Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
Si crees que pueden herir tu sensibilidad, por favor no continúes leyendo.
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martes, 6 de septiembre de 2011

CAPÍTULO 23: EL CABALLERO

Yara encontró en el sonido del carruaje que se acercaba la excusa perfecta para quitarse al mercenario de encima. Lo empujó con prisas y se escurrió de la cama, atusándose el cabello como si con eso pretendiera evitar que advinaran que lo había tenido tan cerca. Allain resopló y puso los ojos en blanco, pero se levantó también y se acercó con ella a la ventana a echar un vistazo. Descorrió los visillos y entornó los ojos, sobrealerta. Cualquiera diría que esperaba problemas de un momento a otro.
-¿Quiénes son? -inquirió. Yara se encogió de hombros.
-N-no lo sé...-titubeó, aún nerviosa por la situación en la que se encontraba momentos antes. Cuando el trasporte se detuvo en la entrada de su mansión, la puertecilla se abrió, dejando salir del interior a una distinguida dama. La mujer era joven y hermosa, de facciones regias y casi marmóreas. Llevaba el cabello rubio recogido en un elegante tocado. Ayudándola a descender, había un apuesto muchacho bien vestido. La abuela de Yara acudió a recibirlos enseguida, con una expresión de cortesía que hizo que Elric relajara la tensión. Parecían amigos de la familia. Al menos, no venían a por él.
Aún.
Los ojos de Yara se abrieron como platos, clavados en la escena. No podía creerlo... ¿qué hacía él allí...?
-¿Le conoces...? -trató él de sondearla, pero no le hizo falta respuesta alguna. Era evidente que sí.
-Dile a mi abuela que estoy enferma y no me moleste. No, mejor dile que he salido. O no digas nada, finge que no me has visto- ella se notaba nerviosa. Allain apoyó el peso de su cuerpo en el pie atrasado y la miró con aire crítico.
-Nos han visto subir juntos...
-¡Pues di que me enfadé y no sabes donde he ido!-farfulló, dándose la vuelta para marcharse a su habitación.- Total, no dista mucho de la realidad -Allain se acarició la nuca, perdiendo la vista largamente por el cristal de la ventana mientras ella se marchaba, cerrando de un portazo. Abajo, el aguerrido muchacho y su acompañante -posiblemente su esposa, por el modo en que entrelazaban las manos- entraron en la casa. El Synister bufó.
Como si no tuviera cosas más interesantes que hacer que meterse en medio de un juego de celos infantiles.

-Los informadores aseguran que se le ha visto en Silverfind, mi señor -dijo el hombre sucio, refregándose las manos de puro nerviosismo. Miraba al suelo de piedra muerta. Una piedra oscura y fría y pegajosa por los fluidos corporales de todos los que habían pasado por allí antes. Al rata no le hacía nada de gracia tener que bajar a "La Cámara", por muy ocupado que estuviera su señor en torturar a otro. Nada le aseguraba que en cualquier momento no se aburriera de las cosas que se traía entre manos y decidiera emprenderla contra él; por eso procuraba no mirarlo a los ojos. De aquél modo, sentía que no existía para él.
El hombre al que hablaba el rata no era un hombre fuerte ni corpulento, pero tenía los favores de otros más altos en la cadena de las cloacas, y su crueldad despiadada le había procurado un puesto cerca del "Círculo". Las palabras de aquél desdichado sesgaban vidas con la facilidad con que un pie podía aplastar una margarita en el campo. Volvió a propinar un fuerte latigazo, y el joven gritó. Se encogió de dolor y relajó de nuevo los músculos atormentados. Lloraba en voz baja.
-De dónde sacan tales conclusiones -formuló la pregunta con cariz de afirmación y sacudió otro latigazo en la sangrante espalda del muchacho al que torturaba. El chico volvió a gritar y sollozó. Estaba atado de manos y pies contra una plancha de metal que lo mantenía semirecostado, expuesto de espaldas para ser golpeado. El rata se humedeció los labios. Con cada latigazo se encogía levemente, como si le doliera a él.
-En Astrean Burg ha habido revuelo... alguien que se ha atrevido a entrar entre "Los Testigos". Ahora han puesto a la guardia de Burg tras los pasos del hombre. Lo han descrito como...- un nuevo latigazo. El rata cerró los ojos y se cubrió la cara instintivamente. Era un movimiento reflejo, fruto de los castigos de tantos años.
-Continúa-lo espetó su interlocutor. Burt Founder era un hombre con muy poca paciencia.
-...Un...un hombre alto, moreno, de mirada fría...
-¿Eso es todo...? ¿Quieres decir que pretendes que envíe hombres a buscar el rastro de un hombre alto y moreno? ¿Se te ocurre cuantos hombres altos y morenos deben haber en esta región...? -lo preguntó con un tono tan tranquilo y frívolo, que al rata se le heló la sangre.
-N-no señor. Hay más, hay más, por supuesto que lo hay. También... -se relamió los labios y pestañeó deprisa. -U-un asesinato. Una puta a la que contrataron para identificarle, ha aparecido muerta. -El hombre no dijo nada, por lo que el rata siguió tratando de aunar detalles que satisfajeran las demandas de su amo. -Y también, la lechuza negra que sobrevuela los caminos cerca de Silverfind.-
Burt lo miró seriamente ahora, como si esperase una explicación a aquello.
-N-no hay...no hay lechuzas en los bosques de Silverfind, señor -agachó la cabeza como si esperase recibir alguna muestra de aceptación por parte de su interlocutor, pero él sólo agrió el gesto. Luego le sacudió con el látigo en la cara y lo hizo caer al suelo.
-¡S-Señor! -el rata se cubrió la cabeza y se hizo un ovillo en la piedra. Burt aún le propinó un par de latigazos más. Luego se contuvo.
-Dais asco. Pandilla de aficionados. ¿Putas? ¿Lechuzas? Encárgate de localizar a Fargant y haz que venga a mí. -El rata gimoteó en el suelo, atreviéndose a duras penas a abrir los ojos y mirar a Burt.
-¿F-Fargant... Fargant Mil Cuchillos...? -Burt Founder propinó un cuarto azote gratuito a su siervo, y sonrió con su dolor.
-El mismo. Y procura convencerle de que le saldrá rentable el trabajo. Llévale alguna de mis putas como regalo. Aquella nueva, la de los ojos rasgados. Aún está por estrenar -comentó mientras se giraba de nuevo al chico que se encontraba encadenado. El rata aprovechó para salir corriendo con prisas, casi arrastrándose por los suelos. Se perdió por las escaleras hacia el piso superior justo cuando Burt Founder se desabrochaba el pantalón y se acercaba a su prisionero.

-Yaraidell Eagleclaw, haz el favor de comportarte como la mujer que eres -la espetó su abuela, desde una posición cercana a la puerta del dormitorio. La chica estaba dando vueltas, visiblemente alterada.
-¡No lo entiendes, no entiendes nada! ¡Yo...!
-Entiendo perfectamente, querida. Aún no perdí la cordura del todo. Y quizás esta sea una oportunidad más que única de rehacer todo lo que deshiciste con tu irresponsable actitud.
-¿Por qué has tenido que llamarle? -Yara encaró a su abuela con gesto suplicante, pero la anciana negó con la cabeza.
-No lo hice, Yaraidell. Te lo prometo. Ha venido por sí mismo al enterarse de que estabas en la ciudad. -La joven se pasó la mano por la cara, disconforme. No le apetecía en absoluto encararse con su "verdadero" prometido. Y antes de que pudiera suspirar siquiera, llamaron a la puerta. Su abuela la escrutó, interrogante. Ella hizo un gesto con la mano, accediendo a recibirle.
-Adelante -dijo la anciana, y el muchacho asomó la cabeza por la rendija abierta.
-Con permiso... -se excusó ante la mujer, e hizo una pequeña reverencia. La abuela de Yara le sonrió al joven y se retiró, dejándolos a solas, y cerrando la puerta tras de sí. Cuando se hizo el silencio entre los dos, ella no fue capaz de mirarlo a la cara.
-Yaraidell... -le habló, bajito.
-Lo sé. Sé todo lo que hice -lo cortó ella, dolida.- Sé que soy una horrible persona, que te rompí el corazón. Que llevabas años ahorrando y preparándote para desposarme y yo te dejé tirado para irme con un cualquiera sin siquiera decirte adios. Fui egoista, voluble y caprichosa, nunca llegué a merecer que me quisieras. Pero...
-Yaraidell, te he echado de menos -fue entonces él quien cortó el discurso de la chica, y eso la dejó sin defensas. -No te haces una idea de lo aburrido que ha sido esto sin tí... -caminó despacio hacia su prometida. ¿Lo seguían siendo? Suponía que no, ¿qué más daba? La tomó igualmente por el rostro, y ella lloró silenciosamente.
-Yo...también te extrañé. Día y noche, amor mío -se echó a sus brazos buscando el cálido arropo de él. Jace Adarkian era el hombre perfecto. Alto, guapo, inteligente, sensato y honrado. El hombre con el que su padre la había prometido siendo una niña, y por supuesto, como había hecho con todo lo que su padre le había impuesto, le había dado de lado. Aunque lo amase tanto.
-Te conozco, Yaraidell. Sé que tomas decisiones difíciles aunque te hagan daño sólo por tus principios. Eres terca como una mula. Pero así me enamoraste -le enjugó las lágrimas con los dedos. Ella lo miró agradecida. ¿En qué momento se había olvidado de lo que era sentir mariposas...? Y al mirarlo a los ojos descubrió una verdad que la asustaba sobremanera. Grises.
Sus ojos eran grises.
¿Era a Jace a quien veía cuando miraba a Elric?
-Comprendo que debió ser duro para tí. Perder un padre y un hermano...y la boda era demasiada presión. Pero me jodiste vivo, sabes -se separó de ella y se llevó la mano al flequillo castaño. Se revolvió el sedoso cabello, dolido al recordar momentos pasados. Yara apenó el gesto.
-Cuando te veo...ese uniforme....dibujó una sonrisa entristecida. -El día que os nombraron caballeros, mi hermano me confesó un secreto. Me miró muy serio, apartados de todos. Creí que sería algo importante. Pero tan sólo dijo: Jace es mucho mejor espadachín que yo. Y me hizo prometer que no lo contaría a nadie... -el joven se giró para mirarla, inquisitivo. -Supongo que ya no tiene sentido guardar el secreto. Ya nadie lo podrá comprobar.
-Tu hermano era un gran soldado, Yara. Sólo quería lo mejor para tí.
La chica abrió la boca para decir algo, pero no le salieron las palabras.
En su lugar, se alojó de nuevo entre los brazos de Jace, y le selló los labios con un beso de los que hacía tanto que no sentía.


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By Rouge Rogue

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