Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
Si crees que pueden herir tu sensibilidad, por favor no continúes leyendo.
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viernes, 14 de octubre de 2011

CAPÍTULO 44: CONFESIÓN

Yara estaba limpia, peinada y perfumada.
Se miraba al espejo ovalado y contemplaba la imagen de una joven hermosa y apoderada, con el precioso cabello recogido en un moño que dejaba escapar alguno de sus bucles pelirrojos cerca de su nuca. Incluso le habían puesto un bonito collar de merellite con una amatista engarzada en forma de lágrima. Con todo eso, se daba bastante asco a sí misma.
Cuando entró Jace en la habitación, ella le devolvió la mirada, desafiante.
Era una mirada cargada de reproche, de quejas y de incomprensión.
-Estás preciosa, Yaraidell.
-¿Dónde están mis amigos? -ella se puso en pie y cargó las pomposas faldas del vestido que llevaba para acercarse al caballero, con el gesto agrio. Él no se alteró ni un poco.
-Donde les corresponde.
-¿Así es como tratas a quienes acudieron a salvar a tu prometida?
-Así es como trato a los asesinos, ladrones, violadores y demás gente de mala calaña. Desgraciadamente, no podemos hacer el visto bueno sólo porque sean tus amigos, Yara. Han hecho cosas terribles.
-Ellos no deberían haber estado allí. Fueron porque querían salvarme. No es justo que les des el mismo trato que a quienes me secuestraron y me forzaron a... -su voz vaciló un momento, y al final se apagó. Jace cruzó la sala y se sentó sobre la cama.
-Me gustaría creer en tus palabras; que hablan con sinceridad sobre la justicia. Pero esa justicia de la que hablas es una que sólo te beneficiaría a tí, Yaraidell. Porque les quieres, y no deseas verlos sufrir. Sin embargo, las familias inocentes de los hombres que han muerto y las mujeres que han sido violadas, o los comerciantes que han sido saqueados por los bandoleros...
-Ratas -lo corrigió ella.
-¿Cómo dices?
-No son bandoleros. Los bandoleros son asaltantes de los caminos, y ellos son ratas.
-¿Cuál es la diferencia...?
-¿No sabes distinguir una rata de una persona? Las personas son malas porque quieren. Las ratas nacen en la inmundicia y mueren en la inmundicia, y nunca conocen el calor humano.
-Yaraidell, ¿qué...? -negó con la cabeza. No la entendía en absoluto.
-Quizá vuestra ilustrísima Orden de Caballeros tenga un fin noble, que es el de proteger a las gentes de la ciudad. Pero se os olvida que en la zona más pobre de la ciudad también hay un montón de personas, que sólo por no tener recursos no tienen menos derechos -se acercó de nuevo molesta al tocador, y se sentó en el taburete. Estaba enfadada con el mundo; con Jace, con ella misma. El joven frunció ligeramente el ceño y luego se acercó caminando despacio a su prometida.
-Sólo intento hacer lo que creo más correcto, por tu bien... y por el de todos... -dijo, bajito.
-Supongo que es más fácil arrestar a la chusma y mandarla a la horca que tenderle una mano y sacarla de la mala vida -concluyó. Se quitó el collar brillante y lo dejó caer sobre la mesita del tocador, con desgana.
-Si fuera tan fácil...
-Con Valiant es así de fácil -chistó ella, y se giró para encararlo. -Valiant es un buen chico; es inteligente y habilidoso. Sé que si hubiera nacido en otras condiciones posiblemente estaría ocupando tu puesto -lo acuchilló, pero enseguida se dio cuenta de que había herido el orgullo de Jace. Le hubiera gustado pedir disculpas, pero era demasiado vanidosa para reconocer cuando se equivocaba.
-Ya... -farfulló, molesto, y miró a otro lado.
-Lo que quiero decir es que estás condenando a una buena persona, y sé que tú no harías algo así. No eres esa clase de hombre despiadado, te amé porque bajo la fría armadura latía un corazón bondadoso y cálido... -se puso en pie buscando con las manos el pecho de él, pero la mirada de Jace se endureció.
-¿Me amaste?
Yara se dio cuenta entonces de que había usado el pasado para expresar sus sentimientos hacia Jace de un modo totalmente inconsciente, y se llevó las manos a la boca, sorprendida.
-Yo... lo siento, Jace -admitió, al fin.
-Soy el hazmereír de la caballería. Todo el mundo sabía que la prometida de Jace Adarkian se dio a la fuga con otro. Conjeturaban y se mofaban a mis espaldas, y yo quería creer en tu virtud. Defendí tu honor y te esperé pese a todo -apretó los labios, dolido. Retrocedió un paso cuando ella intentó tocarle. -Has jugado conmigo como si fuera un bufón, Yaraidell Eagleclaw. Te he dado muchos años de mi vida y he sido permisivo. Pero ya no quiero ser más ese hombre que lo daba todo por tí -volvió el rostro y perdió la vista en alguna parte, apretando la mandíbula. Yara creyó que Jace estaba rompiendo su compromiso. Pero no era así, en absoluto. -De ahora en adelante seré lo que un esposo tiene que ser, y si no me respetas por tí misma, te obligaré a hacerlo -se dio la vuelta y salió de la habitación con paso firme. Cerró la puerta de un golpe sordo, pero Yara tenía los oídos entaponados por el latido de su propio corazón. No oyó el "clic" hasta que fue demasiado tarde, y cuando se acercó a la puerta para tratar de abrirla, descubrió que la había encerrado con llave.

-Verás... esto es así de sencillo; muchacho. Tú me das una confesión, y yo paro inmediatamente con la tortura. Dejas de sufrir este martirio innecesario, te devuelvo a tu celda, y mañana a la aurora el verdugo hará un trabajo bastante más rápido de lo que piensas. Apenas un corte y se habrá acabado -el guardia afilaba el cuchillo procurando hacer ruido para que Valiant lo oyese, pero el chico luchaba torpemente por respirar. Escupía agua; tenía los ojos entreabiertos y perdidos en el infinito. La visión se le había vuelto borrosa por la falta de oxígeno, y el sabor de la sangre que resbalaba de su nariz se perdía en sus labios rotos.
-¿Qué me dices, eh?
-Dónde... está... Yar...
El guardia accionó la palanca y la cadena cayó de nuevo, sumergiendo al muchacho bocabajo hasta el torso en el barreño con agua. Valiant se removió; cada vez era capaz de retener menos aire. El hombre acercó una de las hojas afiladas a su costado y le practicó un corte ligero, que lo hizo gemir de dolor y soltar oxígeno. Aguardó algunos segundos prudentes, y cuando estimó que el joven podría perder la conciencia, volvió a sacarlo, entre toses.
-La señorita Yaraidell Eagleclaw, cuyo nombre no deberías siquiera osar a mencionar, se halla a buen acierto en brazos de su prometido. Es posible que en estos momentos estén retozando como conejos en celo... -volvió a sesgar la piel del chico, y él gritó, apretando los dientes. -Sí... me la imagino... -se acercó al oído de Valiant. -Entre tú y yo, chico, debe ser toda una puta en la cama... -luego rió por lo bajo y practicó un tercer corte en el pecho del pícaro, que se removió, sangrando profusamente por todas sus heridas. -Bueno, ¿piensas hablar o no?
-Soy inocente, ella lo sabe... tes... tificará... por mí -masculló por lo bajo, tratando de no tragar su propia sangre.
-Para ser honestos, se ha desentendido bastante rápido del asunto. Tenía más prisa por darse un baño relajante que por saber qué sería de vosotros. No creo que testifique nada, chico. Perdona si te rompo el corazón.
Valiant frunció el ceño y musitó bajito.
-Mientes...
-Ya quisieras, perro -esta vez apoyó la punta del cuchillo en la zona baja de su espalda y la deslizó despacio, recorriéndole la columna vertebral. Los alaridos de dolor del joven rompieron entonces el silencio sordo y el gotear de la sangre en el suelo. Sintió que se rasgaba su carne, que se abría su piel y se separaba poco a poco siguiendo el paso del metal. Era un dolor lacerante y profundo, que hacía palpitar sus oídos. La garganta se le quebró; luego tosió y escupió la sangre que se le acumulaba en la boca. El torturador prorrumpió una carcajada larga y ronca, y mientras el muchacho trataba de recuperarse, volvió a soltar la palanca y cayó estrepitosamente al agua, golpeando el fondo del barreño con la cabeza. Valiant se removió, se agitó contra las cadenas que lo apresaban; esta vez no había podido contener la respiración.
-Ah...fíjate. Ha anochecido ya. La luna está muy plena... -miró hacia el techo. El agujero practicado en la zona más alta de la roca dejaba entrever parte del cielo. Ignoró los gemidos del joven que se ahogaba, a menos de medio metro de él. -Sí que hemos perdido tiempo en esto. Más de lo que estoy dispuesto a consentir...
Valiant se revolvió un par de veces más, se sacudió con violentos espasmos.
Luego dejó de moverse.
El guardia chistó, y accionó la palanca para sacarlo de allí. Cuando lo izaron, el pícaro no hizo por coger aire, ni tosió. El cabello le chorreaba profusamente; tenía los oídos y los pulmones llenos de agua. También el rostro amoratado por la sangre que se le acumulaba en la cabeza.
El guardia parecía molesto consigo mismo cuando le soltó los pies de sus ataduras y lo hizo caer de nuevo, estrepitosamente, como un muñeco sin vida. Lo agarró por el pelo y lo sacó del barreño, y tumbándolo bocarriba en el suelo, levantó la bota y la dirigió contra su pecho.
-¡No te mueras, joder! -lo pisó con fuerza en el plexo solar. Las costillas se hundieron y el doloroso "crack" lo hizo de nuevo abrir los ojos y escupir agua por la boca y la nariz. Tosió largamente, con las manos temblando, y el carcelero se permitió relajarse un poco más. Le habrían puesto algún tipo de amonestación si llegaba a matarlo sin que hubiera confesado.
En la otra punta de la habitación, el notario, receloso, estrechó los ojos acusadoramente. No le importaba si el chico moría o no; más bien se diría que estaba deseando poder despedir a alguien. Su trabajo era increíblemente aburrido.
-Querías morirte, ¿eh? Pues no te lo pondré tan fácil, sabandija. Voy a hacerte sufrir hasta que sientas que el infierno es cosa de chiquillos en comparación -lo arrastró de nuevo, tirando de sus muñecas. Valiant hizo fuerza y trató de oponerse, pero su cuerpo estaba demasiado turbado para responder. Los músculos le temblaban, los pulmones luchaban por escupir todo aquél agua y las heridas seguían sangrando. La vista estaba nublada, los oídos entaponados. Qué doloroso era morirse.
Y qué difícil.
Quería terminar con aquello, de una vez. ¿Cuántas horas habían pasado? ¿A cuántas torturas lo habían sometido? ¿Cuándo vendrían los gatos? Él sólo quería una vida mejor... sólo quería un lugar mejor al que ir. Maldita fuera la furcia que lo trajo al mundo para sufrir. Él la maldecía, sí. Allá donde estuviese.
Las cosas podrían haber sido distintas, quizá. Si él no se hubiera enamorado de Yara... el Círculo. Kevin; el general Eagleclaw. Kamilla... todo daba vueltas en su cabeza, todo como un torbellino. Cerró los ojos con fuerza, vio pasar montones de imágenes de su vida; escenas que creía olvidadas. Creyó poder oler de nuevo aquella peste nauseabunda de las cloacas, la noche en que mató por primera vez. El hedor del vómito que le empapaba las manos y la ropa; la cara del hombre inerte. Los gritos de la chica a la que estaban violando. Él podía haberla ayudado, podía haberla salvado. Pero era de los titanes; se lo merecía. Sin embargo no había podido borrar de su cabeza el sonido estridente de sus alaridos de dolor. El tacto suave de las sábanas en el burdel, de la joven rubia que lo había amado tan intensamente y que al día siguiente amaneció muerta después de que su marido descubriera que se prostituía. Montones y montones de recuerdos, una maraña confusa de viejos momentos que pasaron a toda velocidad. Todos ellos tristes, oscuros y hediondos. Toda su vida había sido una mierda.
¿Qué sentido tenía seguir queriendo vivir?
¿Por Yara?
¿Dónde estaba Yara en ese momento?
Cuando volvieron a encadenarlo contra la estaca de madera, dejando su espalda desgarrada por los azotes y los cortes al descubierto, él abrió la boca despacio.
-Basta... parad ya. Os lo suplico... -su voz sonó cansada. El torturador echó mano del artilugio de metal con forma de lágrima, y se lo mostró. Al accionar mediante presión la zona media del aparato, éste se abrió como un abanico, en montones de cuchillas afiladas, y el hombre sonrió.
-¿Sabes por dónde te meteré esto...?
-No... por favor... -rumió. Cerró los ojos, agotado.
-No te matará, pero el dolor de las hojas destrozándote por dentro es sumamente agonioso. Te hará las tripas carne picada.
-No... ya no puedo más. Te daré lo que quieras... Confesaré...
La sonrisa del carcelero se hizo más profunda. Se acercó al joven y le bajó las calzas, despacio, dejando su culo al descubierto. Valiant alzó la vista al techo y sintió que el pecho se le encogía; por el miedo, por el dolor de alguna costilla resquebrajada.
-Veamos si es cierto... ¿quién secuestró a la señorita Eagleclaw? -acercó la punta de la lágrima de metal de nuevo cerrada a la piel del muchacho. La introdujo despacio entre sus nalgas, rozando su ano hasta conseguir que se pusiera sumamente nervioso.
-Yo; yo mismo la secuestré -dijo, y tosió.
-Yo que tú no apretaría demasiado el culo. Puede que se active el resorte por error... -comentó ladinamente su captor. Valiant agachó la mirada. -¿Está tomando apunte de todo, señor notario? -miró al escriba, al otro lado de la sala, y éste asintió solemnemente.
-Bien, ¿por qué secuestraste a la prometida del capitán Adarkian?
-Porque... -se mordió el labio. Dolió. El momento de tribulación hizo que el torturador apretase ligeramente el utensilio contra el agujero del culo del chico, y él cogió aire, deprisa. -Porque estoy enamorado de ella -añadió enseguida. Eso hizo que su interlocutor prorrumpiera en carcajadas de burla.
-¿Has oído eso? ¡Enamorado! Qué chistoso, de veras. Y qué más. Qué le hiciste a la señorita Eagleclaw durante su arresto involuntario.
-Yo... la... -cerró los ojos y suspiró.- La violé. Varias veces -recordó aquella noche en el lago. ¿Qué tal si nos damos un baño...? Y ella pasó por su lado, desnuda. Se arrojó a las aguas y cuando volvió a emerger parecía una hermosa sirena, con el cabello tan largo y mojado. Su piel clara a la luz de la luna... aquellos ojos preciosos brillando para él. Y habían hecho el amor... - La violé una y otra vez. Volvería a hacerlo. Me pone muy cachondo -en su mente, las manos de la chica le recorrían la espalda con deseo. Sus labios estaban unidos. Qué importaba, había sido una vez, pero creía que iba a morirse sin oportunidad de sentirla cerca. Sonrió. Se había olvidado de dónde estaba, ni por qué. Volvió a la realidad cuando sintió la dura piedra golpeándole contra las rodillas. Había caído al suelo con un golpe sordo, y un par de guardias lo agarraron por los brazos.
-Acabas de confesar el secuestro y la violación de la señorita Yaradiell Eagleclaw. Mañana serás ejecutado. Tienes derecho a escoger entre la hoguera o la horca. Lleváoslo -el torturador se quitó los guantes teñidos de sangre. Los guardias tiraron bruscamente de sus hombros doloridos; casi se salieron del sitio, y lo arrastraron pasillo abajo. Valiant ya no tenía fuerzas para sostenerse en pie, ni siquiera para mantener en alto la cabeza. Sólo tuvo un único pensamiento mientras sus ojos se cerraban y perdían de vista el suelo de piedra oscura de las mazmorras.

"Qué hijo de puta. Me había dicho que me cortarían la cabeza".


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By Rogue Rogue

1 comentario:

  1. No se que va a pasar, espero que no sea lo que parece y cuando deje de tener ganas de vomitar pienso algo mas XD

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