Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
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domingo, 9 de octubre de 2011

CAPÍTULO 41: UN REY DESTRONADO

Sayra arrojó el cubo de deshechos sobre Yaraidell, y ella ni siquiera tuvo tiempo de apartarse.
Las heces y la orina de casi todas las chicas de la Hermandad cayeron sobre ella a chorro, aún calientes. La muchacha negra volvió a cerrar de un portazo la reja del desván y la miró con desinterés. Yara se habría preguntado el por qué de aquello, pero estaba demasiado ocupada en contener las arcadas mientras se apartaba los restos de mierda de los ojos y la boca. Tosió y gimoteó, asqueada. La camiseta que llevaba puesta como único atuendo -se la había dado Karoth un par de días atrás- ahora estaba mojada y tan maloliente como ella misma. Le dieron ganas de llorar, pero no tenía fuerzas. Estaba malcomiendo ultimamente.
Cuando Sayra se marchó, la muchacha se quedó a solas. Se arrastró a un lado del desván y se mantuvo oculta en lo oscuro, y cuando nadie la veía, permitió que las lágrimas resbalaran de sus ojos.
Pasaron muchas horas antes de que Karoth regresara, y cuando lo hizo, la encontró destemplada por la humedad que se había secado sobre su piel. Toda ella apestaba a meados, podía olerse a sí misma, se daba verdadero asco, pero el joven le puso la mano en la frente como si ni siquiera hubiera notado el desagradable olor.
-¿Quién ha sido? -le preguntó sin más. Yara se revolvió ligeramente y se hizo un poco más pequeña.
-No importa.
-Yo decido lo que importa. Quién.
-La chica negra... -musitó en voz baja y se arrojó a los brazos de él. Necesitaba un poco de contacto humano, algo de calor. O tal vez se moría de miedo de que él se marchara de nuevo y ya no volviese más.
-Sayra es una zorra despiadada. Gremmet la ha vuelto así.
Yaraidell alzó el rostro, inquisitiva.
-El Rey -claró él. -Su verdadero nombre es Gremmet. Y ella debe estar celosa.
La chica pelirroja encontró en las palabras de Karoth algún tipo de consuelo a su soledad. De repente él llegaba, y borraba todos sus miedos de un plumazo con aquella voz tibia e imperturbable.
-¿Por qué...? ¿Por qué iba a querer ella ser la novia de un tipo como ése? Es repugnante, y la trata mal.
Karoth cerró los ojos, como aturdido por la pregunta. Tardó en pensar algo que responder.
-También gana muchos favores. Gracias a ser la novia del "Rey", se asegura comida caliente todos los días. Los ratas no pueden tocarla, está libre de que la fuercen como al resto de compañeras si se presenta la ocasión. También, lo que se roba pasa primero por manos del Rey, luego de Sayra, y finalmente se reparte en la Hermandad. Como ves, es un pequeño sacrificio para obtener muchas ventajas.
-Yo no lo haría -se quejó la joven.
-Ya lo estás haciendo. Te estás dejando follar sólo para seguir con vida.
-En espera de que Valiant me rescate -recalcó ella, molesta.
-A Sayra no la rescatarán. Nunca.
-En cualquier caso, si no está enamorada del cerdo ese, no veo por qué debe estar celosa -se apartó del chico e intentó recolocarse el cabello. Sucio. Qué asco... Karoth sonrió levemente.
-¿Quién dijo que estuviera celosa por el Rey...?
-¿Pues entonces qu...? -Yara dejó la pregunta en el aire hasta que topó con los ojos de él. Esos ojos fieros, salvajes. Y algo hizo clic en su cabeza. -¿Es por tí? ¿A ella le gustas tú?
-Sayra era mi novia -se sentó junto a ella y apoyó el antebrazo en una de sus rodillas, mientras la analizaba. Le recorría la piel desnuda con la mirada, pero parecía más bien un paseo visual sin ningún tipo de intención, porque no la veía. Estaba acordándose de su exnovia.
-¿Te dejó por el Rey?
El chico se encogió de hombros, y negó.
-Gremmet reclamó todo lo mío cuando consiguió el puesto. Así funcionan aquí las cosas. Antes, el Rey era yo.
Yaraidell entreabrió los labios, era la cosa más absurda, pero más aplastantemente cruda que había escuchado.
-¿Se quedó con Sayra como si fuese una posesión y nada más?
-Sí, para avergonzarme y humillarme. Ahora la usa como una puta delante de toda la Hermandad -apretó ligeramente la mandíbula.
Yara frunció el ceño. Si él aún sentía algo por ella, debía ser doloroso. Tan doloroso que debía estar desgarrado por dentro.
-De todos modos, nada de eso justifica lo que te ha hecho. Hablaré con ella personalmente.
-No te preocupes, estoy bien. Si yo... -tragó saliva y miró hacia el suelo.- Si yo estuviera en su situación... también me comportaría de un modo vengativo.
-Valiant tiene suerte de poder amarte libremente -le recogió uno de los mechones de pelo tras la oreja, y la sonrisa se le perdió enseguida. Volvió a ser el muchacho imperturbable con los ojos de fuego. -Voy a traerte un barreño con agua. No tardo -dijo. Y se marchó.

Kamilla lanzó una mirada cargada de reproche hacia los presentes.
No entendía el motivo, pero se había sentido ultrajada. Todos allí sabían sobradamente lo que la chica sentía por Valiant, y a su vez conocían las andanzas del joven con la muchacha de los Eagleclaw. Una oleada de celos la invadió al ver cómo los ojos de Valiant se encendían al leer la nota. Yaraidell le importaba; le importaba de verdad.
Sintió en su pecho el peso de la humillación; ella había sido a caras de la Hermandad la amiga de Valiant. Su chica.
Ninguno se había atrevido nunca a tocarla.
Apretó los labios y salió tras los pasos de los hombres. Los gatos se miraron entre sí y después los acompañaron.

Yara pasó el trapo sucio despacio por sus hombros.
El agua discurrió en el silencio de la noche, bajó por sus codos hasta volver al barreño mientras ella lanzaba una mirada furtiva hacia sus espaldas. Karoth estaba sentado a un par de metros, con las piernas cruzadas y los ojos fijos en ella. Había cerrado la puerta de madera para concederle algo de intimidad, pero no había vuelto a pronunciar una palabra desde que ella comenzara a lavarse. Yara bajó la vista; agradecía todo lo que él hacía por ella, y ahora comprendía mejor el por qué. Karoth no era como el Rey. Karoth debía haber sido mejor rey de lo que lo hubiera sido cualquier otro, porque era justo. Tal vez se tratara de un concepto de justicia demasiado regio, que defendía que quien cometiera una fechoría, debía pagarla. Pero humana o no, era justicia, y eso era mucho más de lo que se podía esperar de los ratas de la ciudad. Cuando soltó el trapo y lo dejó flotar dentro del barreño, lo miró largamente en silencio.
Los ojos de él centelleaban en lo oscuro, a la luz del candil.
-¿Me recordarás cuando te hayas ido y vivas demasiado asustada para regresar por este lado de la ciudad...? -inquirió el muchacho. Yaraidell asintió despacio.
-Has sido amable conmigo todo el tiempo.
-Sé lo que es que maltraten a tu novia sin que puedas hacer nada. No se lo deseo a nadie; ni siquiera al Príncipe de los Gatos.
Yara se mordió el labio y agachó la cabeza, ligeramente turbada.
-En... realidad. Valiant y yo no...
Karoth alzó una ceja.
-No somos nada serio -carraspeó.- No somos nada, más bien. Sólo amigos.
El muchacho estrechó los ojos como si no se lo explicara.
-Todo el mundo sabe que el Príncipe de los Gatos está enamorado de la hija mayor de los Eagleclaw. ¿Habría alguna razón por la que te hubieras fugado con él que no fuera que le correspondías?
Yara sintió un pequeño pinchazo en el estómago. Sí, la había, y era una razón muy lejana al amor. Era el propio egoísmo; las ganas de huír, de ocultarse lejos del mundo. En algún rincón perdido donde no tuviera que hacer frente a sus obligaciones, que por entonces se le antojaban tan grandes. No pudo responder, pero apretó los labios e hizo un puchero involuntario. Todo el mundo sabe que el Príncipe de los Gatos está enamorado...
¿Qué clase de desconsiderada había sido por tanto tiempo? No había dejado de mirarse el ombligo; pero aquello debía cambiar. Si salía de allí... No, mejor dicho, cuando saliera de allí, haría todo lo que estuviera en su mano por Valiant. Por abrirle nuevas puertas al mundo, por hacer que su vida por fin sonriese. Por poner un sol que brillase en las calles frías donde había crecido. Ella podía, tenía la herencia de sus padres.
Podía destinar su enorme mansión a albergar a un par de cientos de chiquillos huérfanos en lugar de hacerse vieja en soledad como su abuela, y en este orden de cosas, Karoth le tomó la mano, trayéndola de nuevo de golpe a la realidad. Ella lo miró a los ojos, y él musitó:
-Lo oigo. Ya está aquí; ha venido a buscarte. Y no viene solo -
Luego de aquello, la besó en los labios.


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By Rouge Rogue

1 comentario:

  1. fuuuuu! fuuuuuu! por favor como lo dejas juso ahí??? jajaja mas mas!

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