Este blog contiene narraciones con escenas de sexo explícito y violencia no basadas en hechos reales.
Si crees que pueden herir tu sensibilidad, por favor no continúes leyendo.
Gracias por visitar mi blog.

miércoles, 17 de agosto de 2011

CAPÍTULO 3: EL PRECIO DEL AMOR

¿Qué se traería esta vez entre manos el ángel de alas negras?
¿Más bien, a dónde iba? ¿De dónde venía?
Siempre se hacía las mismas preguntas mientras tenían sexo; nunca había conocido un hombre como él, y eso que había tratado a muchos. Cada semana pasaban por su cama decenas de ellos, desde donde alcanzaba su memoria. Sin embargo, él llamaba especialmente su atención, y eso no era usual en una mujer desinteresada y aburrida de vivir como era Daleelah a sus 48 años. Una puta vieja, como se solía decir. Su ángel -ella lo había apodado así por las dos enormes alas oscuras que llevaba tatuadas en la espalda- era un hombre reservado, que nunca le había hablado más que para ordenarle que hiciera tal o cual cosa. No había sido un derroche de amabilidad, tampoco dejaba propinas suculentas. Pero siempre que pasaba por la ciudad, la buscaba a ella. Y eso era lo más parecido a la fidelidad que Allain Elric había sentido por nadie.

El mercenario se apretó contra la mujer algunas veces más. La fulana había aprendido que a él le gustaba darle por el culo y no se oponía en absoluto a ello. Tampoco se quejaba ni se andaba con remilgos, ni un leve gemido disconforme desde que la conocía, y por eso era fácil y agradable follar con ella. Se corría siempre enseguida al poco de empezar a penetrarla, y no perdían el tiempo con juegos banales. Aquél día no fue distinto. Se vació por completo en ella entre guturales gemidos de placer y embestidas tan profundas que la mujer se mordía el labio inferior, aunando fuerzas para soportarlas. Cuando acabó de resollar, aún permaneció en su interior algunos -largos- segundos antes de salir, desentaponando el orificio, que comenzó a expulsar el semen derramado dentro. Daleelah se dejó caer en el colchón profiriendo un suspiro que parecía satisfecho. ¿Podía ser que le agradase complacer a semejante animal?
¿Qué edad tendría él...? ¿Cuál sería su verdadero nombre...? Ya estaba otra vez haciéndose preguntas. Debería vestirse deprisa y marcharse antes de que él decidiera echarle otro polvo, aunque pensándolo seriamente, era lo que más le apetecía que ocurriese.

Allain se recostó desnudo en la cama. Se tumbó bocabajo y alargó la mano para coger de la mesita de noche el anillo de plata que siempre llevaba en el pulgar de la mano izquierda. Sentía la mirada de la mujer fija en él. Nunca habían tenido una charla cordial de aquellas que las putas ofrecían para romper el hielo, y quizás eso a ella la descolocaba. La miró de reojo y luego dibujó una sonrisa maliciosa.
-¿Qué?
-¿Estás satisfecho? -preguntó ella. Hubiera deseado hacer cualquier otra pregunta en el mundo, y sin embargo hizo aquella; la que le correspondía hacer, porque para algo era su trabajo.
Allain sopesó la respuesta, hizo un gesto con la cabeza bastante desinteresado, y a ella le dió un vuelco el corazón. Mirándolo directamente a los ojos, parecía más joven de lo que lo había imaginado. ¿Llegaría a los treinta?
-No ha sido el mejor polvo de mi vida. Pero tampoco eres la puta más espléndida que conozco, así que...-
Daleelah arrugó el ceño. Sin entender muy bien el motivo, aquél comentario despectivo le había dado ganas de escupirle a la cara.
-¿Y eso lo has descubierto después de visitarme 32 veces?- su tono resultó tajante, pero Allain se echó a reir como si le hubiese hecho bastante gracia.
Daleelah no sabía bien cómo reaccionar ante eso. ¿Por qué le molestaba tanto la opinión de aquél tipo? Era horrible que él la hiciera sentir de ese modo tan extraño; como una novata enamoradiza. A ella, ni más ni menos. Ningún niñato con veinte años menos podía venir a darle lecciones. Esbozó el mejor rictus de indiferencia que fue capaz, mientras se ponía la bata de finas telas. Recogió su ropa con altanería y se calzó los zapatos con intención de salir de allí. Allain por el contrario se tumbó bocarriba y cruzó los brazos tras la cabeza.
-A veces uno tropieza con la misma piedra dos veces...y por lo visto, hasta treinta y dos.
Daleelah abrió la puerta de la habitación. Le dedicó una mirada frívola y distante y dijo:
-No te molestes en volver a tropezar conmigo - luego cerró de un golpe y se hizo el silencio en el dormitorio.
El mercenario suspiró y echó mano de su cajetilla de tabaco. Encendió uno de los cigarros; el aroma rancio tufó el ambiente desde la primera calada, y se dedicó una sonrisa a sí mismo.
Volvería la próxima vez, igual que había vuelto siempre desde que la conocía. No porque fuera la mejor, ni la más guapa.
Pero estaba enamorado de ella.

La noche se le había echado encima en los caminos. El frío del otoño estaba empezando a apretar, y la marcha incansable que había soportado desde Kauhjuùn hizo que le subiera algunas décimas de fiebre. Por si fuera poco, comenzó a llover. Por todos los infiernos, cómo odiaba la lluvia.
Se ajustó el cuello del tabardo para cubrirse la boca del frío y se encogió dentro de la ropa, guardando las manos en los bolsillos. El pelo desaliñado, ya difícil de por sí, se le pegaba a la frente por el peso del agua que lo empapaba. No era normal estar tan cansado, debía de estar enfermo. Echó un vistazo a las lindes del camino. Hasta donde alcanzaba su vista, no había más que árboles acompañando el sendero, y una gran pradera que se extendía hasta el horizonte. Sin embargo, un pequeño punto de luz amarilla llamó su atención. Un fuego acogedor en la distancia; una granja apartada de la comarca. Elric dirigió sus pasos hacia allí tan torpemente como le permitían sus piernas entumecidas por el frío, y las pesadas botas llenas de hebillas y refuerzos. Para cuando alcanzó la entrada a la villa, ya el suelo se había enfangado, y de alguna manera inexplicable la tierra mojada se le pegaba al pantalón hasta la altura de las rodillas. Se detuvo frente a la gran puerta de madera y llamó con los nudillos. Reprimió un quejido de dolor, los tenía tan fríos que ni tan siquiera los guantes de cuero protegían sus huesos.
Cuando la puerta se abrió de par en par, un hombre le dirigió una mirada inquisitiva más allá de sus poblados bigotes.
Allain abrió la boca para decir algo; lo que fuese. Pero la garganta no le respondía.

Luego de eso; se desmayó.

-------------------
By Rouge Rogue

2 comentarios:

  1. Se desmayo... que pena, pobrecito -_- ajajja Kis se nota que tu prota me cae como el culo?XD Y pa estar enamorado de la prostituta... lo disimula mu bien, pero mola^^Sigue subiendo mas ehh!!

    ResponderEliminar
  2. jajajaja

    Me parece bien que te disguste, pero no es facil llevar un protagonista malo y no flaquear en ningún momento XD

    ResponderEliminar