Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
Si crees que pueden herir tu sensibilidad, por favor no continúes leyendo.
Gracias por visitar mi blog.

sábado, 20 de agosto de 2011

CAPÍTULO 10: SYNISTER

Cuando Yara se quedó sin aire, tuvo que abrir la boca.
Entonces uno de ellos, -realmente había perdido la cuenta de cuántos eran- le metió la polla dentro. La muchacha quiso morir del asco. Reprimió una arcada profunda desde lo más hondo de su estómago, algo tan desagradable que la hizo llorar enseguida. Había estado con muchos hombres, era cierto.
Pero aquello no eran hombres.
Ojalá aquellos monstruos supieran igual que la polla más repugnante que ella hubiera chupado en su vida. Ni siquiera se podían comparar con hombres verdaderamente detestables, esto era algo diferente y que no tenía descripción. Una mezcolanza del sudor salado y algo extrañamente gelatinoso y vomitivo inundaba sus papilas. Apenas había acabado de quejarse por ello, el Kollar ya le estaba follando la boca a un ritmo frenético.
La tenían postrada a cuatro patas, sus manos seguían atadas con firmeza, y se encontraba rodeada de cuerpos. No podía ver bien lo que estaba sucediendo, todo era tan confuso. Piernas, manos y falos por todas partes; creía que se iba a desmayar. Mirara donde mirase, la sensación vertiginosa de las caricias se mezclaba con la de los azotes, los pellizcos. Alguno le tiraba del pelo, otro le tocaba las tetas.
Sintió que uno de ellos gruñía por lo bajo y empujaba a los demás, apartándolos de ella para colocarse el primero. Se acomodó en un segundo, y abriéndole el coño con los dedos, le metió la polla entera en un sólo movimiento. Yara gritó, gritó con todas sus fuerzas aunque su voz fuera ahogada por el semen de aquél que estaba eyaculando en aquél momento en su boca. Pero era un grito de indignación, de rencor y de odio, más que de dolor. Extrañamente, la sustancia viscosa que se desprendía del cuerpo de las criaturas hacía que se deslizaran fácilmente y resultase menos doloroso que humillante.
Escupió en el suelo todo el líquido que le llenaba la boca.
Algo tan amargo, tan repulsivamente amargo y lleno de tropezones amarillentos. Sollozó con sólo mirar aquella cosa derramada en la hierba del valle y pensar que la había tenido dentro momentos antes. Pero no tuvo demasiada paz. Enseguida otro monstruo ocupó el lugar del que acababa de apartarse.
Las pollas de los Kollar no eran muy grandes, sin embargo. Bien por la excesiva lubricación que generaban, bien porque sus hembras eran de menor tamaño que las humanas, Yara sentía bailar el cuerpo del hombrecillo dentro del suyo. Las uñas sucias se le clavaban en las nalgas mientras él apretaba con fuerza y acababa por correrse también. No tuvo tiempo siquiera de suspirar, enseguida lo empujaron y ocuparon su puesto.
No sólo el sabor era horrible.
El mal olor era insoportable, el tacto áspero de sus pieles curtidas y endurecidas, tan desagradable, y la visión de sus cuerpos deformes aún peor. Yara cerró los ojos, con la boca de nuevo a punto de estallar, inundada de una oleada de esperma más grande aún que la anterior si cabía. Intentó con todas sus fuerzas cerrar la garganta, prefería asfixiarse que tragar aquella mierda. Y el aire comenzaba a faltarle cuando al fin se apartaron de ella y la dejaron escupir todo en el suelo.
Tenía los ojos rojos.
Por la fatiga, por el llanto, por todo a la vez. Entornó los párpados y los cerró justo cuando apreciaba que uno de ellos le había cogido un mechón de pelo y se masturbaba con él.
De nuevo otras manos diferentes le abrían la mandíbula. De nuevo una polla distinta.
No tenía sentido rebelarse ya, ni pensar.
Sencillamente, era más práctico olvidarse de todo, y dejarse llevar.

Valiant abrió la boca, sin dar crédito a lo que veía.
Allain profirió una carcajada.
-Es increíble, se ha montado una fiesta sin invitarte, rubito.-
Por primera vez, el ratero parecía realmente de mal humor. Echó a correr más deprisa, monte arriba, en dirección a Yara. Allain se detuvo en seco y sin borrar la sonrisa de su cara extrajo la primera flecha de su carcaj, y apuntó al cielo. La soltó un par de segundos después, y acertó justo encima de una de las criaturas, que profirió un grito y cayó mortalmente herida. No obstante, nadie le prestaba atención. En aquella marea de gruñidos y empujones, donde se pisaban unos a otros por acercarse a la mujer, ni siquiera notaron las tres siguientes muertes, y para cuando alguien dio la voz de alarma, Valian ya le había rebanado el pescuezo a otro.
Enseguida comenzaron a chillar. Se apartaron con prisas de Yara, a excepción de aquél pobre despistado que andaba usándola en aquél momento. El cuchillo de Valiant se le hundió en la parte baja de la espalda y subió, despacio, abriendo piel, músculo y entraña a su paso. Cayó al suelo, deshaciéndose en estertores que nadie se preocupaba por atender. Todos corrían de un lado a otro; algunos echaron mano de sus cuchillos. Otros se conformaron con cerrar un círculo alrededor del pícaro.
Una nueva flecha cruzó el cielo y fue a hincarse directamente en el hombro de uno de ellos. Fue entonces que descubrieron la presencia de Allain. Verdaderamente eran estúpidos. El mercenario tiró el arco al suelo y echó a correr hacia ellos, desenvainando su espada.
El metal brilló bajo la luz del sol, y Valiant aprovechó esta pequeña distracción para aupar a Yara en peso y ponerla en pie.
-¿Puedes andar? -preguntó, preocupado. Luego rasgó el aire con el cuchillo y éste se hincó directamente en la mano de uno de los Kollar que pretendía reclamar a Yara como suya. La criatura profirió un alarido y tres o cuatro saltaron sobre Valiant. Él empujó a la muchacha con el pie para apartarla del grupo, y cayó bajo el peso de los enemigos.
Sintió las uñas clavándose en su piel, desgarrándolo allí donde podían. Gritó de dolor, pero enseguida se quedó sin aire. Un poderoso y contundente golpe en el pecho lo hizo perder la respiración; lo estaban aporreando con los puños como si de macacos se tratasen. Luego calor.
Calor en la cara, y todo rojo.
Se le habían teñido los ojos de sangre. Dios santo, ¿de dónde venía toda esa sangre?
La cabeza del que tenía encima cayó a su lado entonces, y el cuerpo se derrumbó mientras se derramaba como una fuente escarlata. Valiant se puso en pie, se limpió la cara con la manga del chaleco y sacó sus espadas gemelas de las perneras del pantalón.
Allain andaba de un lado para otro.
Se movía deprisa, certero. Su espada bailaba de un cuerpo al otro, dejando tras de sí una estela sangrante que resultaba incluso hermosa. Podría decirse que había creado un arte, había hecho arte donde sólo había muerte.
El chico no daba crédito a lo que veía.
El hombre sin camisa atacaba deprisa, giraba sobre sí mismo. Esquivaba un golpe y asestaba otro en correspondencia, mortal. Cada enemigo alcanzado por sus estocadas no volvía a ponerse en pie; aquella espada silbaba como una lechuza en la noche.
Entonces lo tuvo de espaldas a él, y lo supo.
Reparó en el enorme tatuaje; dos alas negras cruzaban su espalda, custodiando una cruz invertida que dibujaba toda la columna vertebral. Era él, ¿cómo no se había dado cuenta antes? Ya no quedaba lugar a dudas.

Valiant dejó caer las espadas al suelo, no las necesitaba.
No tenía idea de que clase de ramera suerte regía su destino, pero había ido a toparse directamente con él. Con el hijo de puta más grande que hubiera parido ninguna prestigiosa orden de mercenarios. Él no se había puesto nombre.

Pero todos le llamaban Synister.


------------------
By Rouge Rogue

1 comentario:

  1. y ahora que pasa? allain se llama verdaderamente synister?
    nana

    ResponderEliminar