Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
Si crees que pueden herir tu sensibilidad, por favor no continúes leyendo.
Gracias por visitar mi blog.

lunes, 10 de octubre de 2011

CAPÍTULO 42: UN ASALTO INESPERADO

Los Cuervos los miraban con los ojos entrecerrados, aguzando todos sus sentidos, erizando los nervios, tensando los músculos. Preparados por si iniciaban algún tipo de acción imprudente contra su Rey.
Pero los Gatos no se sintieron intimidados.
Valiant cruzó el porche de la casa caminando con resolución, consciente de que daba igual lo que hiciera. Si luchaban en aquél lugar, los suyos no tendrían posibilidades. Morirían.
Tal vez Allain tuviese opción de escapar, abrirse paso entre ellos. Luchando con las habilidades de un Mester contra seis decenas de chiquillos que blandían armas primitivas, podía sobrevivir. Pero Valiant no. Porque si se lanzaba un ataque, el primer blanco común sería él.
Cuando alcanzaron el pie de la escalera principal, había tanta expectación en el aire que se podía oler en todo el caserío. Los más pequeños se arremolinaban en torno a las columnas, poblaban los pasamanos del piso superior, se asomaban desde los rincones. Procuraban encontrar un hueco desde el que mirar sin convertirse, en caso de que hubiese problemas, en víctimas de la furia de los Gatos. Pero pese al halo de tensión que apelmazaba el aire, la curiosidad e incluso la admiración también se abrían paso entre los presentes. Posiblemente, muchos de los que se encontraban en aquél lugar entonces hubieran deseado nacer en el territorio de los Gatos.
-Mirad a quién tenemos aquí... -la voy del Rey se alzó en todo el recibidor. Apareció entre la maraña de cabezas que apenas levantaban metro y medio del suelo. Los mayores lo acompañaron enseguida hacia la escalera. Si el Rey esperaba algún tipo de consideración por su cargo, no la obtuvo por parte de Valiant.
-Ahorra tiempo, Gremmet Founder. ¿Dónde está ella? -Valiant alzó el rostro, desafiante. Allain se detuvo a su lado, y se dedicó a observar todo cuanto le rodeaba.
-Allí -respondió, en lugar del Rey. Señaló con la mirada el piso superior. Por el hueco de la escalera, Karoth descendía con la muchacha agarrada del brazo. Estaba desnuda, despeinada, y presentaba el aspecto de haber malcomido y maldormido durante días. Los ojos de Valiant centellearon, pero Karoth se mantuvo impasible mientras se la entregaba al Rey.
-Ya veo que no me he equivocado. Es tu chica -comentó el hombre, mirándola con desdén. -Francamente la he encontrado deficiente. No habla. No grita. Lo hace todo con diligencia y hasta casi diría que con gusto. Esperaba un poco más de rebeldía, de resistencia. No te ha honrado en absoluto, y eso me defrauda: no me la quedaría de puta. Puedes llevártela -comentó. Yara apretó los labios, conteniendo las ganas de escupirle a la cara. Quizá aquello complicaría la negociación.
Valiant por su parte no dijo nada, ni se movió.
Sabía de sobras que el Rey no perdonaría la vida de Yara así porque sí. Seguramente pediría algo a cambio, y ese algo sería de valor: lo tenía cogido por los huevos.
-Por supuesto, mi amabilidad debería verse compensada de algún modo... -dejó flotar las palabras, esperando que Valiant reaccionase. Al final, el chico suspiró, y miró al resto de los Gatos.
-Te gusta dar rodeos, ¿eh?
-Creo que es hora de que los Gatos renuncien a la calle principal -zanjó el tema. La sonrisa se había borrado de su cara, y sus ojos habían adoptado un cariz amenazador.
-Empezamos a hablar el mismo idioma... -Valiant alzó la mano y todos los Cuervos tensaron los hombros. Al final el chico tan sólo se rascó la nuca. Allain rió por lo bajo, notando el miedo de los presentes.
-Valiant. La calle principal... -uno de los Gatos le hablaba bajito, justo detrás de él. Otro se adelantó un paso.
-Ni hablar, nos ha costado años de guerras contra los Titanes afianzar el dominio. ¿Se lo vas a dar de gratis?
-Se lo voy a dar -sentenció Valiant. Kamilla apretó los puños, no daba crédito a lo que oía. Muchos de los ratas de su Hermandad habían muerto por conseguir la vía principal. La mejor zona para mendigar, donde los nobles paseaban aburridos y eran generosos con los niños y con las chicas de los burdeles. Tanto tiempo de lucha para que ahora él renunciase, y todo por... ¿qué? ¿Por evitar que el Rey se follase a Yara? ¿Cuántas chicas de la Hermandad eran utilizadas a diario salvajemente? ¿Por qué luchaba Valiant? ¿Sus propios intereses, sólo porque estaba enamorado de ella? La crueldad de aquella realidad se le hizo demasiado indigerible. Se dio la vuelta para marcharse con prisas de allí, a pasos agigantados. Por qué lo habría seguido tan ciegamente. A él no le importaba nada, ni nadie.
Todo el mundo de Valiant era el culo de Yara.
-¿Estás seguro...? -se quejó el tercer hombre, con un acento nervioso. No parecía nada conforme.
-Sé lo que me hago. No hay más que decir, ya está decidido -Allain sonrió levemente, y subió los ojos hacia Yara. Ella los tenía fijos en Valiant. La chica tragó saliva; allá abajo, al pie de la escalera, los Gatos debatían en susurros. ¿La liberarían? ¿Qué harían con ella si no...? Y al arrastrar los ojos despacio, topó con los del mercenario, y se le cortó la respiración, ¿Qué hacía él allí? El corazón le golpeó con fuerza, y volvió a ser consciente de su propia desnudez. Sintió vergüenza, deseó hundirse en la tierra. Casi pudo reconocer en el gesto de autosuficiencia del hombre la suculenta venganza después de su último encuentro.
"Hola, pezoncitos rosas", parecía decir.
-Está bien. Esta misma noche retiraré a mis gatos de la vía principal. Mañana al amanecer, el dominio estará libre para vosotros. Sin excepción -resolvió el chico. Yara sintió que el estómago le bailaba por los nervios. El Rey asintió.
-La chica se queda. Si mañana al amanecer encuentro un sólo Gato en la vía, puedes despedirte de ella -Yara abrió los ojos como platos. Aquello significaba una noche más. Volvería a utilizarla; volvería a correrse en ella. El gesto se le descompuso por el asco, el miedo, las ganas de echar a correr hacia su amigo. Pero Valiant no puso objeciones a los términos del trato.
Fue Allain el que habló.
-Me parece que eso no podrá ser -dijo, desenfundando la espada. Desdicha centelleó débilmente, con la hoja oscura bañada por sombras. El Rey alzó una ceja, y Karoth dio un paso al frente, acompañado por los perros fieles de Gremmet. -Ella se viene conmigo.
-¿Quién eres tú? No me suena tu cara.
-Mi nombre no importa. No soy de los Gatos, he venido a por la chica. A mí vuestros absurdos tratos me sudan, me la llevaré quieras o no. Puedes elegir conservar la vida de tus ratones -hizo girar la espada un par de veces - o perder algunas cabezas.
Valiant lo miró sin comprender. ¿Qué estaba haciendo Allain? ¿Por qué se desmarcaba de sus decisiones? No había tenido tiempo de razonar aquello cuando Gremmet volvió a hablar.
-Matadlo -dijo. Dos de los chicos más cercanos a los Gatos se lanzaron a por Allain. ¿El mercenario puso los ojos en blanco, como aburrido? Hizo una elegante finta dando un par de pasos al frente, rompió la línea de ataque enemiga metiéndose en su guardia, se giró alzando la espada. Detuvo un estocazo a la altura del costado sin siquiera mirar, luego se dio la vuelta y sesgó el estómago del primero con un corte limpio. Superficial, pero lo suficientemente doloroso para evitar que empuñara de nuevo el arma contra él. El otro de los Cuervos golpeó desde arriba, pero la mano de Allain ya estaba ahí. Agarró la muñeca del muchacho y lo golpeó en el pecho con la empuñadura. Lo hizo perder la respiración, y cayó al suelo con un ruido sordo. El Rey apretó los dientes, y luego perdió todo resto de cordialidad.
-¡A qué esperáis! ¡Matadlo! ¡Matadlo, joder!
Pero antes de que nadie reaccionara, Allain ya estaba corriendo hacia él. Subió las escaleras en zancadas de tres escalones; había sido un visto y no visto. Un pestañeo, y él se había movido de lugar. A Valiant se le encogió el estómago, entonces lo comprendió. Joder, qué lento había sido, qué estúpido. Allain había iniciado un ataque distractorio justo porque había comprendido que Valiant no tenía más salida. De este modo, habían perdido el interés por el Príncipe de los Gatos y el blanco potencialmente peligroso era ahora él. Valiant podía permitirse correr, moverse. Coger a Yara, marcharse de allí y conservar la vía principal. Qué jodido; y eso que él se jactaba de tener siempre un plan en la manga.
Sin embargo a mitad de la escalera, los Cuervos lo alcanzaron.
Karoth rugió con fiereza y desenfundó la espada curva, dio un salto hacia el Mester y lo atacó a pecho descubierto. Yara notaba en la garganta la fuerza aprisionadora del miedo, de la incertidumbre y del horror. Había visto a Allain luchar otras veces; era certero con la espada. ¿Pero y Karoth? Había sido el Rey de los Cuervos antes de que Gremmet comprase su propio ascenso con las amenazas de su padre, Burt Founder. ¿Estaba el propio Rey de los Cuervos a la altura de Synister Owl? La aterraba pensar que uno de los dos resultase herido... o algo peor.
Valiant desenfundó las espadas cortas, en apenas cuestión de un segundo todo se había revolucionado.
La quietud, la tensión espesa de la sala se rompió en un revuelo como de abejas zumbando en un panal. Un cristal sometido a demasiada presión que estalló en mil pedazos, y los Cuervos atacaron a los Gatos. Elric aguzó los oídos; cerró los ojos, y se dejó llevar. Una mano que se movía ligera, transportando el peso de una hoja corta. Un puñal. Dio un paso a la derecha y lo esquivó a tiempo de que le pasara justo por delante de la cara. Golpeó con el codo, y arrojó a la mujer escaleras abajo, haciéndola rodar. La caída fue torpe, pero acabó a cuatro patas, y enseguida estuvo de nuevo de pie.
Karoth cayó desde arriba. Llevaba el pecho descubierto, una espada media curva de estilo sureño y rasgó el aire con un grito profundo y gutural. Allain tuvo tiempo incluso de preguntarse a qué se debía aquello. En vez de atacar de imprevisto para abatirlo cuando estuviera desprevenido, el muchacho sureño lo había puesto en sobreaviso con ese grito. ¿Tan pagado de sí mismo iba...? ¿O realmente no había querido herirlo?
El choque de las espadas fue contundente, pero la hoja de la espada curva resbaló. No era un arma hecha para mantener la posición en un encuentro estático. Su forma de media luna fue pensada para el movimiento, ideal para el modo de combate que usaban los guerreros Sharandíes. El joven se escurrió con un giro rápido y enseguida asestó otra dentellada. Otra, otra y otra.
Los ojos engañaban.
Cualquiera que lo viera moverse apreciaría la hoja tan flexible, bailando en el aire y hondeando, sacudida por el movimiento del combate, de un modo tan rápido e inusual por aquellas tierras que daba auténtico miedo. Pero los oídos no. La lechuza se guiaba por el oído.
Allain también.
Penetró con una estocada larga y directa, barrió con su propio cuerpo la distancia, hizo a su adversario girar en el otro sentido. La débil espada sureña del muchacho de los Cuervos no estaba pensada para detener la hoja poderosa de Desdicha; se haría pedazos. Los sureños admiraban la habilidad de un espadachín por encima de su fuerza física, de modo que confiaban ciegamente en la destreza de sus guerreros, y los proveían de hojas ligeras y flexibles, y tan cortas que no los entorpecieran para girar, saltar y atacar desde varios sitios a la vez. De esta guisa, a Karoth no le quedó más remedio que hacerse a un lado y dejar pasar a Desdicha cerca de su estómago. Usó el otro brazo para golpear el brazo de Allain pero él lo atajó girando a Desdicha en el aire y haciendo una floritura que le permitió lanzar un tajo en semicírculo a la chica que habia intentado atacarle de nuevo desde atrás. Ella se curvó sobre su espalda; la hoja de la espada le pasó a escasos centímetros de la cara, y Allain le propinó una patada en el estómago. Volvió a girarse hacia Karoth, detuvo el ataque en alto. Uno, dos, y tres puñetazos contra su estómago.
Los abdominales del joven rata los encajaron bastante mejor de lo que esperaba, no obstante. El Mester se llevó la mano hacia el cuchillo en su pantalón, lo lanzó contra el abdomen de Karoth, pero él frenó la muñeca de Allain, haciendo acopio de todas sus fuerzas. Apretó los dientes y clavó los ojos en los de Elric; él sonrió.
Entonces, por encima del ruído del combate; de las espadas entrechocando, los cuchillos volando por la sala, los cuerpos cayendo al suelo, se oyó un estruendo. Las puertas del caserío se abrieron de par en par con un golpe sordo, y todos volvieron la vista hacia la entrada, sorprendidos. En la oscuridad sucia de la noche, el resplandor de las armaduras perfectamente pulidas y relucientes les otorgaba un aspecto casi etéreo. Celestial.
Los caballeros se abrieron paso en la sala ante el pasmo de decenas de personas, demasiado atónitas para intuir que era sensato salir corriendo. Fue como si todo se moviera despacio.
Los hombres buscaban con los ojos, los miraban pasando sobre ellos con desinterés.
Allain reconoció al primero de todos ellos.
Dioses, ¿qué hacía él allí...?
-En nombre del Rey, yo, Jace Adarkian, ordeno que nadie se mueva. Estáis todos arrestados.


-----------
By Rouge Rogue

No hay comentarios:

Publicar un comentario