Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
Si crees que pueden herir tu sensibilidad, por favor no continúes leyendo.
Gracias por visitar mi blog.

miércoles, 21 de marzo de 2012

CAPÍTULO 56: ASÍ QUE ERA ELLA

-¿Y bien? ¿Cómo ha ido la cosa? -Valiant estaba impaciente. Era puro nervio. Incluso se bebió de un solo trago el "té maravilloso" que le había traído Pony, con tal de que se marchase y los dejara hablar a solas. Allain suspiró, visiblemente más relajado. Se permitió desabrocharse un par de botones del tabardo para respirar mejor. Luego sonrió ligeramente.
-Estamos dentro.
-¿Estamos dentro? ¿He oído bien? ¡Estamos dentro! -el rata dio un bote en la cama de pura emoción, y se carcajeó, animado. Luego hizo una mueca de dolor incontenible por las heridas que aún no cicatrizaban. Aquello hizo reir también a Elric. -Esto va... viento en popa, amigo mío.
-¿Qué mierda es esa que te hacen beber, rubio? Parece que te vaya a matar antes que curarte -se acercó y ojeó el vaso con gesto altivo.
-No creas, no está tan mal... Me ayuda a dormir.
-Dios, huele a perro mojado -admitió el Mester, al acercárselo a la nariz.
-Y sabe peor, qué demonios. Hace una eternidad que no veo a Yara, ¿dónde está? ¿Está bien? Si vas a verla hoy...
-No, no lo creo -admitió el hombre. Ante la expectación del ratero, añadió: -Voy a irme un par de días de la ciudad. Tengo que resolver algunos asuntos... Imagino que el Vox estará deseoso de ponerme a prueba, y dentro de poco me lloverán encargos. Tengo que aprovechar.
-Ohm... No fastidies, ¿te vas ahora? ¡Te necesito!
-Pues vaya mierda de Príncipe de los Gatos... -se burló él. Recogió su mochila y se la echó al hombro. Se acercó a la puerta con una sonrisa maliciosa a modo de despedida. Luego cerró sin más, y Valiant volvió a quedarse solo. Odiaba aquellas heridas. Odiaba moverse tan lento. Lo hacían sentirse como un anciano.

La chica era tan bonita. Qué ojos tan enormes, qué pestañas. No era la clase de hermosura que se podría clasificar de exuberante, sino más bien una belleza suave, incipiente, de delicadeza extrema. Casi tierna, más bien. Allain suspiró y se cruzó de brazos. Se acomodó en el borde de la fuente; la veía ir y venir, con aquella escoba de palo en las manos. Barría un poco aquí, y un poco allá, la entrada de la posada. Debía tener unos dieciocho años mal cumplidos. El cabello castaño claro, ondulado en unas formas naturales perfectas. Al cabo de un par de minutos, la dueña del establecimiento salió con prisas.
-Lleida, sube a hacer las camas. La habitación cuatro se ha quedado libre -anunció, y volvió a meterse dentro. Ella miró en dirección al interior y aún barrió un poco más antes de dirigirse al edificio. En la entrada se topó con un señor del tamaño de un tonel que la pellizcó en el trasero. Ella se encogió, se agarró al palo de la escoba con más fuerza, pero no dijo nada. Puso cara de estar harta de aquello, y se escabuyó con prisas, mientras el gordo, y su no más atractivo compañero, se carcajeaban. Allain esperó a que la chica desapareciera de su vista y entonces se acercó a los hombres. Se plantó de pie delante de ellos, con los pulgares pendiendo del cinturón. Los tipos dejaron de reírse y pusieron cara de asco entonces.
-¿Qué miras, espantapájaros? -
-¿Te gustan los pellizcos, gordito? -sacó la mano despacio y la acercó a la mejilla del hombre. Le agarró la carne entre los dedos y tiró con suavidad del cachete. El tipo lo apartó de un manotazo.
-¿Qué coño estás haciendo, gilipollas? ¿De qué vas?
-Vamos; te hice una pregunta. ¿No respondes?
-Déjalo, está borracho -apuntó su amigo, restándole importancia al asunto.
-Escúchame, gordito. Si vuelves a tocar a esa chica te mato. ¿Lo entendiste, bola de sebo?-
El hombre le dirigió una mirada asustada y desconfiada. Al final se apartó de su lado despacio, caminando con el recelo de los cobardes, y cuando se sintió lo bastante lejos, pudo andar más deprisa. El Mester por el contrario, se dirigió al interior de la posada, y se acercó a la barra para pedir habitación.
-Sí señor, justamente acaban de dejar una libre -dijo la mujer, poniendo cara de agrado. -La número cuatro. No es muy luminosa; la ventana da a la pared del edificio de al lado, pero es la única...
-Es perfecta, gracias. ¿Cuánto es?
-Son cuatro cobres. Las habitaciones normales suelen ser cinco, pero dado el caso, siempre la rebajo un poco.
-Es usted una estupenda anfitriona, mi señora. Tenga usted -dejó las monedas en la mesa de madera, y puso rumbo a las escaleras. La mujer se sentía satisfecha consigo misma; él podía notarlo. Y por eso no le puso impedimento en subir mientras aún el dormitorio estaba a medio arreglar.
Y allí estaba ella, de nuevo. Ciertamente, la sala no era muy luminosa, pero sí acogedora. O tal vez era la presencia de la muchacha lo que la hacía reconfortante. Lleida estaba haciendo la cama, tan entretenida que no reparó en la presencia del Mester hasta que él se dignó a llamar en el marco de la puerta con los nudillos.
-¿Se puede? -preguntó, con falsa cortesía. Pero entró igualmente, sin esperar una respuesta. Ella se irguió y agachó la cabeza en señal de respeto. Allain dejó la pesada mochila encima de la cama, y fingió que le importaba en algo aquella habitación. -Mm... huele a flores. ¿Las has traído tú? -señaló el jarrón de la pequeña mesita. Lilas. La muchacha asintió despacio, y se atrevió a alzar la mirada para clavarla en el rostro de él. El hombre ancló los ojos en los de la chica, y después se acercó despacio, con la suavidad de quien no quiere alertar a otro con sus pasos. Alzó la mano con dulzura, buscando encontrar con la llema de los dedos el rostro de ella... que se apartó bruscamente.
-Shh, shh, no temas. No pasa nada... -bajó la voz. Tenía un cariz ¿dulce? Al final, ella se dejó acariciar, pero el corazón le latía con prisas. -Lleida... te llaman Lleida. Lleida; ¿Te acuerdas de mí?

Problemas y más problemas. Yara no se lo podía creer.
No sabía qué iba a hacer entonces, ¿cómo podía haber pasado? ¿Dónde estaba Allain? De nuevo había desaparecido; aquél idiota nunca estaba cuando más lo necesitaba. Y que los dioses bajaran del cielo si no lo necesitaba ahora. Volvió a dar otra vuelta por la habitación; aquella noche no podía dormir. Ni aquella, ni ninguna de las anteriores, desde que el hombre se marchó. ¿Hacía ya una semana larga? Parecía que le hubieran leído el pensamiento, cuando llamaron con suavidad a la puerta.
-¿Señorita? -inquirió una voz dulce. Yara se cerró la bata herméticamente y se acercó para abrir. Si bien aún no era medianoche, el servicio no solía pulular a aquellas horas por los pasillos, a no ser que hubiera algún motivo que lo requiriese. -La señorita me pidió que le informase tan pronto volviese el señor Elric.
-¿Allain? -Yara abrió los ojos, sorprendida, y luego salió con prisas de la habitación, casi corriendo por el pasillo.
-Señorita, debo avisarle de que el señor no viene so... -Yara ignoró a la joven. Bajó las escaleras hacia el recibidor principal, y cuando lo vio de espaldas, casi se abalanzó a él.
-¡Allain! ¿Dónde te habías metido?, te he espe... -Yara dejó la frase a la mitad. Cuando el Mester se giró para mirarla, descubrió la figura menuda de la chica, acomodada entre sus brazos. Ambas se miraron por un par de segundos. Yaraidell apretó los labios casi imperceptiblemente.
-Yara, te presento a Lleida. Supuse que no te importaría que se quedara a pasar la noche. Puede dormir en mi habitación, no ocuparemos más espacio -el hombre le sonrió a la chica y ella le correspondió bobamente. Le brillaban los ojos como si estuviese mirando directamente a un arcángel de negros cabellos, parecía tan prendada. Y el corazón de Yara se hizo una pasa y encogió hasta hacerse diminuto. ¿Qué pretendía haciéndole aquello? ¿No aprendía nunca de sus errores? ¿Dónde iba con una niña como aquella? Todo pasaba de castaño oscuro.
-Por supuesto, Señor Elric, puede usted hospedar en mi mansión a todas las mujeres que encuentre en el camino. Espero que disfrute su estancia y lo encuentre todo de su agrado -respondió, mordazmente. Luego se dio la vuelta para volver escaleras arriba, hecha una fiera.
Allain, caraculo.
Idiota, idiota, idiota.


---------------
By Rouge Rogue

No hay comentarios:

Publicar un comentario