Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
Si crees que pueden herir tu sensibilidad, por favor no continúes leyendo.
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lunes, 29 de agosto de 2011

CAPÍTULO 20: LA FUNCIÓN

Valiant se dejó caer bocarriba en la cama y cruzó los brazos tras la cabeza.
Cerró los ojos y suspiró.
-Ahh, que colchones más cómodos. Me encantan -luego estiró las piernas como si nadara en un mar de nieve y se regodeó en la sensación tan agradable de las sábanas limpias, los almohadones de plumas de oca y el suave perfume que ambientaba todo el dormitorio.
-Bueno, por lo que a mí respecta, esto es otra complicación en el trato... -Allain dejó caer la mochila en el suelo. Yara refunfuñó para sí misma y se pasó las manos por la cara, dando vueltas en el centro de la enorme habitación.
-¿Ni siquiera vas a preguntar el por qué?
-Suponía que me lo contarías tú -Yara suspiró y se puso las manos en la cintura. Lo miró con gesto de madre comprensiva.
-Escucha...si haces esto... Duplicaré el precio que habíamos acordado. Serán cuatrocientas monedas.
-Me debías trescientas. El doble es seiscientas -apuntó él.
-Te daré setecientas y te portarás debidamente. Y harás lo que yo te diga.
-Setecientas monedas por fingir que soy tu prometido...es un suplicio que no creo que valga la pena... -bromeó. Se mesó la perilla y sonrió, sentándose en el sillón más cercano.
-Oye, si no te parece bien ya puedes largarte. Valiant lo haría diez veces mejor, y gratis.
-¿Eh? -el muchacho se incorporó para mirarla como si pretendiese rechistar, pero ella no lo dejó.
-Esto es importante...para mí -se dejó caer en el sillón que estaba junto al de Elric. Ambos jóvenes la miraron ahora, inquisitivos. -Esa zorra despiadada ha venido a reclamar el patrimonio de mi padre. Porque por parte paterna ya no quedan parientes vivos, y cuando mi abuela muera, todo su legado, la herencia de familia, tendrá que caer en los parientes vivos más cercanos. Es decir, ellos. La familia de mi madre... -farfulló. Allain sacó el último cigarro de la cajetilla y lo observó como si se tratase de un preciado tesoro. Luego lo prendió y empezó a fumárselo. Enseguida el tufo rancio bailó en el aire, apestando el ambiente y matando el olor a flores. -El único modo de preservar la historia familiar pasa por mí. Pero claro, nadie permitiría que me nombrasen heredera sin siquiera haberme casado -se pasó la mano por la cara, asqueada. Yara no creía en el matrimonio, ni en las instituciones legales. No creía en el papel pasivo de la mujer, no quería convertirse en un receptáculo de esperma destinado a fabricar hijos y ponerse como una vaca. Quería ser una mujer libre, hasta el día de su muerte.
-Bueno ¿y qué mas te da? -intervino Valiant. Se puso bocabajo en la cama, mirándola. -Nunca te ha importado el porvenir de tu apellido ni de la dinastía. - Yara apretó los labios, puso un gesto dolido y se levantó del sillón para acercarse al ventanal que presidía el dormitorio. Miró al exterior. Los hermosos jardines en los que correteaba cuando era niña.
-Lo sé, pero antes era diferente. Antes, podía permitirme ser egoísta...
-¿Por qué?
-Porque mi hermano era el heredero. Porque todo estaba escrito sobre un papel que había marcado cada paso de mi destino desde que nació él. A qué nos dedicaríamos cada cual, qué partes del terreno administraríamos. Quién legaría los poderes militares. Yo no era más que una pequeña cláusula en ese documento, no significaba nada. Podía morirme sin alterar en lo más mínimo toda esta historia.
-Yara, no digas idioteces... -Valiant se incorporó y se acercó a ella. Allain la escuchaba en silencio. Cualquiera que lo viese pensaría que no tenía en la cabeza nada más allá de la hermosura de las volutas de humo que exhalaba por la nariz.
-Enserio, Valiant. Y mira cómo cambian las cosas. De repente pasas de ser un cero a la izquierda a ser la pieza central del juego. De ser la nieta desprestigiada a que te supliquen que hagas esto. Y dios sabe que no lo haría, y que nada me daría más placer que darle con la puerta en las narices a mi abuela -añadió de mala gana.
-Pero...?- la muchacha suspiró.
-Pero hay cosas más allá de los rencores personales. Cosas como la trascendencia, la lealtad supongo...-
Valiant apoyó la mano en el cristal de la ventana, junto a ella. Se dedicó a mirar el reflejo entristecido de la joven en el cristal.
-No te entiendo, Yara...
-Imagina que, verdaderamente, el apellido Eagleclaw se pierde conmigo porque no acepte hacer esto. Yo... no quiero ser recordada como la última, ni la culpable de nuestra desaparición. Hay gente a la que nunca le he importado, pero también quienes fueron buenos conmigo.
-Kevin... -dijo el chico. No era una pregunta.
-Sí. Lo haré por Kevin. Supongo que estoy hablando deprisa pero tendré que empezar a pensar en... -tragó saliva. -En sentar la cabeza. Casarme, tener un hijo. Un niño. Y haré tartaletas de fresa y picnics los domingos por la mañana debajo del manzano -puso cara de asco. Valiant se rió.
-No te pega nada, Yai... -dijo, y se tapó la boca. Ella lo miró, sorprendida. Porque desde la última vez que vió a Kevin con vida, nadie la había llamado así. -Lo siento. Yara.
-Bueno, ¿y cuántos días voy a tener que contribuir a esta farsa? -Allain los interrumpió y volvió a dar una calada al cigarro. La muchacha pelirroja se dio la vuelta despacio, le crispaba que él se saltara tan fácilmente sus miedos e inquietudes.
Y, en general, sus sentimientos.

Valiant se había instalado en la habitación contigua.
Yara dejó que Elric se quedara con el dormitorio de matrimonio y ella se encargó de tener su alcoba en la otra punta del pasillo. Por lo que pudiera pasar.
Poco antes de la hora de la cena, ella llamó con los nudillos a la puerta del mercenario. Suponía que sus tíos querrían tener una de esas veladas familiares en la que acosar al joven a preguntas para atosigarlo, y era mejor que él fuera preparado al encuentro. Cuando la puerta se abrió, esperó a que él asomara la cabeza, pero no lo hizo.
-Pasa -se oyó desde el interior. Yara empujó la puerta y se adentró en el cuarto. Allain estaba cerca de la cama, de espaldas a ella. Se secaba el pelo con una toalla que luego tiró sobre el colchón. No llevaba más que los pantalones negros de algodón, y estaba descalzo. Que un rayo la partiera si al verlo semidesnudo no se había puesto nerviosa.
-¿Q-qué haces aún sin vestir? ¡Termina de una vez, que pareces una princesita! -puso las manos en jarra y miró a otra parte, pero tan pronto él se dio la vuelta para coger su ropa, los ojos de la chica volvieron a perderse en las formas robustas de su espalda. Los músculos del cuello, aquél tatuaje ...
-Dijiste que cenaríamos como dentro de una hora. ¿Tengo yo la culpa de que no sepas usar el reloj?
-No es eso, idiota- cruzó la habitación y apoyó la mano en el dosel de la cama para mirarlo. Lo escrutó seriamente. Él arqueó las cejas.
-¿Qué pasa?
-Tendrás que arreglarte.
-¿Cómo dices?
-Sí, no pensarás bajar a cenar con ese...atuendo de asesino a sueldo. ¿Vas a usar el katar en vez del tenedor? -Allain reparó entonces en que ella se había puesto muy guapa. Llevaba un bonito vestido verde agua, de telas suaves. El peyote se unía en una pequeña puntada en los hombros y en los codos, y en el resto se adivinaba la túnica blanca que llevaba debajo.
-¿De qué vas disfrazada? ¿De mujer?
-De persona normal, y tú te vas a disfrazar también -bufó, molesta. Cruzó la habitación y abrió el armario de dos puertas. Rebuscó entre los uniformes de su hermano.
-¿Así que has venido a jugar a las muñecas conmigo?
-Sí. Desnúdate. Y ahórrate cualquier comentario ingenioso al respecto.- Allain sonrió como si lo hubiera pillado a punto de soltar alguna de las suyas. No se quejó más mientras se quitaba la ropa. Cuando Yara se dio la vuelta, llevando en las manos un atuendo más apropiado para la ocasión, ahogó un gritito sorprendido y se cubrió los ojos.
-Pero, ¿qué haces? ¡Maldita sea, tápate! ¿Dónde esta tu ropa interior? -Allain obedeció y se puso las manos en la entrepierna, cubriéndose aunque sin esforzarse por ello.
-Lavándose.
-¡Joder, eres...eres lo peor!
-Perdón por lavar mi ropa -dijo, sin entusiasmo. Yara acabó por hacer de tripas corazón y tiró la vestimenta sobre la cama. Justo en aquél momento llamaron a la puerta.
-Adelante -dijo Allain sin reparos.
-¡No! -Yara no sabía dónde meterse. Dió una vuelta sobre sí misma como si buscase un escondite en el dormitorio, pero la puerta ya se había abierto. Su tía tragó saliva, llevándose la mano al pecho, sin poder quitar los ojos del culo del hombre.
-Oh, Dios Santo... -la dama se abanicó con la mano intentando recuperar la entereza.
-Buenas noches, mi señora -la saludó él con la mano.
-¡Cúbrete! -le espetó Yara.
-Perdón por la intromisión, no sabía que estábais ocupados. Mis disculpas... -se retiró con una leve reverencia.
-¡No, tía! ¡No es lo que...! -pero la puerta se había cerrado de golpe otra vez. Yara suspiró largamente, enfadada. Allain le sonrió.
-Creo que ahora resultará más creíble toda la historia -argumentó.
Ella se contuvo las ganas de darle un puñetazo.

Yara sintió que el pecho se le salía por la boca al verlo sentarse en la mesa.
Primero, estaba muy guapo. Tanto, que pasaría perfectamente por un noble caballero, aguerrido y apuesto, de exquisita apariencia. Si de verdad lo hubiera conocido así en alguna fiesta de sociedad, se lo habría follado. Se lo habría follado con todas sus ganas.
El segundo punto que la inquietaba era la enorme cantidad de cubiertos sobre la mesa, y el hecho de que no le había explicado -no había tenido tiempo fisico- nada a Elric sobre cómo se usaban. Valiant era otro asunto aparte.
No tenía que quedar bien.
Increíblemente y para su asombro, pudo respirar tranquila cuando vio que el muchacho los usaba distendidamente y sin problemas. Al final iba a resultar que incluso tenía modales. Se humedeció los labios y sonrió a sus tíos mientras desmenuzaba los alimentos.
-Y contadnos, Sir Elric. ¿A qué os dedicáis? -inició su tío la conversación. Las mujeres callaban y comían en silencio, frente a sus respectivos esposos. Yara alzó la vista, buscando los ojos de Allain, pero no los encontró. Él no la miraba a ella, sino a su interlocutor.
-Bueno, me gusta decir que soy un mero contribuyente del país, pero la casa de Adalric ha formado los mejores ejércitos de arqueros de todo el continente, y yo he tenido el honor de heredarla. -El hombre asintió, impresionado.
-Así que lleváis una escuela de formación para arqueros.
-Así es.
-¿Y vos os...dedicáis directamente a adiestrar a los soldados?
-Bueno, me gusta estar cerca de mis hombres. Pero no me avergüenza decir que últimamente me mantengo un poco al margen para poder dedicarme a mi prometida -miró a Yara y le sonrió con afabilidad. La clase de sonrisa que un hombre podría dedicarle a su enamorada. Ella le correspondió, más tranquila. Podía salir bien.
Él se desenvolvía adecuadamente; podía salir bien.
-Mi hermano era lancero-apostilló el otro hombre, un poco más allá. Elric le dedicó su atención ahora.
-¿Era?
-Sí. Murió desgraciadamente, sirviendo a nuestra patria en la batalla de Lescount.
-Vaya, lamento oírlo.
-¿En qué batallas ha servido vuestra casa, Sir Elric?
-Encuentros trascendentales para el bienestar de nuestro país, como la actual guerra en Ascalla, por nombrar alguno.- El hombre sonrió falsamente.
-Ignoraba que Ascalla estuviese en guerra, no será tan trascendental, ¿no le parece?- Allain se metió un trozo de patata asada en la boca. Yara lo miraba, preocupada.
-¿No lo sabíais? -Acabó por responder. -Os pido disculpas entonces. Había estimado que un hombre de vuestra posición estaría lo bastante cerca del círculo del rey como para mantenerse al tanto de los asuntos militares más peliagudos de nuestro país. Pero veo que me equivocaba... -le sonrió cortésmente y bebió un sorbo de vino. El hombre le correspondió el gesto y se dispuso a comer.
Allain dejó el tenedor en el plato y se llevó la mano a la frente con gesto teatral, captando la atención de todos los comensales.
-Con vuestro permiso, señores. Creo que me voy a retirar. El viaje ha sido largo y cansado, y necesito conciliar el sueño... -se puso en pie, mientras los demás lo excusaban. Él buscó a Yara con la mirada. -Querida, acompáñame. Sabes que no puedo dormir sin que me complazcas... -sonrió a los presentes. A Valiant le sobrevino una carcajada que casi le hace escupir la comida. La abuela de Yara se tapó la cara, pero el resto rió por lo bajo.
La joven sintió de nuevo mucha vergüenza.

-¿Qué demonios te pasa? ¿Tienes que hacerme sentir estallar de indignación?- Allain se rió mientras subían las escaleras. -¿Te divierte? -Yara se detuvo y se cruzó de brazos, molesta.
-Vamos, sólo por ver tu cara. Volvería a repetirlo... -ella bufó y miró a otro lado. Él se detuvo también.-Bueno, tú querías que jugásemos a las casitas, ¿no? Es lo que estoy haciendo...
Se acercó a la muchacha y apoyó las manos en la barandilla, cercándola entre sus brazos. Yara se echó hacia atrás para evitar el contacto con él hasta que topó con la estructura.
-Que...qué haces...
-Y ahora que estoy tan metido en el papel... ¿qué tal si bordamos la obra en mi dormitorio...? -Acercó sus labios al cuello de ella, buscando susurrar en su oído. Yara cerró los ojos, sintiéndose nerviosa.
-Te dije que... -Tragó saliva.- No juegues conmigo, Elric.
-Es una lástima...juraría que lo pasaríamos bien.
-Por descontado que no. No estás a la altura -volvió el rostro cuando él acercó sus labios a los de ella. El mercenario rió por lo bajo.
-En ese caso mándame a alguna de tus sirvientas. Le haré pasar la mejor noche de su vida -le guiñó el ojo a la muchacha, y subió hacia el pasillo. Cuando la puerta de la habitación se cerró, Yara se quedó a solas, enfadada.
Parte de ella, enfadada por haber querido por un momento decir "sí".
El resto, enfadada por no haberlo hecho.


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By Rouge Rogue

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