Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
Si crees que pueden herir tu sensibilidad, por favor no continúes leyendo.
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jueves, 22 de septiembre de 2011

CAPÍTULO 32: DESDICHA

Amanecía.
Valiant encaró al sol naciente con la mochila sobre los hombros y un montón de ideas en la cabeza. Por dónde empezar a buscar, cómo seguir el rastro del Synister. Era bueno moviéndose en la ciudad; el mejor si se apuraba. Pero allá fuera el mundo era tan grande, tan distinto. Negó para sí mismo y se obligó a dar el primer paso.
Ahora volvía a no ser nadie; a no tener nada.
Después de perder a Kevin, creyó que Yara era todo lo que lo anclaba en aquella ciudad. Bien, ya la había perdido definitivamente a ella también. ¿Qué futuro le quedaba? ¿Quedarse y verla envejecer junto al hombre que la quería -y que no era él, maldita sea-, procrear y hacerse cargo del título y la posición social que le correspondía y de la cual había renegado por tanto tiempo? Valiant amaba a Yara, pero no pensaba quedarse y consumirse por ella. No era tan buen tipo, después de todo.
Cuando abandonaba la ciudad por uno de los caminos sucios e intrincados de la zona baja de los suburbios, una voz familiar lo retuvo por un instante.
-¿No me esperas, rubio?-
Se giró un instante para mirar a la joven. Ataviada con el práctico -pero sensual, siempre muy sensual- equipo de caza, Kamilla se acercó hasta él, contoneando aquellas caderas generosas que servían de cuna a su hermoso ombligo. El chico frunció levemente el ceño y negó con la cabeza.
-¿Por qué estás aquí?
-No. La pregunta es por qué debería no estar. ¿Se te ocurre alguna razón? Porque a mí no -resolvió ella, acercándose a su amigo. Se detuvo frente a él y lo encaró solemnemente; el muchacho bufó.
-Tienes un trabajo, tienes a tu hermana. Hace años que no corres con los ratas; quédate con lo que tienes y aprovéchalo.
-¿Un trabajo? ¿A tí te parece que ponerme a cuatro patas y dejar que me utilicen es un trabajo que debería aprovechar?
-Como sea -Valiant hizo un gesto de desdén.
-¿Qué demonios te pasa? Toda la historia con la pijita pelirroja te ha trastocado, Valiant. ¿Esque ya no recuerdas aquello...? Nuestros sueños, nuestras ganas de cambiar. Juramos que algún día dejaríamos las cloacas y seríamos gente honrada; de la que compra el pan con monedas en lugar de robarlo.
-Sencillamente he madurado, y he comprendido que ese día nunca llegará. ¿No te acuerdas? "Aquí el que nace pobre, se muere aún más pobre..." -tarareó, y ella frunció el gesto, molesta.
-Pues yo no lo creo así en absoluto. No me jodas, Valiant -dijo aquello con un tono de reproche que él no le había oído antes, y eso que Kamilla acostumbraba a reprochar muchas cosas a todo el mundo. -No has vivido peor que yo. No me trates como si te hubieras acostumbrado a que todos estuviesen por encima de tí, hemos crecido juntos en las calles, y aun así, al menos tú no has tenido que tragar lefa durante estos últimos trece años -aquella acusación se le reveló ciertamente dolorosa. Se sintió por un momento culpable por no haber compartido la misma adversidad que la muchacha.
-¿Dónde está el chico al que yo conocía? Tú eras el mejor, eras admirado por todos los granujas de las cloacas -lo apuñaló con el dedo en el pecho. Valiant no retrocedió, pero agachó la cabeza. -¿Sabes dónde ha ido a parar ese chico vivaz y elocuente? Al fondo de unas bragas rosas perfumadas que cuestan más de lo que yo ganaría chupando pollas un mes. Ahí es donde está mi Valiant. Te has echado a perder, has permitido que ella te robase. ¡Que te robase, a tí! -lo dijo con un tono de ironía, como si le hiciese gracia la situación.- Parece que no se le pueda robar nada a un hombre más pobre que las ratas, pero sí que ha podido. Te ha quitado lo único que tenías, tus sueños y tus ganas por vivir -La voz de Kamilla se endulzó entonces. Ella era una chica lista; muy lista. No había acudido a la escuela, por supuesto. Pero de haber podido hacerlo, él sabía que habría llegado a ser alguien grande, alguien importante. Cuando Kamilla hablaba, todo se esclarecía; la niebla de las dudas se disipaba de un soplido, por que ella traía con sus palabras la sabiduría de las calles y el peso de la realidad. El joven volvió a alzar la cabeza hacia el cielo gris que comenzaba a vestirse de blanco. Al final, tras pensarlo largamente, preguntó:
-¿Aún recuerdas cómo se usa un cuchillo?- la chica sonrió.
-Hay cosas que no se olvidan nunca, rubio. ¿Aún recuerdas tú cómo se usa esto...? -pasó por su lado y acarició sutilmente el pantalón del muchacho a la altura de la entrepierna. Apenas un roce delicado mientras echaba a andar hacia el sendero, riendo. ¡Riendo! Hacía mucho que no veía a Kamilla reír de verdad; con el corazón. Aquello le arrancó una pequeña esperanza al muchacho, que se sonrió a sí mismo y se dedicó a seguirla.
Bueno, tal vez no era la mejor compañera de viaje que hubiera podido soñar.
Pero de algún modo, era su chica.

-No la toques-dijo Allain, y Tera retiró la mano, asustada por las palabras del hombre que la habían sorprendido en la quietud de la noche. Suspiró largamente, con el corazón en un puño. Menudo susto le había dado.
-Es peligroso -añadió Elric. Se levantó de la cama -realmente, ella había creído que estaba dormido. ¿Estaba fingiendo, o esque tenía el oído tan fino...?- y se acercó a la muchacha. Cogió la espada que había dejado sobre la mesa y se aseguró de que estaba bien enfundada. Tera le dedicó una mirada inquisitiva, aunque con la culpabilidad en los ojos de una niña pequeña.
-Tan sólo quería verla...nunca he visto una espada de cerca.
Allain la observó de reojo mientras ajustaba las correas de la funda del arma. Al final de un segundo de meditación, decidió mostrársela.
Era una espada Kandoriana con una hoja fina y larga de más de metro y medio de longitud. Sus tercios se componían de tres láminas con una columna central de merellite que se abría en el filo cortante, derramándose sobre las dos placas de acero templado que la revestían para protegerla. En la base de la hoja tenía grabadas dos alas oscuras.
La empuñadura era sencilla y oscura, de un material cómodo a la vez que resistente y sin salvaguarda, porque no era una espada para luchar. Era una espada para matar.
Los ojos de la joven brillaron, bruñidos por el resplandor de la hoja metálica a la luz del candil.
-Es hermosa... -dijo, con voz baja, como embaucada. Alargó instintivamente la mano hacia el metal cortante- ¿puedo cogerla...? -inquirió, y deslizó el dedo despacio por el borde. Allain estrechó la mirada y guardó el arma de nuevo en su funda. Con el sonido del "clic", la chica pareció volver a reaccionar.
-Creo que es hora de irte a dormir -sentenció el hombre. Ella tragó saliva, algo confusa, como si hubiese salido de un trance repentino, y asintió.
-Está bien...mañana...mañana prepararé un buen desayuno para tí... -musitó, y le dió un beso en la mejilla. En cualquier situación le habría resultado muy dulce, pero ahora tenía sus pensamientos en otra parte. Cuando la joven abandonó el dormitorio, dejándolo a solas, él volvió a poner sus ojos en la espada. Acarició con suavidad con la llema de los dedos la funda en la que estaba guardada, del mismo material oscuro que la empuñadura del arma.
"Desdicha y discordia traerán los tiempos oscuros" rezaba en el cristal que adornaba la base de la empuñadura; la única pieza ornamental de la misma. Poca gente podía leerlo.
Estaba escrito en Kandoriano.

Yara se tumbó bocabajo en la cama.
Bajo el calor del cuerpo de Jace todo resultaba tibio y acogedor. Además, él olía tan bien, sus labios eran tan suaves y sus manos tan regias. Tenía todo lo que ella amaba de un hombre, aún conservaba todo lo que había deseado desde que se prometieron, años atrás. Sin embargo, sentía un vacío desolador en el estómago. Sin llegar a comprenderlo, desde que se fue Valiant, la casa se había vuelto angosta y aplastante. ¿O quizás fue desde que se fue Elric? ¿O los dos? Era una gilipollez; todo el tiempo se decía que no era momento de pensar en aquello. Pero lo cierto era que las horas se sucedían y no hacía más que darle vueltas a lo mismo. Jace la besó despacio en el cuello, justo detrás de la oreja. Le apartó el pelo con delicadeza y recorrió con sus manos los hombros desnudos de la joven. ¿En qué momento se habían quitado la ropa? Ah, dioses, no estaba prestando nada de atención.
-Me he pasado el día echándote de menos... -susurró el chico cerca de ella, y el aliento cálido empañó la piel de su nuca. Yara dibujó una sonrisa tierna. Él era muy dulce... ella lo amaba. Lo amaba, sí, no había duda. ¿Por qué no iba a amarlo? Era su prometido... Las manos de él, poderosas, se movieron con seguridad hacia la cintura esbelta de la joven y se estrechó contra ella. Yara emitió un gemidito, y cerró los ojos. Por un segundo, aquella presión contra el colchón, aquél cuerpo caliente sobre el suyo, la hizo recordar la última -y realmente la primera- vez que tuvo a Elric sobre ella. Se le había disparado el corazón, había deseado cosas...cosas vergonzosas. Jace estrechó sus dedos en las caderas de la muchacha y el gesto la hizo evocar la noche en el lago...Valiant abrazándola apasionadamente, haciéndole el amor en el agua. Dioses, aquello fue como una revelación. Hacer el amor, eso era.
Él le había hecho el amor, y ella, burdamente, le había ofrecido "follar". Había sabido siempre lo que el joven sentía por ella, ¿por qué habría jugado con sus sentimientos de aquél modo...? ¿Sólo porque le apetecía tener sexo...? Por supuesto que era una mala persona. Era una persona horrible, Valiant era un chico guapo y ella había dado por hecho que, teniendo a cuantas quisiera a su alcance, no iba a pasarlo mal por una mujer. Era lógico que se hubiera marchado, era tan aplastantemente lógico que le dieron ganas de llorar. Se encogió ligeramente, y Jace la miró entonces con gesto preocupado. Pero ya no estaba sobre ella.
-Yaraidell, ¿qué te ocurre...? Si no te apetece sólo tenías que decírmelo...
La chica sorbió por la nariz, ahogando las lágrimas y escondiendo el rostro.
-Jace, no puedo perderle a él también...me...importa...me importa demasiado. Tengo que... -sollozó. Su compañero le acarició el pelo y la dejó acabar la frase -...encontrarle -culminó. El caballero se mordió el labio, dolido, pero no dijo nada. Tan sólo suspiró, y abrazó a la chica, tratando de reconfortarla.
-Haz lo que tengas que hacer, amor mío. No voy a retenerte -dijo, con todo el peso de la cruda realidad alojado en la garganta, pero no titubeó, y aquello la hizo sentir notoriamente mejor. No hubiera querido por nada en el mundo hacerle daño a Jace, pero tenía que ir...tenía que salir y encontrarle.
¿Encontrarle?
Ya ni siquiera sabía si estaba pensando en Elric, o en Valiant.


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By Rouge Rogue

5 comentarios:

  1. En serio... A veces no sé cómo puedes tener tantas cosas en la cabeza. Y tan bien colocadas.

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  2. Francamente, no hay ningún guión. Van saliendo solas, y es como trenzar hilitos en un tapiz. Sólo intento que no quede ninguno suelto, jeje :p

    Así que no hay mérito. Y si un hilo queda suelto....SE CORTA! Mua ja ja XD

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  3. Qué gustito da cuando las cosas encajan, ¿eh?

    A ti te gusta mucho cortar cosas, me parece a mí.

    Se te echa de menos, mendrugo

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  4. esto cada vez se pone mas y mas interesante :)

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  5. que bonitooo el final!!! :P

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