Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
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viernes, 18 de noviembre de 2011

CAPÍTULO 50: EL COMIENZO

Las cosas habían cambiado en las calles en cuestión de una semana más de lo que hubiera hecho en los últimos veinte años. Tanto, que cuando Valiant abrió los ojos aquella mañana, no tenía idea de lo que se iba a encontrar.
La habitación era bastante amplia; la cama grande. Todo en la decoración resultaba pomposo y recargado; la alfombra ribeteada, la colcha bordada, las cortinas con flecos, los muebles de formas florales. Comprendió enseguida que se trataba de los cuartos íntimos de uno de los prostíbulos del dominio de los Gatos.
La cabeza le dio vueltas.
Apenas sí lograba recordar cómo había llegado hasta allí, y tenía la vaga sensación de que había dormido demasiado. Cuando intentó moverse, un agudo pinchazo lo laceró de arriba a abajo, recorriéndole la columna vertebral. Habían cosido el enorme corte, no con mucha maña pero con buen resultado. Al menos no parecía que se fuese a infectar. Se puso en pie con un esfuerzo visceral, que le costó un mareo tan grande que creyó que vomitaría, y arrastró la pierna rota hacia la salida. Sin embargo, antes de tocar la puerta siquiera, ésta se abrió, y la figura grácil y exageradamente femenina de Pony entró al dormitorio. Al descubrirlo allí de pie, casi le dio un soponcio.
-¡Valiant! ¡No puedes moverte de la cama!-dejó la bandeja del desayuno en la mesita de noche y se apresuró a asistir al muchacho, agarrándolo por un brazo para que apoyase su peso en ella.
-¿Y qué estoy haciendo, eh...? -su voz sonó algo rota, tras tantas horas sin hablar. Tosió como si hubiera tragado polvo.
-Anda, no hagas tonterías. Estás muy malherido. El médico dijo que tu estado era pra... proc...
-Precario -atinó a dar con la palabra antes que ella. Pony no era tan lista como Kamilla, pero por el contrario rebosaba humanidad y sencillez en todos sus gestos. Lo sentó en el borde de la cama y le tocó la frente para comprobar su temperatura. Su ruborizó cuando descubrió que él la miraba a los labios y perdía después sus ojos por el escote que se adivinaba bajo la bata que llevaba ella.
-Debe haberte dolido mucho... -musitó con verdadero cariño. Le acarició el rostro, y luego pegó la mejilla al hombro de él, con suavidad, para evitar rozar ninguna de sus heridas. -Debe haber sido horrible... los odio, los odio a todos. Odio a cualquiera capaz de hacerte daño.
-No fue nada... -en comparación a lo que podría haber sido, pensó. Recordó el instrumento con forma de lágrima de metal acariciando su culo, y se encogió sobre sí mismo. Le dolió todo el cuerpo.
-Túmbate, ponte cómodo. Te he traído el desayuno, y algunas nuevas que seguro que te interesará conocer.
-Gracias -sonó aquejado, pero eran sinceras. -Antes de nada, ¿dónde está tu hermana?
Pricia miraba el chorro de té humeante que caía en la taza mientras lo servía. Estaba distraída, y el flequillo no cubría bien la enorme marca de su cara. Valiant se entretuvo analizándola, hasta que ella respondió.
-A salvo- dijo, sin más, y le sonrió.

Allain lanzó una mirada furibunda hacia el infinito, entretenido en las formas del paisaje. Yaraidell jugaba a enrrollar uno de sus rizos pelirrojos en su dedo, mientras sopesaba qué decir.
-¿Qué piensas hacer ahora? -rompió el silencio finalmente el mercenario.
-No lo sé.
-¿No lo sabes? Eso es un mal asunto... -buscó en el bolsillo del pantalón. El tacto del paquete de tabaco lo relajó enseguida, y se sintió reconfortado mientras se llevaba el cigarrillo a los labios.
-Quiero decir que no sé qué papel me queda en todo esto- Yara se acercó también a la baranda del balcón, y posó las manos con delicadeza sobre el mármol, acompañando al hombre en el gesto.- Pero lo que tengo claro es que quiero formar parte de vuestra causa. He dejado mi hogar, lo poco que me queda de familia, e incluso a mi prometido. Me he apartado de los caminos de la legalidad, he hecho cosas... cosas horribles -sintió un escalofrío al recordar la sangre de aquellos hombres manchando el cuchillo que ella empuñaba.
El Mester exhaló una densa nube de humo, deleitándose en la contaminación que llenaba sus pulmones. Quizá algún día aquello lo mataría. Sería un final demasiado amable para lo que creía merecer, pero de igual modo le hacía ilusión imaginar una muerte digna, como no lo había sido su vida.
-Lo tenías todo. Muchos habrían dado sus piernas por ser tú, y sin embargo lo has tirado todo por la borda. ¿Por qué?
-Por mis ideales. ¿Acaso el dinero y el poder lo son todo en la vida?
-Tus ideales no te mantendrán cuando estés muriendo de hambre en las calles.
-Pero nadie volverá a elegir por mí -la chica lo miró a los ojos, con pasión, completamente convencida. Tanto, que él no pudo objetar nada más. -Dime, Allain, ¿tú te cambiarías por mí? Si pudieras elegir, ¿dejarías la vida de las calles para acomodar tu culo peludo en el sillón presidencial de una mansión lóbrega y solitaria?
-Mi culo no es peludo... -se quejó él.
-Uhm. Bastante.
-¿Tú crees...?
-Responde -lo presionó ella, y el hombre suspiró.
-No, no lo haría -admitió. -Sería como pretender convertir a un chacal en un perrito de compañía. Imposible.
-Algunos hemos nacido chacales -Yara se giró hacia él, con la mirada repentinamente brillante. Su mano se escapó al pecho del mercenario y se apoyó allí, con suavidad. Allain bajó la vista a los dedos de la chica, y luego la subió de nuevo.
-¿Pezoncitos...?
Por un instante creyó que ella lo besaría. Tan embelesada se sentía, tan perdida dentro de los ojos de él, que la distancia entre ambos se acortó considerablemente. Quizá si él no se hubiera movido... pero instintivamente sus manos se agarraron a las caderas de la muchacha, y para cuando sus rostros estaban tan cerca, ella reaccionó, y agrió el gesto.
-Que no me llames así, caraculo- le dio un leve empujón que lo apartó, y se giró para disimular que se había ruborizado. ¿En qué estaba pensando...? Dioses, ¡era Allain! -Y ahora explícame qué fue aquello que ví en el castillo -juraría que tenía la cara caliente, pero no se atrevió a tocársela, por no delatarse. El mercenario enseguida se amoldó al cambio de conversación; como si no hubiese reparado en el detalle del momento amoroso.
-¿De qué hablas...?
-Ya sabes de qué hablo.
-No, de veras. ¿Qué viste en el castillo?
-No juegues conmigo, Elric -lo encaró y le apuntó con el dedo, pero él rió, divertido. -Nunca te había visto así. Era como si... como si... -Yara hizo aspavientos con las manos, sin lograr expresarse, pero parecía emocionada al recordar la escena. Entonces adoptó un cariz teatral y misterioso. -Todo estaba oscuro... el sonido de las espadas repiqueteaba por toda la torre... corrí descalza por el pasadizo, había perdido la orientación, y me detuve a través de la pared. Por el pequeño agujero distinguí las figuras relampagueantes de tres guardias con armadura. Por la escalera aparecieron dos más. Y luego tú... -hizo un paro, estrechando los ojos. Buceaba en su memoria.- Tu mirada rezumaba poder, todo era tan siniestro en tí.
-Sólo viste un hombre blandir su espada con maestría. Eso es lo que viste.
-No -ella lo interrumpió. - Yo sé lo que vi, aunque no pueda explicarlo. Aquél escalofrío sería imposible de olvidar.
Allain suspiró, sin perder la sonrisa de autosuficiencia.
-Valiant me dijo que eras un Mester, y nunca había comprendido del todo a qué se refería. Creo que empiezo a adivinar...
-Un Mester nunca habla de su trabajo, pequeña. Si lo hiciera, tendría que matarte.
-Siempre con evasivas. ¿Por qué no puedes ser franco conmigo?
-Me echaste en pelotas de tu casa, ¿se supone que te debo algo?
-Si no fuera por mí, seguirías allí encerrado -ella se cruzó de brazos, molesta.-Posiblemente, muerto.
-Enserio, ¿piensas que te necesitaba para escapar? Niña, no sabes nada -el hombre se pasó la mano por la nuca, revolviendo el cabello largo y oscuro. Luego hizo ademán de darse la vuelta para marcharse. Ella lanzó su última moneda al aire.
-Te daré un beso -lo atajó, antes de que pudiera irse. Él se detuvo, sonriente, y la miró de soslayo. Al final, accedió.
-Está bien... -dijo. -Te lo contaré a cambio de un beso, Y -recalcó- de una promesa.
-¿Qué promesa? -ella dio un paso al frente, dispuesta a acceder a lo que él pidiera, con tal de desvelar aquél misterio.
-La promesa de que si cuentas esto a alguien, te mataré.


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By Rouge Rogue

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