Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
Si crees que pueden herir tu sensibilidad, por favor no continúes leyendo.
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martes, 30 de agosto de 2011

CAPÍTULO 21: NACER EN SILVERFIND

Valiant estaba sentado en el pequeño escalón de la entrada del burdel; y así tiraba los días en la calle.
Se miraba los zapatos agujereados; el dedo gordo del diminuto piececillo asomaba al exterior y jugaba a imaginar que era un gusano saliendo de una manzana podrida. Se reía.
Solo.
-Niño. Toma, aquí tienes -una de las mujeres asomó a la puerta, una puerta pobre por lo demás, pero al menos la tenía, y le tendió un plato metálico con algunos huesos de pollo. Valiant lo cogió, feliz, y se dedicó a roer los tendones y los restos de piel que no se habían comido. La mujer le sonrió amablemente y volvió a perderse hacia el interior.
A él no lo dejaban entrar en aquél sitio.
Valiant era sólo uno más del montón de cucarachas de Silverfind. No destacaba en nada, no tenía nada. No era nada.
Canijo, algo bajito para su edad. Mal alimentado, sucio y despeinado, pero con unos ojos verde esmeralda que daban ganas de robárselos. No sabía dónde estaban sus padres, si esque los había tenido. Porque algunos niños no los tenían, le habían dicho el resto de los rateros. Probablemente su madre fuese una puta que no lo podía mantener y por eso lo dejó tirado en el vertedero, como a tantos otros. Y con esa feliz idea creció y se hizo un chico de provecho.
Ser un chico de provecho en las calles significaba sencillamente sobrevivir.
No morir de frío, ni de hambre. Aprender a buscar el sustento, sacar dinero robando o mendigando. Conocer los callejones como la palma de la mano para facilitar las huídas, y no dejar que otras bandas de rateros se hicieran con el dominio. No, eso sí que no. El dominio era todo lo que tenían, lo que podían poseer. La ilusión de que aquél territorio les pertenecía, aunque ninguna de aquellas casas les diera cobijo o ninguna de aquellas gentes les tendiera la mano.
Los rateros se mataban entre ellos por el dominio.
Valiant aprendió muchas cosas en su infancia; todas de gran utilidad. La primera y más importante; en la calle nadie ve nada. Matas o te matan, robas o te roban. Pero esperar que alguien se parase a ayudar era de idiotas.
Al niño le encantaba esa canción; ¿quién la inventaría? La que cantaban cuando hacía frío, cerca de las hogueras. Cuando tenían sueño o hambre y no había nada que comer.

-Desde donde el sol se pierde
siete lemas de oro negro
en Silver, Silverfind.
Y en sus calles todos saben
que son mudos y ciegos
en Silver, Silverfind.
Si eres rápido y talentoso
cazarás algo valioso
Pero si tu mano es torpe
te matarán a golpes
No preguntes al viajero
ni al mendigo des dinero
en Silver, Silverfind...

Hurgó con uno de los huesos del pollo en el suelo, dibujando alguna forma extraña mientras tarareaba por lo bajo. Ni siquiera había notado que había otra persona allí, a su lado.
-¿Y qué dice el resto...? -preguntó. Valiant alzó la mirada y se topó con el chico pecoso que lo miraba, expectante.
-¿Qué?
-El resto de la canción. Qué más cosas dice. -Se sentó a su lado en el pequeño escalón. Su padre se había perdido hacia el interior del burdel, dejándolo a solas con el raterillo.
-Pues...dice otras muchas cosas. No las recuerdo todas... -musitó por lo bajo.
-¿Cómo te llamas?
-Valiant Cross -resolvió, rompiendo el huesecillo por la mitad. -¿Y tú?
-Kevin. Kevin Eagleclaw.

Desde aquél día, Kevin se reunía con Valiant bastante más a menudo de lo que a su padre le hubiera gustado. No tenía más que escalar el alto muro que bordeaba la mansión y luego, era libre. Al principio le habían puesto muchos obstáculos al niño para que dejase de verse con su nuevo amigo, pero pasado el tiempo, lo dieron por perdido y le dejaron hacer.
De modo que los años transcurrieron, bastante deprisa además, y Valiant se convirtió para Kevin en una ventana hacia las aventuras. Lejos del rigor de la realidad, de su estricta vida militar, de los entrenamientos. Del peso del mundo y la jornada diaria.
La primera vez que Valiant pisó la mansión de los Eagleclaw tenía diecisiete años, y recordaba perfectamente la sensación de flotar en una nube de algodón. Nunca había visitado la zona rica de la ciudad si no se trataba de un trabajo. Pero allí estaba; en una casa con un enorme recibidor, y no venía a robar nada.
El aroma de flores inundaba el ambiente, la luz clareaba el mármol rosado de los suelos y el sonido del piano lo arrastraba hacia el comedor.
Kevin paseó con indiferencia por las estancias, buscando las escaleras hacia el piso superior, pero Valiant fijó sus ojos enormes en la figura al otro lado de la sala.
La anciana estaba entregada a la melodía que interpretaba en aquél momento, tan hermosa. El corazón de Valiant latió deprisa, porque junto a la mujer había una criatura tan bella que no se podía comparar ni a la luna más plena que él hubiese contemplado jamás desde los tejados. La chica alzaba los brazos despacio, sumida en un profundo trance mientras bailaba lo que su abuela tocaba al piano. Rítmicamente movía las muñecas, con la delicadeza de una flor al girarse buscando el sol. Los pies, la cabeza.
El chico se quedó petrificado.
-¿Quién es...?- pudo preguntar al fin. Kevin lo miró con gesto de asco.
-¿Qué...? Sólo es mi hermana. Vamos, pasa de ella. Además ya está prometida -tiró del chaleco del joven, y aunque logró sacarlo a rastras de la habitación, su corazón se quedó allí, con ella.

Ninguna muchacha era tan hermosa como Yaraidell.
Ni siquiera Kamilla, y eso que era muy guapa. Pero Kamilla era una chica guapa al estilo de los suburbios. Las mujeres de los suburbios estaban sucias y despeinadas, eran delgadas y olían a humedad. La piel de Kamilla era morena y sus ojos negros y profundos, enormes como los de una gata. Era preciosa porque aún conservaba todos los dientes, y no tenía cicatrices visibles. Pocas muchachas a su edad podían decir eso cuando se habían criado en las calles. Valiant había follado con ella muchas veces, pero nunca había sentido aquella cosa que le despertaba en el estómago cuando miraba a Yaraidell.
Odiaba a ese Jace Adarkian.
Por una vez en su vida, Valiant comenzó a pensar en la importante diferencia entre nacer en el seno de una familia rica, y ser el hijo de una furcia abandonado en un vertedero. Quizás si su madre lo hubiese criado con amor, él ahora podría pedir la mano de Yai... Podría ser el Jace Adarkian en el que ella pensaba cuando deshojaba margaritas.
Arrugaba inevitablemente el morro cuando los veía pasear por el jardín, y se obligaba a mirar a otro lado. Yaraidell pertenecía a otro mundo, se había dicho.
Y lo asumió con la facilidad con que había asumido todas aquellas verdades que los rateros le habian enseñado, años atrás.
Que los chicos como él no tienen derecho a soñar.
Ni a amar.
Ni siquiera a vivir.
Respirar ya era un regalo.

El día que enterraron a Kevin, llovía.
Parecía típico pensar que siempre llueve en los funerales, pero así era ni más ni menos. Una lluvia pesada y espesa, que apenas dejaba dilucidar nada con claridad. Mucha gente le lloró; era un buen muchacho. Pero Valiant ni siquiera se acercó al resto de la familia; tan desubicado se sentía. Se limitó a permanecer apartado de los demás, encaramado a un árbol medio tumbado por las tormentas del invierno anterior,y guardó silencio, conteniendo las ganas de llorar.
-¿Qué vas a hacer ahora? -dijo Yara, y Valiant se sorprendió de que ella le hablara. Directamente a él, no había equivocación posible. Era la primera vez que hablaban, así que pensó un par de segundos la respuesta. ¿Qué le quedaba ahora en aquél lado de la ciudad? Donde vivían los ricos, de donde él no era. Todo lo que lo anclaba allí estaba siendo enterrado en aquél momento, a sus 23 años de edad.
-No lo sé -admitió con sinceridad. -Huir -concluyó, finalmente.
Yara llenó el pecho de aire como si le costase esfuerzo hablar. No le gustaba llorar en público.
-Llévame contigo -dijo, sin más. Valiant se hubiera sorprendido y alegrado en cualquier otra situación.

Pero el peso que ambos llevaban en el estómago era demasiado amargo para dejar lugar a las mariposas.


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By Rouge Rogue

2 comentarios:

  1. waw.. Pobre kevin y pobre vailant... T_T

    nana

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  2. Que tisteeee! me encanta la historia publica mas capitulos porfavor :P

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