Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
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sábado, 22 de octubre de 2011

CAPÍTULO 47: LAS CUCARACHAS

-¡No! -gritó Allain, y Yaraidell se encogió del susto antes de que sus dedos llegasen a posarse sobre la empuñadura de Desdicha. Cuando Kamilla terminó de desatarlo, el hombre se llevó la mano al hombro sangrante, pero no perdió tiempo en caminar hacia el arma y guardarla de nuevo en su funda. Karoth lo observaba todo, intrigado. Dentro de su cabeza, parecía querer buscar un significado. Miraba al guardia muerto, después la espada.
-¿Dónde está Valiant?
Kamilla se adelantó a la principal preocupación de Yaraidell, mientras el mercenario se acercaba a la mesa de los instrumentos de tortura para buscar algo que le resultase de valor. La mayor parte de su equipo estaba allí: las dagas, los cuchillos arrojadizos, los venenos en polvo, las agujas. Lo demás eran armas oxidadas, hojas romas y pinzas para hacer presión. Objetos punzantes e instrumentos de tortura. Con todo, cada uno se procuró lo que mejor pudo, antes de que él se volviera hacia todos, que aguardaban en silencio como si esperasen alguna indicación.
-¿Qué demonios miráis?
-Queremos rescatar a Valiant Cross -Karoth dio un paso al frente. Yara lo encaró entonces con los ojos cargados de gratitud.
-¿Qué...? -Allain miró a Yaraidell con gesto de ¿es una broma? Pero ella no pintaba nada allí.
-Indícanos por dónde se lo han llevado -Kamilla lo apremió, poniendo una mano en su brazo desnudo. Obviamente los ratas suponían que, dado el estado de las heridas de Elric, no podría moverse con rapidez y deberían dejarlo atrás. El Mester dudó un instante, e intuyendo las intenciones de los otros, negó con la cabeza.
-Ni hablar. Si vais a provocar una estampida, me beneficiaré de ello. Si queréis encontrar al rubito, tendréis que seguirme -echó a andar con determinación por el pasillo, cruzando los arcos de piedra ennegrecida. Algunos chistaron; se morían de ganas por salir de allí. Karoth admitió que en aras de su propia supervivencia, Allain había tomado la mejor decisión, aunque perjudicase al grupo.
-Estás herido... -Yara caminaba deprisa, casi trotando, junto al Mester.
-Así que no te acaba de convencer la vida pacífica de casada... -dijo, rebatiendo el comentario de la chica, y ella apretó los dientes.
-Tenemos asuntos que tratar.
-Si salimos de esta, pezoncitos.
Yara frunció el ceño, pero enseguida lo relajó. Lo miraba caminar con aquél porte erguido y serio, regio a pesar de sus heridas, y resultaba imponente. Hubiera deseado transmitirle algo de ¿afecto? ¿fuerza? ¿valor? pero no se atrevió a decir nada al hombre. Aún eran recientes las palabras de su útlima discusión en la cabeza de Yara. Maldito orgullo. Giraron la esquina del corredor y entonces Allain retrocedió un par de pasos y alzó la mano para que se detuvieran. Se pegó a la pared y dejó que el guardia que hacía su ronda cruzase el pasillo, medio adormilado. Miró a Karoth.
-Una puerta. Dos guardias. Yo el de la derecha. Luego corred -con aquellas escuetas indicaciones pusieron paso ligero hacia el portón del fondo. Media hoja de madera permanecía abierta para que, en su regreso, el soldado deambulante pusiese rumbo hacia el patio. Otros dos hombres custodiaban la salida, y probablemente creyeron que los pasos pertenecían a su compañero, porque no reaccionaron de modo alguno. El primero cayó en manos de Elric. El enorme y puntiagudo cuchillo le atravesó la garganta de lado a lado, seccionándola e impidiéndole emitir sonido alguno. Luego se desplomó.
Cuando el Mester se giró, el otro guardia yacía ya en el suelo, a los pies de Karoth, que había tomado la precaución de sostenerlo antes de que se estrellase estrepitosamente, alertando al resto de la base con el sonido de la armadura. Echó de nuevo a andar, cruzando el patio. Buscó la pared más cercana y se perdió en las sombras que el muro proyectaba sobre el suelo frío, donde la oscuridad era más profunda aún si cabía que en el resto del lugar. Karoth hizo un gesto a los demás para que los siguieran, y como ratones en tropel cruzaron el arco, sin perder no obstante el sigilo, y se apresuraron hacia el siguiente edificio.
-¿Valiant Cross está en los calabozos bajos? -Karoth musitó, pero era una pregunta vacía, que denotaba más rabia que incredulidad. Eso quería decir indudablemente que lo habían condenado a muerte, y por lo tanto habría sido cruelmente torturado. Quizás eso le impediría moverse con la rapidez necesaria para salir airosos de allí.
-No sé en qué celda. Pero sé que lo han traído aquí -admitió el Mester. Apuntó a Karoth con la mirada y luego indicó con la cabeza que se hiciese cargo del guardia que estaba a punto de darse la vuelta para proseguir su ronda nocturna. El joven echó a correr medio agachado, haciendo que sus rodillas flexionadas amortiguaran el sonido de sus pasos, y asoló al hombre desde atrás. Con movimientos fugaces, el muchacho tumbó al soldado, y al alzar la mirada, Allain ya estaba en la entrada al edificio de piedra, como si hubiera sido un trabajo perfectamente coordinado.
-Entraremos los dos. Tu gente se queda fuera, necesitamos que nos cubran la salida -indicó, y no esperó una retahíla a cambio. Se perdió hacia el interior. El joven Irithí transmitió los gestos pertinentes a sus compañeros y luego corrió tras él.
Yaraidell se mordió el labio. No entendía a ciencia cierta el plan del Mester, pero si había alguien en el mundo capaz de sacarlos a todos con vida de allí, era él. Por más que le hubiera fastidiado reconocerlo en cualquier otra situación; Elric siempre tenía las cosas bajo control. ¿Por qué aparentaría lo contrario? Miró a todos lados, confusa. Allí agachada, el camisón se le había subido lo suficiente para dejar ver parte de sus braguitas rosas. También sus turgentes senos se adivinaban bajo la tela, pero eso no era lo que le preocupaba. Lo importante era aquél guardia que ahora tenía la vista clavada en ellos, a una distancia de cincuenta pasos, sin duda preguntándose si había visto algo moverse o no. Yara recordó el abrecartas y el corazón se le disparó, mientras se apresuraba a cubrirlo para esconder sus destellos. Todos trataron de pegarse al muro hasta hacerse prácticamente invisibles en la densidad de las penumbras, y contuvieron las respiraciones. Un par de segundos después, el guardia volvió la vista a otro lado y siguió con su paseo.
-Esperad un segundo -Dallas habló en voz baja. -Se dirije a la puerta -señaló el lugar por el que habían venido, donde, a todas luces, descubriría a sus compañeros asesinados, y un nerviosismo general hizo presa de todos ellos. Sin embargo, antes de que pudieran hacer nada, el cuerno de alarma ya estaba resonando en el castillo, alertando a las tropas.

El sonido ronco y grave del cuerno retumbó en las paredes y los guardias se giraron, alerta, para encarar la salida. Sin embargo, lo primero que encontraron fue la mirada gris profunda de un Mester que no necesitó más de un segundo para robarles la vida a ambos. Karoth pasó por su lado corriendo como una sombra, inclinado hacia delante por pura costumbre como si con ello pudiese cortar mejor el aire. Se paró en seco al llegar a la esquina del pasillo, mirando al mercenario.
-Coge las llaves de las celdas -le indicó, pero Allain hizo caso omiso. Echó a andar, algo más torpemente que el joven rata por las heridas que le habían infligido, pero nadie que no estuviera al tanto del verdadero potencial del hombre sospecharía siquiera que su destreza se había visto reducida. -¿Qué haces? ¡Date prisa! -Karoth parecía no comprender, pero Allain lo miró a los ojos intensamente. No necesitaba las llaves para nada, bastaba para entenderlo. La pequeña escuadra apareció desde el fondo del pasillo, desfilando a paso ligero con las armas en ristre. Cuando se lanzaba una señal de alarma, los soldados se distribuían estratégicamente para asegurar los puestos clave dentro del castillo y enviar el mayor grueso de los efectivos a combate. Aquellos quince hombres no se unirían con sus compañeros.
Desdicha cortaba con la facilidad con que la bota de un montañés de dos metros y medio podría aplastar una cucaracha. Más que eso; devoraba. Una estela oscura y aquél silbido agudo eran los testigos únicos de su existencia, porque Allain luchaba con una destreza tal que era imposible distinguir la espada. Karoth se sintió turbado al verlo en combate. Abrió los ojos enormemente y bajó la guardia de su espada, ya que antes de haberse podido lanzar contra su primer adversario, el Mester ya los había masacrado. A todos.
Aquello hizo al antiguo rey de los Cuervos estremecerse. ¿Cuál era el verdadero potencial de aquél hombre...? Cuando saliesen de allí, ¿se convertiría en su enemigo?
Allain lo encaró con una pequeña gota de sudor perlando su frente. Después de todo, estaba herido.
-Busca tú en ese ala del edificio -dijo, y partió en dirección opuesta.
Karoth dudó por un segundo.
Quizás si lo mataba por la espalda podía ahorrarse muchos problemas en el futuro.


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By Rouge Rogue

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