Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
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miércoles, 30 de noviembre de 2011

CAPÍTULO 52: EL INVASOR

El primer cliente del día salió de la habitación con paso firme, intentando parecer señorial.
Kamilla supuso que se trataba de un hombre de clase media, y además casado. Para algunos, resultaba demasiado notorio ausentarse de sus casas por las tardes, y aprovechaban los escarceos en horario de trabajo para visitar el burdel sin que sus esposas pudieran sospechar. Al menos, eso pensaban ellos. Los muy infelices deberían aprender que una mujer siempre sabía cuándo su marido había estado con otra.
Apenas tuvo algunos minutos para asearse.
Ni siquiera se molestó en calzarse la ropa; su siguiente cliente entró en la habitación y ella lo recibió con la bata fina anudada bajo los generosos pechos. El muchacho puso gesto de impresión nada más verla, complacido, y sonrió con picardía. Cerró la puerta con suavidad tras de sí y se deshizo de la capucha que lo cubría. Llevaba un pañuelo negro ocultando la mitad superior del rostro, con dos agujeros para los ojos a modo de antifaz. La camisa blanca y holgada, se ajustaba a sus muñecas con los brazaletes de cuero, y a la cintura con un fajín acordonado. Luego caía formando unos bonitos faldones sobre sus piernas. Tenía el aspecto del líder de un grupo de bandoleros, pero no había barro del camino en sus botas. Era un rata de ciudad.
-Buenos días, mi señor -la prostituta se mesó el cabello largo y oscuro, tan negro como la noche misma, y lo acomodó sobre sus hombros morenos. Tenía un aspecto salvaje; sensual y arrebatador. Llevaba los carnosos labios pintados de rojo pasión.
El joven silbó por lo bajo, piropeando toda aquella belleza. Se acercó caminando con resolución, sin apartar los ojos de ella, y la muchacha sonrió, orgullosa.
-Vais a hacer que me ruborice...
-No era mi intención, pero visto lo visto... me lo estoy planteando- cuando Lloth se quitó el pañuelo y clavó los ojos castaños en los de ella, Kamilla sintió que se le venía el alma a los pies. La expresión de la mujer cambió por momentos, pasando de la incredulidad a la confusión en milésimas de segundo. Entreabrió los labios, tratando de respirar, e hinchó el pecho. Pues claro, ¿Cómo había sido tan idiota de darlo por muerto? ¿No era, a fin de cuentas, uno de los Cuervos de Karoth? Lo había subestimado por completo. ¿Y ahora? ¿Qué venía ahora? ¿Qué podía decir, si se le habían roto todas las defensas?
-Yo también me alegro de verte, Gata. Sólo quería asegurarme de que llegaste de una pieza -sonrió. Y dioses, su sonrisa era perfecta. Una sonrisa de imbécil y cretino, pero perfecta. El corazón le bombeó deprisa; tanto que se sintió mareada. Por un instante, alzó la mano buscando un punto de apoyo, pero la llevó deprisa a su cintura, y puso los brazos en jarra.
-Por supuesto, ¿por quién me tomas?
-Cierto; la novia de Valiant Cross debe tener algunos recursos en la manga... Y en el escote, por lo que veo -clavó los ojos en los pechos de ella. Kamilla se indignó, de algún modo, y cerró la bata tanto como le fue posible, y más.
-Estoy estupendamente, gracias por tu interés. Y ahora si me disculpas, tengo mucho trabajo -se apartó de su lado y se encaminó con prisas hacia la puerta. Iba descalza, y los pasitos cortos hacían que su grácil figura se contonease de manera casi adorable mientras andaba. Lloth sonrió, pasándose la mano por el pelo, recogido en la pequeña coleta. Luego se desabrochó el primer botón de la camisa.
-¿De manera que eso es todo? ¿No vas a darme ni las gracias?- Kamilla se detuvo para mirarlo, y estrechó los ojos. No perdió de vista el movimiento del rata, y se sintió crispada por instantes. -Te salvé la vida, ¿no me merezco aunque sea un revolcón...?
-¿No habías venido a ver si me encontraba bien? -ella sonrió con ironía, y Lloth puso los ojos en blanco. Lo había pillado. -Entérate. Mi cuerpo le pertenece a Valiant. Quienquiera que desee tomarlo, debe pagar por él. Si quieres que te demuestre lo agradecida que estoy por lo que hiciste, te haré llegar alguna chica; yo misma la pag...
-¿Cuánto cobras? -él la interrumpió, mientras sacaba el fardo de billetes del bolsillo interior. La muchacha lo miró con incredulidad. No podía... no. Había esperado ser lo bastante disuasiva. No pensaba acostarse con uno de los Cuervos. No con él.
-Estás de broma...
-¿Tratas así a todos tus clientes? Me gustabas más cuando no sabías que era yo.
-Vete cagando leches a alguno de los burdeles de tu zona, idiota -escupió las palabras con desdén. Lloth se rió.
Cruzó la sala, y cerró de nuevo la puerta que Kamilla había abierto para salir, sin quitar la mirada de ella.
El pecho de la joven se agitó, cuando se acortaron las distancias entre ambos. Acercó sus labios con suavidad a los de la fulana, pero no fue correspondido. Kamilla giró el rostro, en una última negación silenciosa.
Llothringen perdió su mano recia en el interior de la bata de la chica, con dulzura, y comenzó a acariciarle los pechos.

Fargant Mil Cuchillos estaba mal sentado en la silla de la recepción del prostíbulo. Tenía los pies puestos sobre la mesa, y jugueteaba con un puñal. Lo hacía bailar entre los dedos, una y otra vez, y se deleitaba con el tacto del acero helado, hasta que la punta demasiado fina escindió su piel y la sangre manchó la hoja. No se inmutó siquiera; le dedicó una mirada vacía a la diminuta gota escarlata que resbalaba por el tercio, pulido como un espejo, e iba a caer después al suelo. Una de las furcias de Burt lo miraba con verdadero asco.
Él se ajustó la capucha, y escondió la cara.
La mayoría de las mujeres expresaban inquietud cuando veían su rostro. Él podía sentirlo; se preguntaban qué clase de vida debía haber llevado un hombre como él, y eso lo molestaba. Se diría que le resultaba imposible disimular toda la maldad que lo corrompía por culpa de aquellas cicatrices. Era feo por dentro y por fuera.
Cuando Burt Founder apareció, ataviado con la bata de seda oscura, a Fargant no le cupo ninguna duda de que había estado follando. Conocía aquella expresión de vicio, y por el brillo de sus ojos, supo que seguía encendido. Lo había interrumpido en pleno coito. Aquello le propició una pequeña satisfacción, y aún pensar en la noticia que debía transmitirle, le hizo dibujar una sonrisilla.
-Fargant. Más vale que lo que tengas que decirme sea importante -lo amenazó de entrada. El joven clavó la mirada en la de él, y el noble adoptó una postura más condescendiente.
-No mucho, en realidad. Tu hijo está muerto. Lo asesinaron unos ratas inmundos.
Se hizo el silencio algunos segundos.
La estupefacción de Burt dio a entender a Fargant que el hombre no acababa de creerse lo que oía, así que se puso en pie con intención de marcharse de allí.
Las piernas del noble temblaban ligeramente.
Fargant sólo se detuvo para mirarlo de reojo.
-Ah, por cierto. Synister volverá al Círculo.
Luego se marchó, deleitándose en las mieles de su pequeña -pero aún no finalizada- venganza.

Lloth la empujaba despacio.
Jadeaba cerca de su oído; cada respiración de él le ponía la piel de gallina. Apretaba con una suavidad contundente; abría su cuerpo y se desplazaba por su interior, se estrechaba apenas un segundo contra ella, y volvía a retirarse. Una y otra vez.
Tenía el cabello revuelto; la cola medio deshecha.
Su cuerpo era el de un hombre joven; apenas un muchacho que hubiera pasado cortamente la veintena, pero torneado y de hermosas formas. Los músculos de su espalda se dibujaban de un modo sensual, trazando un arco suave siguiendo su columna, para acabar en unos glúteos redondos bastante prietos. Kamilla cerró los ojos.
Había algo quemándole en el pecho; y no era la elevada temperatura de la piel de su amante.
No importaba que él hubiese pagado por tenerla, se sentía como si estuviera faltando a lo que creía que era lo único que podía ofrecer a Valiant. Una fidelidad bastante cuestionable.
Lloth la estaba usando, seguramente porque pensaba que era la novia del Príncipe de los Gatos, y aquello se le antojó cruel. Entristeció el gesto durante una fracción de segundo, pero el muchacho no le concedió la paz que hubiera necesitado. Se alzó, apoyado sobre sus manos, para embestirla con más fuerza. Kamilla se agarró a las sábanas y trató de aguantar los achaques. El dolor era soportable.
La humillación; no.
Al final, él se corrió enseguida. Posiblemente no se hubiera alargado el acto más allá de diez minutos, pero para la joven fueron más que suficientes. Aún mientras él jadeaba de cansancio, lo apartó de encima con prisas y buscó su bata a tientas. Lloth se tumbó bocarriba en la cama, agotado, pero más sorprendido.
-¿Qué? -pudo articular entre resollos.
-Nada.
-¿Cómo que nada?
-Está bien -trató de recomponerse.- Espero que haya disfrutado de nuestro servicio. Por favor, vuelva pronto.
-Bueno, pensé que...
Pero la joven hizo un gesto con la mano, sin dejarle hablar. Se calzó los delicados tacones y salió de la habitación con prisas.
Olvidó recoger el dinero.


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By Rouge Rogue

1 comentario:

  1. Aquí está bueno hasta el caracortada de Fargant. ¡Es el paraíso echo novela!

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