Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
Si crees que pueden herir tu sensibilidad, por favor no continúes leyendo.
Gracias por visitar mi blog.

martes, 15 de noviembre de 2011

CAPÍTULO 48: UN AS BAJO LA MANGA

Los chicos se habían puesto sumamente nerviosos. Aunque aún seguían camuflados cerca de las esquinas oscuras de los edificios, era sólo cuestión de tiempo que alguno de los soldados que pasaban corriendo los descubriese.
Y entonces morirían, todos.
-Se acabó, me largo -dijo uno de ellos, y se giró de cara a la columna para intentar escalar. Apenas con un ágil salto se encaramó en una de las piedras del muro gris, pero no llegó más allá. Lloth lo agarró por el chaleco y tiró de él hasta hacerlo caer al suelo.
-No nos vamos a ir sin Karoth -sentenció, con un brillo fiero en la mirada.
-Están perdidos, gilipollas. No voy a morir por nada -el otro se retorció tratando de ponerse en pie pero Lloth dirigió la punta de su daga al cuello sucio del muchacho, con aire amenazador.
-O te quedas con riesgo a morir. O te quedas muerto.-
Los mechones de cabello castaño claro que se escapaban de su cola baja mal recogida le tapaban en parte el rostro, pero era fácil apreciar desde aquél ángulo el perfil bien dibujado del joven. Kamilla se sorprendió sonriendo levemente ante el gesto del Cuervo. Su interlocutor gruñó.
-Si nos separamos nos harán una presa fácil. No conocemos el castillo. Tenemos que movernos sabiendo dónde pisamos -apuntó Dallas.
-Y una mierda -masculló el chico desde el suelo, por lo bajo.
-Deberíamos buscar un punto alto para salvar las murallas -sugirió un tercero.
-Llevamos heridos, y... -el joven miró directamente a los pechos de Yara, que no hizo por cubrirlos. Se enfrascaron en una pequeña discusión que, de haber estado Karoth, nunca hubiera sucedido. Lo malo de un ejército sin ley era el descontrol. Y el descontrol equivalía a la derrota.
Antes de que pudieran siquiera darse cuenta, y sin haber podido tomar una decisión final, un candil los estaba alumbrando directamente.
-¡Los he encontrado! ¡Son ellos! -gritó uno de los guardias. Y los ratas hicieron lo que mejor sabían: correr.

Desdicha cortó los barrotes de la celda como si fueran de gelatina. Karoth no podía dejar de asombrarse. Había tratado de sopesar, en base a su no poca experiencia, qué decisión tomar respecto a Allain. Concluyó que lo necesitaba con vida para salir de allí, y aunque no estaba convencido de que no se fuera a arrepentir en el futuro, era mucho más importante pensar en el presente. Si lo cogían de nuevo, no podría volver a escapar.
La figura abultada e inconsciente, al fondo de la celda, era Valiant. Se encontraba tirado en el suelo, en alguna extraña postura antinatural, de lo que el Mester no tardó en inferir que tenía varios huesos rotos. Sin prolongar demasiado su examen, lo cargó en peso muerto y se lo echó sobre los hombros. A su espalda, el Cuervo estrechó la mirada, analizando también al líder de los Gatos, sin dar crédito a sus ojos.
-Monstruos... Naien dereth sh'ur -blasfemó en kandoriano por lo bajo. Para su sorpresa, cuando Allain pasó por su lado correspondió a sus insultos con palabras de sosiego.
-Se recuperará -resolvió, y volvieron a poner rumbo por los corredores, el joven sureño abriendo paso por si alguna repentina amenaza los asaltaba, y el Mester tratando que el peso de Valiant no supusiera un impedimento al movimiento en el hombro que le quedaba sano. Sin embargo, y contra todo pronóstico, el camino estaba libre. A excepción de los cuerpos de aquellos hombres que habían derrotado con anterioridad, la vía estaba vacía, y la puerta de salida, abierta. Fueron prudentes al abandonar el edificio y lo hicieron sólo después de cerciorarse de que nadie miraba hacia allí. Como temían, los habían descubierto, y el resto del grupo había desaparecido.
-Estupendo, tu gente se ha dado el piro.
Karoth desplazó la vista rápidamente por todo el patio; que parecía un hervidero de fantasmas pululando por doquier. Las armaduras metálicas de los guardias arrancaban destellos por la luz de los candiles de sus propios compañeros que pasaban con prisas de un lado a otro. ¿Por dónde habrían ido los otros? ¿Los capturarían?
-Vas a tener que cargar tú con el fardo -sentenció el Mester, tras sopesar sus posibilidades, y le pasó el cuerpo de Valiant al chico. Sorprendido, Karoth pretendió chistar. Por todo su honor de Rey Irithí, se habría negado si no fuera porque lo que vio a continuación lo dejó estupefacto. La sangrante herida en el hombro de Allain pareció cerrarse momentáneamente. La piel se regeneró a una velocidad que debía ser antinatural, y sus tejidos se buscaron para entrelazarse como una red hasta cerrar el corte profundo por completo. Bajo la sangre que lo manchaba, su cuerpo volvía a estar sano. Allain hizo crujir los nudillos y estiró el cuello como si se preparase para entrar en batalla. Su mirada se oscureció.
Karoth no habría sabido explicar de qué se trataba.
Aquellos ojos se volvieron negros como piedras de zirconio y su rostro se apagó ligeramente. Parecía haber sido alumbrado con una poderosa luz proveniente del suelo, por cuanto las sombras se proyectaban de forma tétrica en él, dibujando sus ojeras, sus pómulos. Tenía el inquietante aspecto de un muerto viviente, si esque tal cosa podía existir. El kandoriano trastabilló hacia atrás, y estuvo a punto de caer de culo.
-Despejaré la vía principal para tí y sacaré a todos los que encuentre con vida de aquí. Pero tú, encárgate del príncipe de los Gatos, o juro que te encontraré, allá donde mores.
Luego echó a correr.
Y aquello sí que era correr; no lo decía de valde. ¿Podía un hombre humano moverse a aquella velocidad? ¿Quién era aquél tipo, por todos los dioses? Apenas pestañeó; Allain ya no estaba allí.
Los gritos no tardaron en escucharse desde el castillo.

Kamilla no podía creer que se estuvieran metiendo directa, y voluntariamente, en la boca del lobo. Las damas de la limpieza proferían gritos exaltados mientras se apartaban a su paso, cerrando los ojos con auténtico pavor. ¿En qué momento se habían separado del resto? ¿Qué había sido de Allain, y Karoth? ¿Habrían encontrado a Valiant; lo sacarían de allí con vida? Se maldijo de nuevo a sí misma cuando tropezó con el escalón y cayó de bruces.
-¡Joder! -Lloth se giró para mirarla y en sus ojos había premura. Ella no se permitió demoras y volvió a subir a toda prisa, aunque le dolía la rodilla. No debería haber dejado los burdeles, este era el trabajo de los ratas de calle, y ella hacía demasiado tiempo que vivía amparada por la seguridad del prostíbulo. Ahora se sentía como un lastre, siguiendo los pasos del muchacho, que era bastante más rápido que ella.
-¡Estamos subiendo! -se quejó, sin lograr encontrar escondite para sus temores. Los guardias los seguían por las escaleras en espiral con dificultad; no en vano sus pesadas armaduras les frenaban el avance.
-Eres jodidamente aguda, chica -chistó él, y viró a la derecha cuando alcanzó el último piso, adentrándose en el corredor.
-Y tú... jodidamente... gilipo...
-Ahorra energías -una oronda señora abordó el pasillo con un cesto cargado de sábanas blancas. Al verlos pasar a toda prisa, tiró la cesta al suelo y trató de apartarse a tiempo, pero Lloth la arroyó a su paso y la hizo caer. Luego se adentró en la enorme habitación por la que había salido la dama, y cerró la puerta tras de sí.
Paseó los ojos con prisas hasta dar con un candelabro de metal. Atrancó la puerta y se pasó las manos por la cara, sudoroso.
Kamilla jadeaba por el esfuerzo, justo a su lado. Lo miró con cara de ¿y ahora qué?. El chico no tardó en girarse hacia el enorme ventanal con balaustrada que presidía la habitación, y abrirlo de par en par.
-Saldremos por aquí -dijo, asomándose. Abajo, el suelo se encontraba a una distancia de cuatro pisos. A Kamilla no le pareció muy brillante, y sintió un pequeño acceso de ira.
-¿Sueles hacer esto a menudo? Lo de tirarte y volar, digo -lo acuchilló con la mirada, y él frunció el ceño.
-Eres insufrible, gata. Tendrás que saltar.
Un estruendo sordo los sobresaltó cuando las puertas amenazaron con abrirse. El candelabro resistió la embestida; era de hierro macizo. Sin embargo, las asas de la puerta no podían decir lo mismo. Quizás dos o tres empellones más y saltarían por los aires. Entonces los capturarían.
-Pero, ¿cómo? -Kamilla puso un pie, dudosa, sobre la barandilla.
-Desde aquí podrás alcanzar el muro del patio y salir del castillo -lo señaló en la oscuridad. Conque era eso. No era tan cabestro, después de todo.
El segundo empujón fue mucho más fuerte, y una de las asas se desprendió y cayó al suelo. La otra resistió poco más, pero la puerta se abrió por fin y los soldados entraron en tropel.
-¡Que no escapen! -gritó uno de ellos, y arrojó su lanza contra los muchachos. Kamilla gritó, creyendo que la impactaría de lleno, pero Lloth asestó una cuchillada limpia al aire y la desvió lo suficiente para que pasase a pocos centimetros del rostro de ella.
-¡Date prisa, no soy muy buen espadachín!- se quejó, el maldito. ¿Siempre se quejaba por todo? Ahora le habría gustado conocerlo un poco mejor, pero algo le decía que...
-¡No voy a dejarte!
-¡Lárgate ya! -sentenció, y cerró el cristal del ventanal. De un golpe seco rompió la llave dentro, y la dejó sola. Después, blandió con tanta fuerza como pudo el puñal mientras los soldados se precipitaban sobre él, para arrestarlo. Se revolvió como un toro enfurecido; hirió a alguno, pero enseguida las armas se cernieron sobre él.
A Kamilla le dolía el pecho cuando saltó hacia la seguridad del muro colindante, y se perdió en la calle, preguntándose si el mundo no podía notar aquella desazón suya.



---------------
By Rouge Rogue

1 comentario: