Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
Si crees que pueden herir tu sensibilidad, por favor no continúes leyendo.
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miércoles, 23 de noviembre de 2011

CAPÍTULO 51: EL PRECIO A PAGAR

El legado de Synister Owl había sido una estela de sangre, dolor y muerte. Había servido a Syrtos con cada poro de su piel hasta el último aliento, y al morir, aún le regaló un alma corrupta a la que torturar durante unas largas eternidades.
Amén de aquello; dejó dos espadas.
Dos hojas tan simples, que pasarían inadvertidas a ojos mundanos, pero cuyo precio real sería difícil de calcular incluso para los tasadores más expertos.
Desdicha; la hoja de la miseria. Se alimentaba del mal de las almas de las personas, y como un lobo hambriento, las devoraba con avidez. Si no se manejaba a Desdicha con la suficiente maestría y temple, la espada se volvía contra el guerrero, y lo consumía.
Discordia; la espada del conflicto. Portaba consigo las sombras y las tinieblas, y los más oscuros y secretos temores de los hombres. Si una mano débil la empuñaba, corría el riesgo de quedar atrapada para siempre en sus propios miedos, para no regresar jamás a la cordura.
Ambas eran peligrosas; ambas eran destructivas.
Por sí solas requerían de todo un enorme talento para dominarlas.
Synister Owl las había blandido juntas.
No era de extrañar, por ende, que se hubiera convertido en el principal avatar del Círculo, el Mester más temido de Kandalla, y algunos lo habían catalogado como el hijo bastardo de Syrtos, escupido al mundo de los hombres para traer el caos y la destrucción.
No andaban del todo desencaminados.
Lo cierto era que Synister Owl se hizo con las espadas gemelas en una pequeña isla del norte de Kandoria, tras años de investigación y búsqueda, y de desentramar los misterios ocultos del túmulo profundo. Cómo consiguió el Synister aquella información; quién forjó las espadas, y por qué permanecían ocultas en el culo del mundo, eran preguntas que Allain había formulado en su día, pero que habían obtenido alguna evasiva por respuesta. A veces, incluso una bofetada.
Al final las armas habían encontrado nuevas manos que las blandieran. Almas más jóvenes y pecaminosas, más vivas y con ganas de arrasar de las que restaban al Synister en sus últimos años de vida. Quienes desconocieran la verdadera historia, habrían visto un acto cruel y despiadado en el asesinato del Mester, pero Allain sabía que aquellos impulsos que lo empujaron a hacerlo fueron algo mucho más profundo y oscuro que una simple reacción humana. El poder de las espadas lo había embaucado; lo había arrastrado sin remedio a cometer aquél pecado atroz después del cual, las armas se habían sentido de nuevo vigorosas.
En manos de los jóvenes podrían, de nuevo, devorar.
Yaraidell tenía el gesto serio, y se habría deshecho en preguntas, pero la actitud de Allain denotaba que era mejor no sacarlo de sus recuerdos, ahora que se había atrevido a empezar a hablar. La chica se hizo eco del desasosiego que crecía en su propio pecho. De repente, el hombre se había convertido en algo más. No era ya sólo la figura de un cazarecompensas aclamado, un mercenario con algo de merecida fama. Era un mito fuera de toda comprensión posible; ¿espadas legendarias? ¿dioses? ¿avatares?
-Hay algo que no entiendo... -murmuró por lo bajo. Elric la miró con actitud sarcástica. -Si tan poderosas son esas espadas... y... si están en vuestras manos... ¿Por qué no usarlas para destruir el Círculo? Acabar con todos vuestros detractores de un plumazo, y a otra cosa mariposa -le dedicó un gesto cargado de inocencia que iba perdiendo fe en cuestión de segundos.
-No sabes nada, ¿eh? -lo dijo sin tono de burla, pero le revolvió el cabello como si fuera una cría. Ella se quejó. -¿Te crees que por tener la espada de Syrtos puedo jugar a ser un dios? Hay cosas que no deberían juzgarse tan a la ligera.
-Explícate -arrugó el morro, mientras se recolocaba el peinado.
-Synister Owl sirvió durante largos años a las espadas, y al final... Ellas lo asesinaron. -Encaró a Yara con gesto exasperado. -Sé que suena absurdo, pero no lo hicimos nosotros. Las espadas querían ser encontradas, reclamadas por un nuevo dueño. Synister había decidido dejar de usarlas, porque había comprendido... En fin, debió haber comprendido algo que yo aún no he desentrañado. Es posible que el uso de estas espadas conlleve un precio a cambio.
-¿Un precio? ¿Qué clase de precio...?
-No tengo ni idea. Probablemente, siempre que la uso estoy pagando parte de ese precio que desconozco. Si por el contrario escogiese abandonarla, mi destino sería el mismo que el de mi maestro. Puede que eso sea parte del coste, después de todo. Ser un esclavo de la voluntad de Desdicha, hasta el día en que ella decida poner fin a mi vida.
-¿Y si se la entregases al Círculo? No estarías abandonándola -Yara dio un paso al frente y puso sus manos sobre las de él, en un gesto desesperado. Los ojos de Allain la miraron desde un insondable infinito.
-Cuando la espada cambia de mano, debe hacerlo por voluntad propia. De otro modo, cualquiera que la toque expone su vida gravemente.
-¿Y no hay un modo de que ella... ello... "eso", quiera cambiar de mano? -La joven parecía empeñada en encontrar una solución viable. Allain sopesó la idea un par de segundos, y respondió:
-Está jodidamente encaprichada. Creo que se ha colado un poco de mí -bromeó, y su sonrisa resultó extrañamente juvenil.
-¿Cuál es la salida, entonces...? -la chica desistió.
-Bueno. Esa es la misma pregunta que me hago cada día, desde hace algunos años. Y ahora, ¿me das mi beso? -puso cara de besugo, formando con los labios un puchero. Yaraidell comprendió que Allain pensaba dar el tema por zanjado. No podía quejarse; posiblemente era la primera persona a quien el Mester contaba su historia. ¿Pero de qué le servía, si no lo podía ayudar? Estrechó los ojos, y los clavó en los de él. Cuántas preguntas sin responder, cuántos misterios. ¿Cómo acabaría la historia para Allain? ¿Lograría deshacerse de la espada maldita? ¿Perecería en el intento, o por el contrario arrastraría a miles de inocentes antes de consumirse por completo? Las posibilidades eran aterradoras, aunque no era ella quien cargaba con aquél peso. Y allí estaba él, sonriéndole despreocupadamente, con una actitud de chulo insoportable, y pidiéndole un beso. Un beso.
Allain, cómo debió ser tu vida, que ni morirte te importa un bledo.
La muchacha acabó por cerrar los ojos con un gesto de paz envidiable. Tenía las mejillas encendidas por la brisa fría de la mañana, y el cabello arremolinado por el viento. Estaba muy hermosa; parecía una muñeca de porcelana.
Aguardó pacientemente a que él la besara, pero no ocurrió.
Tres segundos.
Cinco.
Lanzó un suspiro.
Cuando abrió los ojos, inquisitiva, Elric había desaparecido.

-Esta carta la ha traído un chico de los Cuervos. Dijo que era importante -Pony dejó el pergamino sobre el regazo de Valiant, y él no perdió ni un segundo en desenrollarlo. Buscó automáticamente la firma; una doble K volteada sobre su propio eje, y el chico sonrió.
-Las cosas van a empezar a sonreírnos, Pony -leía con rapidez las escasas líneas del mensaje. No era una gran carta, pero la idea principal era lo más importante. Más allá de todo lo que pudieran expresar las palabras, aquella doble K denotaba que King Karoth había vuelto. A aquellas alturas, el Rey Gremmet estaría muerto, los Cuervos habrían recuperado su autonomía. Serían un cabo suelto de las zarpas del Círculo, y mientras intentasen amarrarlos de nuevo, los Gatos tendrían tiempo de actuar. Lo primero era responder a aquella petición de Karoth para encontrarse en persona. La alianza entre los Cuervos y los Gatos los beneficiaría a todos, pero tendría que vigilar para no ser traicionado y vendido al Círculo.
-¿No estarás pensando en levantarte? Aún no estás recuperado -lo acuchilló la chica con una pequeña dosis de realidad, hecho que él había pasado por alto.
-Estaré bi...
-Envía a otro en tu lugar.
-Pony, deja de...
-No y no. Se acabó, Valiant, estoy harta. Si sales por esa puerta, no vengas más. Me siento estúpida intentando cuidarte una y otra vez para que ni siquiera pongas interés en curarte. Me preocupo por tí, ¿sabes? -hizo un puchero tan adorable, que no pudo más que sentirse culpable por ello. Resopló, con fastidio, y se dejó recaer sobre los almohadones de la cama.
-Está bien, llama a Kamilla entonces... -hizo un gesto con la mano, y Pony sonrió de nuevo con felicidad.
-Oh, enseguida. Pero ahora está ocupada con el chico de los Cuervos. Tenía mucho interés en verla.


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By Rouge Rogue

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