Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
Si crees que pueden herir tu sensibilidad, por favor no continúes leyendo.
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viernes, 23 de septiembre de 2011

CAPÍTULO 34: EL VERDADERO YO DE ALLAIN

-Te estás moviendo por lodos demasiado espesos, chico -dijo Allain, y exhaló una nube de humo densa. Valiant no varió un ápice su expresión.
-He oído rumores, Allain... En las calles, las habladurías pueden ser más o menos desacertadas, pero siempre tienen una parte de verdad -siguió con la llema del dedo las vetas de madera de la mesa, distraído en dibujar sus formas caprichosas mientras hablaba.
-No te has tomado la molestia de ofrecer una recompensa por encontrarme sólo para satisfacer tu curiosidad, de modo que dispara -adivinó el Mester.
-Bueno...reconozco que la mayoría de la información que he venido a buscar de tí es innecesaria para los asuntos que nos atañen...pero puedes considerarla parte del pago.
-¿Qué pago?
-El pago que tendrás que hacerme por lo que voy a ofrecerte- sonrió el muchacho rubio. Kamilla entornó los ojos de enormes pestañas oscuras mientras jugaba a enrollar un mechón de pelo en sus dedos. Allain bufó con una sonrisa en los labios. El muchacho era atrevido, sin duda. Pero no perdía nada por escuchar su propuesta.
-El Círculo te busca -dijo el pícaro, tajante. Le parecía que andarse por las ramas en un momento como aquél era absurdo. Allain chasqueó la lengua.
-¿Y qué sabes tú del círculo, chico?
-Bastante. Lo suficiente para salvarte la vida -sentenció. Aquello sí que pilló de imprevisto al mercenario, que sintió que la garganta se le cerraba. Kamilla esbozó una sonrisita divertida mientras se balanceaba en la silla, empujándola para dejarla a dos patas y volviendo a caer hacia delante una y otra vez. Aquello era lo que le gustaba de Valiant. Aquél hombre que vivía a través de los ojos de un niño que había crecido demasiado deprisa. La sensación de estar cerca de alguien tan poderoso la hacía estremecerse de placer. El Mester tragó saliva, pero no dijo nada.
-No obstante, si quieres que comparta contigo lo que sé, tendrás que colaborar -Allain se reclinó en su asiento y trató de acomodarse. Cruzó las manos sobre su propio regazo y lo miró distendidamente. Se negaba a creer que un rata de pacotilla lo estuviese chantajeando.
-Sin ánimo de ofender. ¿Por qué debería creerme que un mierda como tú va a serme útil?
-Bueno... Quizás porque te he localizado incluso antes que cualquiera que esté en el Círculo, y si quisiera, podría utilizar todo lo que sé sobre tí para vendérselo a ellos. Seguro que me pagarían muy bien...
-Te mataría antes.
-Tal vez. Pero no puedes estar matando todos los ojos y oídos que corren por las calles. Es como dar espadazos al aire.
Allain suspiró, con la actitud de quien ha perdido la paciencia, o quizás de quien se ha rendido a regañadientes.
-Está bien...¿qué se supone que te interesa de mí?
-¿Por qué te busca el Círculo? O mejor dicho, ¿por qué crees que te busca? -el hombre miró a otro lado. Apagó el cigarro en la superficie de la mesa y exhaló el contenido humeante por la nariz. Luego clavó los ojos en Kamilla.
-¿Es necesario que esté la chica presente? -la señaló sin ningún tipo de miramiento. La muchacha alzó una ceja con curiosidad, pero no parecía molesta. Los hombres solían tratarla como un objeto y la manejaban a placer.
-Ella está con nosotros, no te preocupes.
-Tal vez no pueda matar todos los ojos y oídos de la ciudad, pero si puedo esconderme de ellos me resulta más fácil -rezongó, sin embargo pareció acceder silenciosamente a la impertinente presencia de la mujer desconocida. -En pocas palabras; el Círculo no perdona. Nadie que entre una vez puede salir sin represalias, y por eso me buscan.
-Trabajaste para ellos -era una pregunta sin cariz de interrogación.
-Muchos años. Para todo tipo de cosas. Supongo que sabes lo que son los hombres sin voluntad.
-Esclavos...- se aventuró a decir el chico. Allain negó levemente.
-No del todo. Yo preferiría llamarlos "herramientas".
-¿Cómo entraste en el Círculo? Es decir, el Círculo es invisible. El Círculo no existe. ¿No es esa la idea que vende su gente?
-Justamente, sí. El único modo en que alguien podría saber del Círculo es que el propio Círculo se ponga en contacto con esa persona. Por lo demás, no se pronuncia. Para la gente de a pie, no hay Círculo. Pocos saben de su existencia.
-¿Quieres decir que ellos se pusieron en contacto contigo? ¿Te reclamaron?
Allain estrechó la mirada, que brilló con la nostalgia del recuerdo, como si su mente se encontrase entonces muy lejos de aquél lugar.
-Synister Owl era mi Mester. Él me entrenó. Por eso el Círculo me conocía, y yo conocía al Círculo.
Valiant se acarició la nuca, asintiendo. Parecía que todo cobraba un poco de sentido y entereza.
-De modo que todas esas leyendas...
-Las leyendas le pertenecen. Él era el espadachín legendario, y no yo. Y quién sabe si le pertenecieron también a su propio maestro. Y al maestro de su maestro.
-Ya entiendo...Synister Owl no es inmortal. Tan sólo imperecedero.
-Parece lo mismo...
-Pero no lo es... -Valiant apoyó la mejilla contra la madera de la mesa. Aquello daba una pequeña sacudida a todos sus planes, pero intentaba pensar con rapidez. -¿Qué fue de tu maestro?
-La última vez que lo ví, estaba bastante muerto -respondió, como si hubiera sido más que evidente. Y entonces se dio cuenta de que era la primera vez que lo decía en voz alta. La primera vez que reconocía lo que había hecho delante de alguien. Ni siquiera había podido hablarlo con Fargant; para ambos era un tema, por lo más, doloroso, y procuraban no sacarlo a la luz.
-Matar al mismísimo Synister Owl no debió ser moco de pavo... habría una muy buena razón para hacerlo y jugarse el pescuezo -se arriesgó a comentar Valiant. El Mester negó con la cabeza, y chistó.
-No, en realidad no lo había. Ese hombre fue el padre que nunca tuve. Lo maté porque perdí los estribos; eso es todo -sacó de su chaqueta otro cigarrillo, mientras Kamilla echaba un vistazo de reojo hacia el rata. ¿Eso era todo? ¿Matar a una leyenda por perder los estribos, y nada más?
-Eso nos deja de nuevo en el punto de partida, Allain. ¿Por qué te busca El Círculo? ¿Pretenden vengar la muerte de Synister?-
Dió una larga calada y cerró los ojos. La nube de humo se condensó en el aire entre ambos jóvenes un instante antes de que respondiera.
-No. Pretenden que ocupe su lugar. Me quieren dentro.
Valiant guardó silencio, con la vista perdida en la mesa. Su cabeza daba vueltas como impulsada por algún engranaje invisible, procesando la información que el mercenario le había proporcionado. Tenía sentido, al menos en parte. El Círculo contaba con uno de los mejores espadachines de la historia. Un niñato de mierda había acabado con la leyenda en persona; el Círculo se daría de patadas en el culo por conseguir que ese chico trabajase para ellos. Pero ¿cómo podía haber huído Allain tanto tiempo de ellos? Era el Círculo, joder; no un montón de críos jugando al escondite. Se trataba de una organización, una orden a nivel de todo Kandalla con puertas y ventanas de salida a todos los rincones oscuros del mundo. El Círculo chasqueaba los dedos, y la noche venía a ellos. Todas las gentes de las calles, rateros, asesinos, mendigos y putas, les debían la vida. Podría decirse que, donde hubiera una fuerza que imperase por el bien y el orden, el Círculo equivalía a la ley que imperaba por que hubiera un mal. El equilibrio que debe haber en todas las cosas, suponía Valiant. Porque los buenos no podrían ser buenos si no existiesen los malos. Y porque las gentes de la noche necesitaban creer que los buenos eran ellos, y merecían la oportunidad de soñar con algo mejor. Algo que sólo podía darles el Círculo.
-Trabajar dentro del Círculo debe ser...
-No voy a volver -sentenció el hombre, tajante. Kamilla se mordió el labio, con un gesto sutil de preocupación.
-De acuerdo, Synister -El pícaro estiró los dedos, seguro de sí mismo. Sabía que Allain no se negaría. No podía negarse- Ahora escucha todo lo que tengo que ofrecerte.

-¿Crees que aceptará? -Kamilla se deshizo sensualmente del pañuelo que adornaba su hermoso cuello y lo dejó con delicadeza en el mueble más cercano. Valiant no estaba seguro de en qué medida su extasiante feminidad era calculada y cuánto tenía de espontánea, pero le gustaba de todos modos.
-No lo sé. Tiene una forma de pensar retorcida -se acercó a la ventana, apartando los ojos de ella. Fuera, la oscuridad se arremolinaba junto con las nubes que prometían tormenta. Valiant fijó la vista en la nada y dejó que su mente se perdiera por un momento en el recuerdo de Yara. La imaginó bailando en la plaza, girando sobre sí misma, con aquella sonrisa deslumbrante y el vestido largo...descalza. Era una de las escenas más hermosas que conservaba en su memoria. Sin embargo, enseguida se vio empañada por la imagen de la chica arropada entre los brazos de Jace. Sus labios buscando los de él, y se le crispó el humor.
-¿Estás bien...? -Kamilla lo abrazaba ahora desde atrás. ¿En qué momento ella se había acercado tanto...?
-S-sí, no te preocupes -se sacudió el flequillo largo y se giró con intención de escaparse hacia la cama, pero la muchacha lo retuvo entre sus brazos.
-Eres muy dulce, Valiant. No sabes mentir -lo abrazó con delicadeza, con verdadero cariño. Amor. Él no dijo nada, ni se movió. La dejó apoyar la mejilla en su pecho y cerrar los ojos, conformándose con el contacto, y la rodeó despacio con sus brazos. -¿Sabes? Estoy feliz de que me hayas dejado venir. Esto es importante para todos nosotros, Valiant; quería que lo supieras. Las esperanzas de los ratas están ahora contigo...
-De acuerdo. Pero promete que te portarás bien -se apartó ligeramente de ella para poder mirarla a la cara. Los ojos de la muchacha relampaguearon picaronamente por un momento, como los de una gata con ganas de jugar.
-¿Qué significa eso...? Sabes que soy buena chica... -casi ronroneó. Las manos se escurrieron despacio desde la espalda del pícaro hacia sus nalgas. Se apretó levemente contra él, pero Valiant se apartó.
-No, no te he traído para esto; ¿entiendes? -se acercó hasta la cama, sofocado como si tuviese calor. Se sentó al borde del colchón y Kamilla lo apuñaló con la mirada, suspicaz.
-Te la has tirado -resolvió. Valiant alzó el rostro. ¿Qué? -A la pija. Te la has tirado, ¿verdad? -ella se cruzó de brazos como si estuviese molesta. Nunca le había importado que Valiant entrase o saliese, ni que se viera con otras. Se sintió atacado por primera vez, por algo que nadie le había demostrado: posesión.
-Me he tirado a muchas. Más de las que puedo contar-esquivó la pregunta. La joven volvió el rostro, con los ojos llenos de lágrimas, y el rata se sintió culpable. ¿Qué demonios...?
-Pues vale -zanjó el tema, altanera. Se acercó a la cama y destapó las mantas. Luego se desnudó delante del muchacho sin decir nada y se coló entre las sábanas, dándole la espalda. Cuando apagó el candil la estancia se consumió en la penumbra. Valiant la observó largamente en silencio; su hermosa silueta recortada bajo las mantas, el cabello largo y oscuro esparcido sobre la almohada.
-¿Qué demonios significa PUES VALE?
Kamilla no respondió.
-¿Kamilla? -se acercó a ella hasta asomar la cabeza por encima de la de la chica, saltándose todas las distancias prudentes para dos ¿amigos? que compartían cama. La mirada de la joven andaba perdida en algún punto del infinito.
-Eh... -la zarandeó levemente. Al tocarla recordó de súbito que ella estaba en ropa interior, y sintió una sacudida... ¿en el pecho o en el pantalón? Estaba demasiado acostumbrado a que el sexo con Kamilla fuese algo frívolo, y no podía evitar que el simple hecho de tenerla en la cama despertase sus bajos instintos.
Era una mierda.
Kamilla sabía perfectamente cómo se sentía Valiant, porque ella estaba igual. Ambos compartían el mismo camino, aunque mirando hacia horizontes diferentes. Valiant estaba enamorado de una persona que no le correspondía, y pese a que Yara jugase con su corazón, él lo daba todo a diario por ella, sin mirar atrás... Sin darse cuenta de que justamente detrás de él estaba Kamilla, tan ciega como él mismo. Esperando el momento en que pudiera recoger alguna de las migajas que Yara dejaba, porque a ella con esas migajas le sobraba para vivir. Sentía los ojos húmedos, pero se negaba a llorar.
Qué idiota era.
Los hombres la insultaban y golpeaban a diario, la vejaban y utilizaban, y nunca habían obtenido de ella ni la más mínima muestra de debilidad. Valiant la tambaleaba con una simple mirada. La derrumbaba con una palabra, y menos.
Vale, no era la chica perfecta. No tenía la cara de ángel que había enamorado al pícaro, y aunque fuese más que sabido que era una mujer hermosa, al mirarse al espejo se sentía burda. No era lo suficientemente buena para él, y aun sabiéndolo, lo había esperado todos aquellos años. Kamilla tenía un trabajo difícil y poco decoroso, pero fuera del burdel su cuerpo tan sólo lo había tomado Valiant. Sabía que él andaba con chicas a menudo y nunca le había importado, porque se había creído de algún modo superior a ellas, sabiendo que Valiant sentía algo especial a su lado. Ahora había sigo relegada a un segundo plano por Yaraidell, y se le clavaba en el corazón tan sólo con pensarlo.
-Kamilla, ¿estás llorando...? -
Ah, sí. Era cierto. Estaba llorando, no se había dado cuenta. Qué vergüenza. Qué bochorno.
-D-uérmete- dijo, sin más. Tenía la voz cortada.
Valiant deseó abrazarla, consolarla de algún modo, pero acabó por recostarse bocarriba en la cama y clavar los ojos en el techo. Al menos, no volvería a jugar con el corazón de la chica, tal como había hecho Yara con él.


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By Rouge Rogue

1 comentario:

  1. oooooooooooooo valiant me encanta*_* que hombre habria desaprovechado esa oportunidad por no querer hacerle daño a Kamilla????
    Nana

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