Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
Si crees que pueden herir tu sensibilidad, por favor no continúes leyendo.
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jueves, 18 de agosto de 2011

CAPÍTULO 5: LA SUERTE

Apoyó la frente contra la pared de madera, con suavidad.
La madrugada había entrado hacía rato, y en el silencio sepulcral de la casa no se oían sino los débiles golpecitos del cabecero, al otro lado de la habitación, mientras la mujer se masturbaba. Allain la imaginaba semirecostada sobre los mullidos almohadones...el camisón levantado, dejando ver sus piernas.
De cuando en cuando, ella llamaba con los nudillos y él la correspondía. Le dejaba saber que estaba ahí, que también pensaba en ella mientras se tocaba. Entonces sus llamadas se hicieron más constantes, más audibles. Parecía que le suplicara que la buscase, y él ya no era capaz de soportar las ganas. Todos debían haberse dormido ya; habían esperado un tiempo más que prudente.
Se puso en pie y se recolocó a duras penas la ropa.
La polla erecta se dejaba adivinar a través del pantalón, incluso aunque se dejara la camisa por encima. Tragó saliva y abrió la puerta despacio.
Cogió la llave de bronce de la estantería antes de salir, por si necesitaba poner algún pretexto a su excursión nocturna, y trató de orientarse en la oscuridad. Salió al comedor, y desde allí se comunicaba al resto de habitaciones. No sabía en cuál de todas dormía el cabeza de familia, pero se acercó a la puerta contigua de su cuarto y accionó el picaporte con todo el sigilo del que fue capaz.
Al abrir la puerta por completo, Karin se incorporó en la cama y trató de cubrirse cosas que ya de por sí no se le veían con el camisón. Allain entreabrió la boca, pensó por un momento que se habría equivocado de dormitorio, pero ella dijo:
-Has tardado mucho en venir. -
El hombre se humedeció los labios, sopesó la situación. Miró en derredor.
No había podido evitar sentirse decepcionado, pero la joven palpó el colchón.
-Vamos, deprisa. Cierra la puerta.-
Allain hizo caso a su consejo y cerró tras de sí. Luego la miró largamente, de pie en mitad de la estancia. Una bonita sala con una mesa cuadrada y un jarrón de flores. Una mecedora, una mesita de noche con un candil, y la cama, donde estaba ella. La chica feilla y aniñada que lo había puesto tan cachondo gimiendo a través de la pared momentos antes.
-Karin... ¿qué estás haciendo...? -preguntó en voz baja, aunque sosegada. Caminó despacio hacia ella, y se sentó en el borde del colchón. La muchacha se recolocó el cabello en un intento de parecerle más atractiva.
-He...visto como me miras...-dijo apocadamente, y se puso roja. Allain miró hacia el techo.
-¿Sabes que si tu padre nos pilla aquí te matará...?
-A tí también- lo corrigió ella, y sonrió. A Allain le hizo gracia.
-Aun así, quieres que follemos -no se andó con rodeos, y supo que ella debía ser primeriza porque volvió a ponerse muy roja.
-Mi padre duerme muy profundo. No se despertará.-
Elric asintió conforme y le apartó el cabello a un lado. Eso sí tenía que reconocerlo, su pelo era muy bonito. Las suaves ondas pelirrojas, larguísimas hasta la mitad de la espalda, escondían el cuello blanco e impoluto que él comenzó a besar con suavidad instantes después. Karin cerró los ojos y lanzó un suspiro de placer al aire. Lo agarró con delicadeza por la cabeza para guiarlo, o quizás para evitar que él se alejase de ella. O para cerciorarse de que era real, quien sabía.
Pero las manos expertas de Allain no necesitaban consejos, y bajó el camisón de la chica despacio, dejando su torso al desnudo.
¿Qué edad tendría ella? Menos de veinte, seguro. Vivir tan alejada de la ciudad debía ser pesado para una chica en su plena juventud, lejos de poder flirtear con muchachos, de escaparse a rincones prohibidos, de tener amigas a las que contar sus chismes. Aquella noche, la cama de Karin era para ella su primera escapada al mundo real, una aventura que vivir en brazos de un desconodido. Allain pensaba en estas y otras cosas mientras los dedos temblorosos de la joven desataban su camisa, dejándole el pecho al descubierto.
Ella lo contempló con admiración y en su interior se deshizo de deseo. Bajó la vista por el vientre del hombre hasta su cinturón, y él lo desabrochó con parsimonia, haciéndose de rogar.
-Eres virgen, ¿verdad? -ella subió los ojos un segundo y asintió con prisas antes de volver a mirar abajo de nuevo. -¿Estás segura de que quieres que sea conmigo...? -preguntó, y se bajó las calzas. Dejó toda su virilidad erecta a la vista de la joven, que abrió la boca ligeramente, sorprendida.
-Eso... ¿siempre es tan grande? -preguntó, algo asustada. Allain sonrió mostrando los dientes.
-Créeme, no es tan grande - se acercó a ella y le ofreció su cuerpo. Karin no sabía qué se suponía que debía hacer hasta que él la tomó por el rostro con la mano y posó su polla en los carnosos labios de la chica. Herencia de su padre, sin duda.
Ella abrió la boca despacio y se introdujo el pene una única vez hasta el final. Sintió una pequeña arcada y se retiró deprisa, pero al mirarlo a los ojos sus dudas desaparecieron. Se recostó bocarriba sobre los almohadones y alzó los brazos. Allain dibujó la forma de su cuerpo con los ojos.
Unos senos pequeños, de pezones sonrosados. Un vientre plano y suave, unas caderas poco formadas y unos muslos delgados. No era el prototipo de mujer que lo volvía loco, pero era follable. Bastante menos fea que de cara.
Le abrió las piernas con las manos, apoyándolas en las rodillas de la chica, y acercó sus labios al sexo de ella. Karin gimió débilmente, y se tapó la boca con la mano, asustada de haberlo hecho. No quería despertar al ogro.
El coño de Karin aún estaba mojado. Se notaba que se había estado tocando no mucho antes de que él llegase, y cuando la lamió sus músculos se contrajeron por el placer. Dejó que su lengua la recorriese entera, perfilando sus labios, su clítoris y la entrada de su vagina. Las caderas de la muchacha se movían despacio al ritmo que él mismo le marcaba. Karin bajó las manos para apretarlas en el pelo de él.
-Me gusta, me gusta mucho -jadeaba. -Creo que no puedo aguantar más, voy a...voy a... -
Allain la penetró con la lengua. Empujó su mandíbula contra el cuerpo de la joven mientras sus dedos hacían a un lado los pliegues de su sexo para facilitarle el acceso. Karin creyó enloquecer de placer y se corrió enseguida en la boca de Elric.
Los fluidos de su cuerpo bañaban la cara del hombre, y ella resollaba mirando al techo. ¿Ya? ¿Cómo era posible...? Allain volvió a ponerse de rodillas mientras se limpiaba la boca con la manga de la camisa. Agarró su polla con fuerza en una mano y la apuntó con ella.
-Pues ahora viene lo bueno -dijo. Y se recostó sobre la muchacha.

El día había amanecido claro.
Los restos de la tormenta de los días anteriores se habían disipado por completo, como un mal sueño que se acaba al despertar. Allain se dirigió a la cocina. Dana andaba poniendo flores en un jarrón. Hoy se había cambiado el vestido por uno algo más primaveral, así que la imaginación del muchacho estuvo estimulada desde bien temprano por la mañana.
-Buenos días -la saludó él. La mujer se volvió con una sonrisa y le enseñó el jarrón con flores.
-Buenos días. ¿Has dormido bien?
-Como un bebé. ¿Dónde está Edgar? -cogió el vaso de leche que ella le había dejado sobre la mesa y se lo bebió de un trago. Ella se apoyó en la encimera y lo miró largamente.
-Ha bajado al pueblo a cerrar algunos tratos... -dijo, arrastrando la voz. Allain la miró de reojo. De nuevo creía estar leyendo insinuaciones donde no las había. ¿O sí? -Y he mandado a Karin a hacer un recado, así que... -se atusó el cabello y luego se acomodó las tetas dentro del vestido. Allain puso los ojos en blanco un instante y dió gracias al demonio que dirigiera la suerte de su vida en aquellos momentos. La miró directamente a los ojos. Apoyó las manos en la encimera, cercándola entre sus brazos, y preguntó:
-¿De cuánto tiempo disponemos?


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By Rouge Rogue

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