Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
Si crees que pueden herir tu sensibilidad, por favor no continúes leyendo.
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miércoles, 14 de septiembre de 2011

CAPÍTULO 28: EL DESVÍO

Allain abordó de nuevo los caminos con el alma vacía, pero con mil monedas de oro -en realidad, su equivalente, cinco coronas de merellite- en el bolsillo. En su vida, había amasado mucho más dinero del que nadie pudiese llegar a imaginar, pero el oro era un peso muerto que detestaba cargar consigo. Su maestro les había dicho en una ocasión: El oro no sólo no ahuyenta a los coyotes, sino que atrae a las urracas. Desde entonces, procuraba cambiarlo en cuanto tenía ocasión por algo que le sirviese para sobrevivir en campo abierto, que ahora era su nuevo hogar.
Había dedicado algunos pensamientos a Yara desde que dejó Silverfind.
En su mayoría, siempre acababa por concluir que, o bien sus 27 años no le habían enseñado nada sobre las mujeres, o la chica estaba como una cabra. Loca de atar o...
Pero a quién le importaba.
El amor era un lastre. La amistad era un lastre.
La vida era un lastre.
Tomó la ruta oeste con la seguridad de que ningún mercenario de Kandalla que se molestase en seguir su rastro sería lo bastante diestro para eliminarlo en combate. Por lo más, cuando llegaba a alguna ciudad, triplicaba... no, cuadruplicaba su prudencia. Casi tanto como se multiplicaban las posibilidades de ser atracado o asesinado por la espalda. Pero en los caminos era otro asunto, porque los edificios no cercaban el paso, y era más fácil luchar contra uno, o varios objetivos a la vez. No había hecho nada por esconderse ni ocultar su presencia desde que salió del "Círculo". Quizás sencillamente vivía esperando que algún día lo matasen.
Abordó los paisajes verdes y ostentosos del centro de Kandalla evitando las rutas comerciales y adentrándose en el bosque profundo. No se detuvo más que para comer y dormir hasta el tercer día de viaje, cuando escuchó un ruído que lo hizo pararse en seco.
Con el sigilo propio de un felino a la caza, pegó su espalda al roble más cercano. Se llevó las manos despacio al carcaj y se hizo con el arco y la flecha con toda la rapidez que pudo sin hacer el más mínimo ruido. Pegó la mejilla a la corteza del árbol y buscó la fuente de los ruidos. Exceptuando la frondosa mata de helechos, no se distinguía nada a diez metros a la redonda.
Se sonrió en sus adentros.
Era una jodida ironía, vivir esperando el día en que alguno de los que fueron sus antiguos compañeros le diese caza y le sacara las tripas, no haciendo nada por evitarlo, y por el contrario poner todos sus sentidos en alerta al más mínimo atisbo de problemas. Bien, no pensaba esconderse del Círculo, pero tampoco iba a dejarles las cosas tan fáciles. Si podía, se llevaría a tres o cuatro de esos hijos de puta por delante. Daría un golpe del que tardarían años en recuperarse; no en vano un Mester no se formaba a la ligera.
Los segundos se sucedieron, y él se atrevió a dar el primer paso.
Abandonó su resguardo seguro tras el roble, convencido ya a todas luces de que, quien quisiera que fuese, no se trataba de un Mester del Círculo. Los enviados de la orden no hacían ruído, jamás. Y si alguien los escuchaba venir, ese alguien podía darse por muerto. Por el contrario, si se trataba de algún rata o algún grupo de bandoleros de tres al cuarto...bueno, no creía que supieran siquiera quién era él. De lo contrario, no se atreverían a rondarlo.
Cruzó treinta metros a pie, caminando despacio en dirección al sonido.
El oído era un sentido harto infravalorado en el mundo real, pero para un Mester era una fuente inagotable de información. Allain se había dedicado durante muchos años a desarrollar sus capacidades auditivas, a comprenderlas y utilizarlas en su beneficio. A clasificar los sonidos y distinguirlos, localizar su origen. Se había acostumbrado tanto a su oído, que para él suponía de más fiabilidad que sus propios ojos. No en vano la mayoría de los asesinos trabajaban en desarrollar artificios para engañar a los ojos de otros; disfraces, polvos cegadores, luz. Allain no tenía ese problema. Y por eso se había ganado aquél mote.
Tan pronto llegó al otro lado del claro, destensó la cuerda del arco. Entonces los sonidos resultaron mucho más precisos y reconocibles. Quizás para otro habría supuesto tan sólo una maraña de ruídos pero él distinguía claramente una respiración agitada. Los pulmones eran pequeños, debía ser una mujer. Había un afluente cercano, también podía escuchar el agua discurriendo. Guardó la flecha de nuevo en el carcaj y se colgó el arco, luego sacó la daga de la parte trasera de su pantalón, y alcanzó caminando resueltamente la orilla del río. Allí estaba ella, el fruto de todas sus momentáneas inquietudes, de espaldas a él. Se encontraba sentada cerca del agua, con las piernas abiertas y la falda subida.
Gimoteaba débilmente, permitiendo que el agua fría acariciara su sexo con la corriente del manantial, excitada. Sin siquiera notar la presencia del hombre que la observaba, impertérrito, la joven se llevó una mano entre las piernas y comenzó a tocarse suavemente. Allain tragó saliva.
Se humedeció los labios, inmerso en el hacer de la muchacha. ¿Qué hacía allí sola...? ¿Vendría con más gente...? Datos, más datos. Color de piel claro, pero tostado por el sol. Eso significaba que pasaba muchas horas fuera de casa, posiblemente trabajando. No podía ser una viajera, aquellos zapatos y ropajes no estaban adaptados a la vida en los caminos. El cabello recogido en trenzas que se cerraban en torno a un moño central, era el peinado de las jóvenes casaderas de algunas aldeas del valle.
La muchacha gimió, hundiendo dos dedos en su vagina, y acabó por recostarse bocarriba en el lecho de hojas secas que bordeaba el afluente. El mercenario sintió que se empalmaba por momentos. Guardó de nuevo la daga en su funda correspondiente, y luego se deshizo del arco y el carcaj. Los dejó apoyados en un árbol cercano, sin hacer ruído, y se desabrochó el cinturón. La muchacha cogió el palo de madera. Un pequeño tronco pulido, que parecía trabajado a mano con el fin de eliminar las astillas, y se lo introdujo despacio. Cerró los ojos y suspiró al aire, masturbándose lentamente con la herramienta. Elric abrió los labios y cogió su polla entre los dedos. Se acarició con suavidad durante algunos segundos, recorriendo las formas de su cuerpo cuan largas eran, haciendo incapié en aquellas zonas que sabía de antemano que le gustaban más, y después se acercó a ella, caminando con resolución.
La sombra del hombre se proyectó sobre el níveo cuerpo de la chica. Allain estrechó los ojos, contemplando la finísima pelusa rubia que recubría el pubis de ella, casi inmaculado. Cuando la joven volvió el rostro, ahogó un grito, asustada, y dejó caer el utensilio que sostenía en la mano. Trató de ponerse en pie, quizás para excusarse, o para salir a correr, pero él ya estaba de rodillas, aferrándola con fuerza por las muñecas mientras se recostaba sobre ella.
-¡No! ¡Por favor! ¡Por...Ah! ¡Ah!-gritó cuando el mercenario se hundió en su cuerpo, con soberbia. Era confuso, aquél extraño desconocido, que daba tanto miedo, y sin embargo se abrazó a él, rodeándolo con sus piernas como si le fuese la vida en ello. Era sencillamente extasiante, cuánta diferencia entre un trozo de madera rígido y frio, y aquella polla de verdad. No pudo evitar abrir la boca, sucumbiendo al placer de las embestidas salvajes de Elric. Sus caderas tan poderosas, su espalda tan robusta... y el olor intenso de su virilidad empañándole los sentidos. ¿A qué sabía ese hombre...? Necesitaba probarlo... La muchacha buscó con su lengua la boca de él, y pidió a gritos que la invadiera. Hundió sus dedos en el pelo de Allain y los apretó con furia para evitar que se separase de ella.
Era increíble, increíble, incre...
Se escapó de la boca del hombre para proferir un grito de placer. Otro, y otro, y al final acabó por correrse, apretando rítmicamente sus caderas contra él. Allain masculló por lo bajo, tampoco aguantaba más, y eyaculó dentro de la joven con todas sus fuerzas, bastante esperma además, debido a que no había tenido sexo desde que salió de Silverfind.

Al cuarto día de haber desaparecido, Valiant se acercó a la entrada de la mansión de los Eagleclaw. Los guardias volvieron a cerrarle el paso, como cada vez, pero en aquella ocasión el chico no tenía humor para los buenos modales. Sacudió con la palma abierta de la mano un golpe en la nariz de uno de ellos, haciéndolo sangrar profusamente. El otro lo apuntó con la lanza, pero antes de tener tiempo de moverse vió su cara empotrada contra la pared, y el sonido metálico del casco lo desestabilizó algunos instantes. Suficiente para que luego el ratero le propinase una patada en la entrepierna, y un empujón que lo tiró de culo. El tipo con la nariz sangrante decidió echar mano de la espada, desentaponando la hemorragia, que le regó el uniforme como una fuente carmesí. El pomo de la espada no se agarraba bien con los guanteletes mojados así que tenía que usar las dos manos.
-Oye, vengo a ver a Yara. Dejáos ya de numeritos, habéis justificado el sueldo -pasó por delante de ambos hacia el interior de la mansión. No intentaron volver a atacarle.
Cuando la sirvienta abrió la puerta, Valiant le dedicó aquella mirada educada-pero-peligrosa de la que hacía gala cuando estaba molesto por algo. Se metió las manos en los bolsillos y esperó que la chica corriese al interior para avisar a Yara de que él estaba allí. Por supuesto, enseguida se oyeron los pasos apresurados de su amiga al descender por la escalera de caracol. Se asomó a la puerta, con impetuosidad, pero también con cierto aire disgustado.
-¡A buenas horas, mangas verdes! -dijo sin más, y se cruzó de brazos.
-Hola, Yaraidell...
-¿Desde cuándo soy Yaraidell para tí? ¿Dónde has estado? -se apartó de la entrada y le ofreció pasar. La chica se dirigió caminando hacia las cocinas, suponiendo que él la seguía.
-Dando un garbeo por ahí... visitando a viejos amigos y haciendo el tonto.
-Ya podías haber avisado, ¿no?- Valiant paseó por la enormísima cocina, ignorando a las mujeres que trabajaban por allí. Cogió una manzana del frutero y se dedicó a darle vueltas en la encimera con aire distraído.
-¿Dónde está Elric? -preguntó a modo de respuesta. Yara suspiró, y apoyó las manos en el mueble, mirándolo.
-Se largó hace unos días.
-¿Cómo? ¿Por qué? -el chico dejó de darle vueltas a la fruta, y la miró inquisitivo ahora.
-Porque ya no lo soportaba más. Y no estabas aquí para mantenerme a raya, con lo cual...
-No puede ser, tengo que encontrarle -se apartó el flequillo de la cara. Su amiga frunció el gesto.
-¿Encon...? ¿Te vas a ir otra vez?
-La gente del Círculo lo está buscando y quizás él no lo sepa...
-¿El Círculo? ¿De qué hablas?
-Son historias muy largas de contar, Yara.
-No me digas. Y peligrosas, por supuesto -la chica farfulló, disconforme.
-¿Tienes idea de qué dirección ha podido seguir?
-Osea que verdaderamente piensas dejarme plantada -aquello fue más una acusación que una pregunta. Valiant se encaminó de vuelta al comedor y suspiró, con aire cansado.
-No seas cría, Yara.
-¿Cría? -lo agarró por la muñeca y lo obligó a mirarla. Tenía un brillo en los ojos que delataba que estaba conteniendo a duras penas las ganas de llorar. -Me he pasado cuatro días preguntándome donde estabas, preocupada por tí. Sin saber si te habría ocurrido algo en las calles, y sintiéndome impotente... Para colmo, la única posibilidad de encontrarte pasaba por ese cretino de Allain y lo eché a patadas de mi casa. Estaba de los nervios, y tan pronto apareces me dices que...
-Escúchame -él la tomó por el rostro y la miró de cerca a los ojos.- Aun cuando una organización de asesinos de la élite de Kandalla no estuviese persiguiendo al hombre que se ha jugado el pellejo por tí en varias ocasiones...aun así. No me quedaría contigo, Yara. - La chica frunció el ceño, sintiéndose traicionada. Pero antes de que pudiera rechistar, la voz desde las escalera los distrajo.
-¿Yaraidell...?
Jace los observaba, sin comprender la situación. Valiant suspiró, soltando a la muchacha.
-Bueno, parece que ya tienes claro lo que quieres -comentó, algo mas fríamente de lo que le hubiera gustado, con la vista clavada en el caballero. A Yara le habría encantado darle una bofetada y despabilarlo, pero tenía el corazón punzado de algún modo. Luego el ratero sonrió, y echó a correr de la casa.
Aquellos ojos verde esmeralda dijeron el adiós silencioso que sus labios no se atrevieron a pronunciar.


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By Rouge Rogue

2 comentarios:

  1. Desde luego se le coge mania a la tia esa!

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  2. que mal me cae la yara... XD esa la unica que se le resiste a Elric XD o era Allain? o Syniste? bah XD

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