Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
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lunes, 19 de septiembre de 2011

CAPÍTULO 30: CULPABILIDAD

-Un hombre que sabe lo que se hace, no toma a un discípulo -había dicho el mercenario. Burt Founder lo miró alzando una ceja, sin duda intrigado por los pensamientos del hombre. Synister Owl nunca hablaba de sí mismo; nunca daba explicaciones. Tan sólo cuando estaba ebrio se sentía lo bastante abocado al recuerdo para dejar escapar algunas palabras.
-Te contradices, Synister. Explícate -dio un largo sorbo a su jarra de cerveza y luego carraspeó, cohibido por la mirada penetrante del hombre, que sin duda no aceptaba términos que pudieran parecerse ni en la más mínima medida a una orden. -Es decir, si tú mismo has dicho que un hombre que sabe lo que hace no toma discípulos, ¿para qué quieres a Adrian?
-Dije que no tomaría un discípulo. Uno.
Entonces Burt arrugó el ceño de incredulidad.
-¿Quieres decir que ya hay otro candidato...? Encuentro esto demasiado confuso, no estoy en la mente de un Mester, ¿sabes? Sólo soy...
-Un chuloputas, lo sé -el Synister se reclinó en la silla y dibujó una sonrisa aguda de autosuficiencia. Burt agrió el gesto, pero nunca se habría atrevido a desairarle. Al fin, el mercenario cogió una bocanada de paciencia y sacó el chuchillo. Apoyó la punta afilada en la mesa de madera y lo hizo dar vueltas, entretenido.
-Está bien, te pagaré con una explicación sencilla, ya que no pienso darte ni una corona por el chico.
Burt ya se esperaba aquello, por supuesto, pero oírlo de boca del mismísimo Synister lo hizo incomodarse. Sólo él tendría la cara dura...no. La desfachatez, la osadía suficiente para venir a su propia casa a exigirle la vida de uno de sus esclavos, alegando además que no pensaba pagarle por ello. Por los dioses, cómo odiaba a aquél hombre. Ojalá no estuviera tan bien considerado por "El Círculo".
-He encontrado a un muchacho curioso. Un muchacho que me intriga... -los ojos de Burt relampaguearon, imaginando toda suerte de depravaciones sobre las intenciones del mercenario con aquél chico misterioso. El Synister lo leyó en sus ojos, pero no dijo nada. No estaba tan bebido como para pasar a hablar de su vida íntima con aquél cerdo maricón. -He decidido convertirlo en mi pupilo. ¿El motivo? Bueno, quién sabe. Me hago viejo, tengo una fortuna que por más que intento quemar en putas todas las noches no hace más que crecer. Un Mester nunca piensa en el futuro, pero sí en el presente. Y ese futuro en el que nunca he querido pensar, es ahora.
Burt sonrió.
-Pero qué dices, viejo...si estás en la plena flor de...
-Pero los jóvenes son impetuosos -Synister lo cortó. Iba demasiado pagado de sí mismo como para necesitar halagos de una cucaracha como Burt. -Alocados, demasiada energía... Los años me han templado y mi paciencia ya no da para soportar a un mocoso engreído que sin duda será un buen alumno, porque me encargaré de ello, y no tardará en subírsele el ego y olvidar quien es aquí el Mester.
-¿Pues...? -El noble tenía ahora una expresión altiva que delataba que se sentía rechazado.
-Ese problema no existe si en lugar de uno, son dos. Cuando un pupilo sobrado de confianza no tiene un rival con el que medir sus fuerzas, pierde el respeto por su maestro, en su infinita arrogancia adolescente. Sinceramente, paso de invertir los próximos diez años de mi vida en adiestrar a un gilipollas al que luego tendré que matar por ponerse gallito conmigo... -hizo un gesto asqueado ante la idea. Pareciera que le daba pereza.
-Si son dos, esa competencia malsana se volcará entre ellos. Menos problemas para mí.
-Tienes un extraño modo de ver las cosas. Por supuesto, desde un prisma que pasa desapercibido al mundo.
Synister dejó caer el cuchillo en la mesa, con la vista perdida en el reflejo que la luz del fuego dibujaba en aquella gema roja engarzada a la empuñadura. Aquella luz tan hermosa...
-Aun así, no voy a desprenderme de Adrian. Puedes elegir a cualquier otro muchacho; Adrian no.
-Me lo llevaré, lo quieras o no. Puedes elegir si por las buenas o...
-Hablaré con el Círculo de esto, Synister. No eres el jodido rey del mundo.
El mercenario prorrumpió en una sonora carcajada y después se inclinó hacia su interlocutor, sonriendo maliciosamente.
-Aquí, en las cloacas, el mundo no existe. Llama al chaval y hazlo venir.
-¡Adrian me pertenece, yo pagué por él! ¡No es más que un puto esclavo! ¿Por qué él y no otro?
-¿Y tú me lo preguntas, Burt? -el Mester se puso en pie y se guardó el arma en el cinturón, complacido. -Has hecho parte del trabajo que me correspondía hacer a mí. Has llenado al chico de rencor. Le has dado algo a lo que odiar, un motivo por el cual crecer cada día y una meta que le insuflará el coraje que otros no tienen. Por eso lo quiero a él.
-¿Cómo dices...?
-¿Qué? ¿No has visto cómo te mira...? Esos ojos cargados de rabia... de asco. De una repugnancia tal que se diría que es sólo cuestión de tiempo que acabe por robarte la vida. Quizás algún día cuando menos te lo esperes y te quedes dormido, extenuado después de follar. Cuando tus fuerzas sean menos, o estés ebrio y despistado.- Se dedicó a pasear por la sala, acariciándose la perilla rubia oscura, como si barajase todas las posibilidades existentes. El rostro de Burt palideció ligeramente.- Un veneno en la comida o la bebida... quizás una puñalada por la espalda. O tal vez algo menos elaborado y más sangriento, quién sabe. Las posibilidades no sólo se incrementan día a día igual que su desprecio hacia tí, sino que además las estás favoreciendo. Cada vez que pones tu polla en su boca estás arriesgándote a que su tentación de arrancártela de un mordisco sea demasiado fuerte. ¿Cuánto crees que tardaría en...?
-Cállate. Cállate, por las mil putas del demonio, olvidas que él es un niño. Un niño es subyugado por una mano más fuerte, si es necesario lo encadenaré de por vida como a un perro. Lo encerraré, lo vigilaré -Burt tembló ligeramente de histeria, furioso por la visión que el Synister le ofrecía de su esclavo más leal. Era cierto que Adrian siempre había mostrado una actitud adusta, vacía y ausente. Algo rebelde, esquivo, no se había dejado comprar por falsas promesas de una mejor condición de vida, o libertad. Hasta entonces, los fríos ojos negros lo habían acuchillado con lo que él había interpretado como acritud, pero ahora había comprendido más que eso.
Era odio; un odio visceral.
Odiaba admitirlo, pero el Synister tenía toda la razón. Ahora sus opciones eran deshacerse del muchacho, matarlo él mismo para asegurarse de que nunca atentaría contra su propia vida, o bien venderlo al "Círculo", que tan interesado se mostraba por él, y sacarle algún pellizco.
-Ya sabes cuál es tu salida. Si lo matas, pondrás tu culo a salvo pero no sólo perderás a tu amante, sino todo el dinero invertido desde su compra.
-Si dejo que te lo lleves, estaré concediéndole carta blanca a uno de mis enemigos.
-Tienes demasiados detractores, Founder. Uno más en el saco no se notará...
-Ninguno de mis enemigos es un Mester -aseveró Burt el rostro. Synister Owl se carcajeó abiertamente como si discrepase de ello.- En cualquier caso, sería un enemigo más que considerable.
-Me encargaré personalmente de que, mientras esté bajo mi tutela, Adrian sirva al Círculo, y por consiguiente a tí -hizo un gesto con la mano como si le supiera mal decirlo.
-Demasiado arriesgado, me temo. No te lo llevarás.
-Está bien... -el mercenario suspiró, fingiendo que lamentaba aquello sobremanera. Sacó de nuevo el cuchillo y se lo mostró a Burt.- Añadiré un peso nuevo a la balanza. O me llevo el chico, o me llevo los dedos de tus pies. Y puede que... algún otro pellejo inútil que al Círculo no le sea necesario para mantenerte con vida, como tu polla y tus orejas.-
Burt apretó los dientes, aquello ya no era una negociación cordial.
En realidad, con el Synister, nunca lo eran.

Elliot había pasado tres días y tres noches al borde de la muerte, abrazado por una fiebre intensa que lo hacía sudar y morirse de frío, todo a un tiempo. Tenía pesadillas en las que lo perseguían figuras oscuras, espectros de un pasado que se había esforzado por dejar atrás con tanto ahínco que había caído enfermo. Cuando abrió los ojos, al cuarto día, aún se encontraba febril, pero al menos estaba consciente.
Synister se acercó a él con actitud evaluativa y el chico se encogió en la cama, agazapándose contra la pared como un gato arrinconado. El mercenario no mostró gran interés por el rechazo del joven, sencillamente se cercioró de que la fiebre seguía donde tenía que seguir. Lo agarró con fuerza por el brazo y luego le impuso la mano en la frente, sin decir nada. Él se revolvió.
-¿A quién has matado, chico? -preguntó el hombre, y él abrió los ojos como platos. ¿Cómo lo había sabido? Si no le había contado nada a nadie. ¡¿Cómo?!
-¡Yo no he ma...! -comenzó a decir, pero recibió una bofetada que le hizo girar el rostro, y lo tumbó de golpe en la cama. Elliot se llevó las manos a la mejilla dolorida. Su padre acostumbraba a pegarle a menudo, pero aquél había sido un buen bofetón.
-¿Te suena la palabra Mester, chico? ¿Sabes lo que es?- el niño no dijo nada, tenía los ojos brillantes por las lágrimas, pero no se permitió derramar ni una sola. Ante el silencio del muchacho, el mercenario se inclinó hacia él, y con voz teatral dijo: -Los Mester son los dioses de la muerte. Espectros de la noche que vagan entre las sombras robando vidas a placer. Nadie sabe más sobre la muerte sin estar muerto que un Mester, así que no me jodas más y dime, ¿a quién has matado?
Elliot lo pensó durante algunos segundos. Mester. No había oído nunca nada semejante. ¿Era un farol? ¿Y si metía la pata al contárselo? ¿Y si él se chivaba? ¿Y si...?
-Ya veo. Es la primera vez que matas. Te puede la culpabilidad, ¿eh? -se puso en pie y se alejó de la cama, acercándose a la puerta de la habitación. La abrió despacio y la dejó tal cual, mientras seguía con regocijo la mirada de Elliot hacia el exterior.
-Verás, chico. Pudiera parecer que el mundo es bastante complejo, pero en realidad es una mierda. Todo lo que tienes que saber sobre lo que hay ahí fuera es sencillo. La gente se puede clasificar en dos grupos: los que matan y los que se dejan matar. Hasta ahora, tú habías sido de los que se dejan matar -analizó la reacción en la cara del jovenzuelo. Su mirada se desplazó instantáneamente a la del Synister, buscando consuelo a su atormentada alma. -Hay muchos modos de matar a una persona, algunos tan rápidos que no puedes creer que lo hayas hecho así de fácil. Otros son lentos, complejos, y no necesitas realmente un arma para lograrlo. Hay cosas que matan a los hombres, sencillamente porque no están hechos para soportarlas. Cosas tan sencillas como el amor.-
Aquello cobraba un cariz extraño. El Synister se preguntó por un momento qué carajos andaba diciendo...pero su mente trabajaba mucho más deprisa que su lengua, de modo que se contentaba pensando que el monólogo llegaría a buen puerto tarde o temprano, cuando a su garganta le diese la gana de reproducir sus ideas.
-La sociedad espera que uno se levante cada mañana, acuda a un trabajo mediocre con un salario de mierda que apenas te permita vivir, vuelvas a casa reventado por las noches y te ocupes de tu esposa, fea y envejecida por las calamidades, y tus, ¿cuánto? ¿cinco, con suerte cuatro hijos? Esperan que envejezcas día tras día, preocupándote por cosas mundanas que en realidad no hacen sino matarte poco a poco. Nos abocan al desastre, nos empujan a morir. ¿Has visto alguna vez un esclavo?
Elliot lo observó con los ojos abiertos de par en par. Lo escuchaba con interés. Nunca había visto a un hombre hablar con tanta convicción de aquellas cosas que parecían disparatadas. Incluso resultaban creíbles.
-Mi pregunta para tí es, ¿preferirías vivir cien años como esclavo, anhelando un sol que no sale ni se pone para tí, o cincuenta años como un hombre libre y en pleno derecho de hacer cuanto le plazca?-
Por toda respuesta, el chico frunció ligeramente el ceño, pensativo.
-El hombre de a pie elige a diario una vida de esclavo, sin siquiera darse cuenta de ello. Son todos los que se dejan matar. No es una vida más digna o menos digna. Es sencillamente diferente, y puedes acomodarte y acostumbrarte a vivirla, e incluso disfrutarla. Pero, conciénciate. Esa ya no es tu vida. Ahora eres de los que matan, y nunca podrás volver atrás del mismo modo en que no puedes devolverle la vida a la persona a quien se la has arrebatado.
El niño entreabrió los labios. Aquella verdad se le antojó aterradora.
-Un hombre que ha matado, nunca vuelve a ser el mismo. Nunca sabrás que clase de vida habrías llevado si esto no hubiese sucedido. ¿Habrías sido buen padre, buen esposo? ¿Buen amante? Sencillamente, no puedes saberlo, porque ese hombre que habrías sido tú, ha desaparecido, engullido por la culpabilidad.
Elliot se mordió el labio. Ah, de nuevo las ganas de llorar.
-El único modo de volver a ser un hombre, es deshacerte de la culpabilidad.
Synister dejó un lapso de algunos segundos para que él pensara. Después, el muchacho preguntó:
-¿Cómo puedo librarme de la culpabilidad...?
El Synister sonrió con autosuficiencia, y con voz autoritaria dijo:
-Tan sólo, sigue matando.


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By Rouge Rogue

1 comentario:

  1. Bien.... librate de la culpabiliad de haber matado a alguien matando mas..... logica aplastante(modo ironico on)

    Nana

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