeza y sacó un papel doblado del bolsillo. Se lo tendió con una sonrisa desenfadada.
-Pero qué ingenua eres, mujer. Haz el favor de darte menos aires. Tú tampoco me interesas lo más mínimo. Te traigo este mensaje de King Karoth. Quiere encontrarse contigo. Hoy sin falta. -Aquello sí que la dejó sin palabras. Miró el papel que el muchacho le ofrecía, sin dar crédito. ¿Y nada más? -¿Qué pasa? ¿Se te ha comido la lengua el Gato? -se rió de su propio chiste malo. -OH, ya veo. ¿De verdad creíste que venía a buscarte por lo de la última vez? Bueno... -se acarició la nuca. -No te ofendas, pero fue un poco decepcionante. No tenemos química en la cama, Gata. Y para qué mentirnos, resultaste demasiado cara para lo que ofreciste.-
Kamilla apretó los labios. Un acceso de ira la hizo rechinar los dientes y alzó la barbilla, orgullosa.
-Desaparece de mi vista; inepto.
-Me gustaría. Pero tengo que llevarte donde Karoth. No sería muy seguro si fueras sola.
La muchacha se tragó todo lo que sentía en aquellos momentos, que, en virtud de la sinceridad, era demasiado confuso. ¿Por qué la irritaba la presencia del rata? Al final accedió a acompañarle. No en vano Valiant la había nombrado su representante. No podía fallarle en aquél favor.
-Está bien. Pero camina dos metros por delante -sentenció. Lloth no se quejó ni soltó ninguna frase molesta, aunque parecía tener alguna broma en la punta de la lengua. En su lugar se metió las manos en los bolsillos, y echó a andar hacia la enorme calle principal, sin pararse a mirar si la fulana lo seguía.
Era francamente irritante.
¿Que había resultado decepcionante? ¿Cómo había podido decir algo así? Nunca, ningún cliente se había quejado de los servicios de Kamilla, y aquél idiota piojoso la encontraba insuficiente. La chica apretó los puños, deseando cruzarle la cara con una bofetada, pero él caminaba con despreocupación, mezclándose entre la gente. De todos modos, ¿qué importaba lo que él pensara? Nunca más se acostarían, ni siquiera por dinero. Estaba claro; ella sentía asco sólo con imaginar volver a tenerlo dentro. Le daba igual lo que él pensara. Que se buscase otra de sus furcias baratas de la zona sur...
Decepcionante. Decepcionante, había dicho. Kamilla sólo tenía ganas de concluir su papel en aquella reunión, fuera cual que fuese, y llevar el mensaje de King Karoth a Valiant. Luego, no tendría que seguir aguantando más al rata.
El sol se escondía a lo lejos cuando llegaron al viejo caserío que era la base de los cuervos. Después de la última redada; quizá hubiesen cambiado de emplazamiento. Ya no había mucha gente por allí. Lloth le abrió la puerta de entrada, haciendo gala de unos modales bastante burlones, pero ella lo ignoró. Pasó al interior de todas formas, y la pobreza del lugar vacío le marchitó el corazón. Después de todo, la última vez que estuvo allí, había niños correteando por doquier.
-Parece que hemos llegado temprano -anunció Lloth, echando un vistazo a las salas contiguas.
-¿No pretenderías quedarte a solas conmigo? -lanzó una frase mordaz, pero Lloth la recogió con entusiasmo.
-Ya he estado a solas contigo, ¿recuerdas?
Kamilla bufó. No se podía provocar a al chico.
-Oye, ¿qué te parece si te enseño algunas cosas mientras viene el Rey?- ella lo miró con desconfianza, y él alzó las manos en señal de paz. -Nada reprochable. Creo que te gustará -dijo, y subió de un salto tres de los escalones de la escalinata principal. Aquella con restos de la antigua alfombra. Kamilla lo siguió, dudosa. ¿Sería alguna fechoría del joven? En todo caso, ¿por qué se fiaba? Cuando se quiso dar cuenta, su corazón estaba latiendo deprisa. ¡Tenía miedo! ¿O eran nervios? ¿O las dos cosas a la vez?
-No te pareces mucho a la persona con quien hablé por vez primera en la celda del castillo. Tenías un odio insondable hacia los Gatos- le habló, procurando no pensar demasiado.
-Eso es verdad -admitió el joven. Siguió ascendiendo por las escaleras, en dirección al piso superior, y una vez lo alcanzaron, continuó, siempre hacia arriba.
-¿A qué se debe ese cambio de actitud?
-Bueno. Tú también has cambiado de actitud.
-No es cierto.
-Claro que sí.
-Uhm. Quizás es porque me salvaste la vida.
-Quizás. Ven, es por aquí.
Entraron en el oscuro desván y se acercaron despacio a la zona iluminada, cerca del enorme agujero abierto en una de las paredes. Lloth le tendió la mano. Kamilla, recelosa, aguantó su mirada un par de segundos antes de aceptarla, y luego él la hizo trepar por el saliente hacia el exterior.
-Te encantan las alturas, ¿eh? -ella tragó saliva al verse expuesta al vacío. Apretó sin darse cuenta los dedos contra los del rata y trató de afianzar los pies. El chico trepó con agilidad por encima del muro derruido, usando sus imperfecciones a modo de escaleras, y la instó a seguirlo.
-Vamos; hasta los críos pueden trepar por aquí -le hizo una mueca, y ella suspiró. Resultaba que a veces era hasta simpático.
En lo alto del tejado, la zona pobre de Silverfind parecía menos pobre. Bañada por las luces broncíneas del atardecer, cobraban un cariz nostálgico, casi antiguo. Lloth se acomodó en algún lugar entre las tejas rotas, y se dedicó a contemplar los restos del día mientras se ahogaban en las sombras. Pronto la noche los engulliría a ambos, y eso se hacía notar en la brisa que se levantaba.
-¿Y bien? ¿Qué era eso que me iba a gustar? -Kamilla se hizo la dura, pero no pudo evitar sonreír mientras se sentaba a su lado. Lloth rió por lo bajo también, y señaló al horizonte con la mirada.
-Gannavar era un triunfador. Siempre decía que nos marcharíamos... que haríamos una vida nueva. Que si no nos habíamos ido ya, era por estos atardeceres que no se podían comprar ni con todo el oro del mundo -se sonrió a sí mismo, y la chica estrechó los ojos.
-¿Gannavar era tu hermano gemelo?
Lloth se mordió ligeramente el labio inferior por toda respuesta.
-No se puede ver el atardecer desde la profundidad del Quith. Allí abajo... siempre está oscuro... -musitó, y su vocecilla perdió fuerzas. No; aquello si que no. Kamilla se negaba a cargar con los dramas personales de nadie... también ella lo había pasado mal en la vida. Nunca le habían regalado nada.
-¿Por qué no te marchas tú? Podrías empezar en cualquier otro lado. Seguro que te las apañas bien. -La joven le concedió algunos segundos de paz personal, mientras él reflexionaba en silencio. Tenía los ojos, más profundos que nunca, perdidos en algún punto lejano. Los flequillos alborotados, y el ceño fruncido en un gesto meditabundo. Finalmente relajó la expresión.
-Sí. Es posible que me vaya. Pronto -concluyó.
Kamilla apartó la mirada de él.
De repente se sentía muy desanimada.


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By Rouge Rogue

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